Gonzalo Solis (Pesadilla en Sunningdale)



Pesadilla en Sunningdale

Érase una vez una familia que decidió mudarse a un agradable chalet en el número 21 de la calle Sunningdale en Londres. Esta casa era la típica inglesa, con paredes de ladrillo y ventanas y balcones blancos, de dos pisos y con un pequeño desván. La pareja, Tom y Nicole, tenían tres hijos: Julie (la mayor, de diez años), George (de ocho) y la pequeña Francesca, de cinco.

Al principio les costó la vida en la nueva casa ya que era un poco siniestra: por dentro parecía la típica casa antigua pero, en vez de ser bonita y elegante, era bastante oscura y triste. Pero con el paso del tiempo la familia consiguió acostumbrarse a su nuevo hogar. Todo iba bien hasta que una tarde en la que la pequeña Francesca celebraba su cumpleaños, invitó a dormir a su mejor amiga Lucy y jugaron al escondite.

Aquella noche, las dos niñas subieron al desván, ya que les pareció el lugar perfecto donde esconderse de Julie, que era la que tenía que encontrarlas. Cuando subieron a esta habitación peligrosa que tenía un ventanal horrible porque estaba a muchos metros de la hierba del jardín, se asustaron al ver una sombra que parecía humana y que se dirigía a la puerta por donde habían entrado. De repente, esta puerta se cerró y las dos pequeñas intentaron huir del desván. Se oyeron muchos gritos y llantos. Eso fue lo último que se supo de Francesca y Lucy.

Los padres llamaron a la policía para encontrar a las niñas pero no dio resultado y además, desde aquel día la casa había cambiado por completo. La alegría se había transformado en temor y se había apoderado de ella. Además, el luto permanecía en el ambiente de la casa por la desaparición de las dos niñas. La familia preguntó a todo el vecindario pero nadie había visto nada.

Unos días después, Nicole tuvo una pesadilla y, cuando se levantó observó la cara de una anciana junto a su cama. Gritó desesperada pero Tom no se despertaba. De repente oyó un grito que procedía del desván y que parecía la voz de su hija, la pequeña Francesca. Angustiada, subió al desván. Allí se encontró de nuevo a la anciana que la había asustado en la cama, pero esta vez era en carne y hueso. No había rastro de las dos pequeñas.

Al día siguiente, cuando Tom se despertó, no encontró a su mujer con él. No la encontró hasta que fue al jardín y la vio muerta en el suelo, en un charco de sangre. No podía creer lo que veía y rápidamente llamó a la ambulancia y a la policía. No le dieron una explicación lógica de la muerte, simplemente le dijeron que seguramente su mujer se había tirado desde el ventanal de su desván pero éste no tenía ninguna huella. Tom había perdido a su mujer, que falleció en aquella casa y todavía se desconoce la verdadera causa de la desaparición de Francesca y Lucy.

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