Carlos Baráibar (Hasta que llegó el día)



HASTA QUE LLEGÓ EL DÍA

Hola, me llaman Joe y me acabo de dar cuenta de que ya estoy en la fila hacia un edificio en el que todo el mundo entra pero nadie sale. Esta es mi historia y la del resto de mis amigos que están delante de mí en esta fila, que nos tiene tan intrigados desde el principio de los tiempos. Esta fila es bastante larga y aburrida, así que tengo todo el tiempo del mundo para contaros nuestras vidas, las cuales son idénticas. Pero cuando sea mi turno os tendré que dejar con la intriga de lo que va a pasar así que cuando mañana tenga la ocasión de contaros lo que me va a suceder desde el lugar al que me manden a pasar unas vacaciones, lo haré.

Nací y viví en esta pradera propiedad del señor Thomas. Lo único que sé de este sitio es que siempre está nublado, hay humedad y que en la zona en la que vivo está  rodeada de agua que si la bebo me sentaría muy mal.

Tampoco sé quién soy, a simple vista veo que tengo cuatro patas, algo de pelo y  que cuando el señor Thomas se acerca tengo que estar constantemente mirando al cielo para poder verle. Mis compañeros tienen como una prolongación de su columna vertebral que tiene la forma de un muelle así que supongo que yo también tendré eso. También tienen en la cara algo redondo, con agujeros que les hace parecer patéticos, yo espero no tener eso porque me moriría de vergüenza si me viesen así.

No recuerdo cuando nací pero sí sé que he estado sin moverme de aquí toda la vida, viviendo con mis iguales. Pero bueno… No me puedo quejar de la vida que he llevado ya que desde el principio no me ha faltado para nada la comida. Es más, me ha sobrado y como un vicioso he seguido comiendo, no he hecho nada más que dormir, pasear por mis alrededores y procrear con todas las hembras de la pradera, cosa que no está mal con los pocos años que llevo en este mundo.
           
Sin embargo, he hecho todo eso porque sé que no voy a estar mucho tiempo en esta situación cercana al paraíso ya que cuando empieza a hacer frío hay compañeros que desaparecen. Por lo tanto hay que aprovechar.

Pero como ya dije antes, comí demasiado y ocupaba demasiado espacio. Yo  no sabía que eso era malo, es más, comí demás para atraer al resto de las hembras pero creo que ha sido un error. La gente dice que el señor Thomas lo hace apropósito para luego comernos pero… no puede hacernos esto… ¿Cómo nos va a comer después del tiempo que nos ha dedicado? Así que mejor no hacerles caso.

 ¡Uy! ya queda menos para que nos envíen donde nos envían en invierno. Oigo gruñidos, sonidos chispeantes y eléctricos. También veo llegar camiones con estampados que se parecen a mis semejantes. ¿Será que tenemos que entrar ahí? Lo veo lógico porque al fin y al cabo esos objetos sirven para llevar otros objetos y si además aparece un semejante estampado quiere decir que ahí tengo que entrar ahí.

Un terrible pensamiento me acaba de llegar a la mente ¿y si en realidad no nos van a mandar a ningún sitio? ¿No será que nos vayan a matar para que luego el señor Thomas gane dinero?

Acabo de pisar un charco relleno del líquido rojo que sale cuando te haces te hieres con algo puntiagudo. Este hecho me está haciendo confirmar lo dicho anteriormente. Me gustaría escapar pero ya es demasiado tarde, pues un hombre me acaba de enganchar y meter en un espacio pequeño y oscuro. Oigo un sonido muy agudo y me da la sensación de que algo metálico, que gira y además es afilado que se está acercando. No sé lo que es ni lo que va a pasar, pero me da igual porque he hecho todo lo que me ha dado la gana en este tiempo.

Carlos Baráibar García, 1ºB. 29-5-2016

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