Maria Martin Mielgo (El Valor de la amistad)



EL VALOR DE LA AMISTAD

Voy a escribir un relato que hable de mis amigos y amigas, pero no de amigos virtuales ganados a pulso de link, sino de verdad, aquellos con los que he respirado el mismo aire, aquellos a los que he dado alguna vez la mano y compartido sonrisas y llantos a la vez, aquellos que han estado a mi lado acompañándome y siendo testigos de cada  minuto de mi vida, como Carlota y Rodrigo que me acompañaron en las urnas de aquel céntrico hospital nada más nacer y que al caer la tarde las miradas de nuestros padres se agolpaban frente al cristal sin saber cuál era el verdadero motivo y con el paso del tiempo supimos que eran miradas de amor.

Como Sofía y Paula que agarradas de la mano confundíamos sueño y realidad, con las que descubrí los primeros paseos y columpios, con las que di los primeros saltos y profundidades en la piscina y en nuestra vida y donde seguimos nadando y nadando  todavía, intentando llegar a la meta de nuestras vidas.

De Alba, Irene, Leonor, Patricia, Jorge o Javier con lo que los que descubrí que los días en el colegio era el mejor de nuestros cuentos, capaces de convertir las tardes en semanas, los juegos en aventuras y las disputas en leyendas, donde descubrimos que el compañerismo era el mejor de los valores, los profesores y profesoras nuestros primeros héroes, y donde supimos que leer y escribir se convertiría en el mejor regalo de nuestra temprana vida.

De Darío, Miriam y Mónica que al llegar el verano, las bicicletas y el agua formaban parte de todos nosotros. Donde un pequeño pueblo se convierte en el mejor de los paraísos, donde acostarse tarde era una de nuestras grandes conquistas, de las noches sin frío, de las orquestas de verano que se convierten en orquestas sinfónicas y donde cada noche saltábamos de estrella en estrella por aquel azul intenso del cielo del verano.

De Alberto, mi querido Alberto, con el que jugué a tantos y tantos juegos, que me enseñó los secretos de la compra-venta con aquel monopoly. Que me enseñaba cada vez que le veía, a ser un poco mayor, a superarme y a no perder, a ser la mejor y donde su presencia era para mí, la mayor de mis alegrías. Donde cada domingo y entre tartas de queso, se convirtió en el espejo en el que mirarme y en mi auténtico ídolo y hoy en mi héroe y que ahora, si, ahora mismo, en este instante y en todos los instantes de mi vida, me grita desde el cielo ADELANTE!!, LUCHA!!. TE QUIERO.

De María, Ana, Laura, Blanca y Carmen que entre sonrisas y secretos se convierten en cómplices de mi adolescencia, con las que un viaje de fin de curso se transforma en la mejor de las travesías, donde los viernes son como pequeños castillos donde te asomas y ves toda la semana, donde dormir juntas es como un regalo de boda y con las que aprendí que vestirse de largo y llevar tacones se convertiría en el mejor de nuestros recuerdos.

Amigas y amigos a los que he entregado un poco de mi espíritu y un poco de mi alma, una pequeña lista pero la mejor de las listas por ser la mía, donde hay muchas ausencias y a la que habrá que añadir muchos más nombres.

 A todos ellos les escribo este breve relato que habla un poco de todos ellos, pero a los que agradezco que antes de hablar de ellos, hayan escrito el relato de mi vida.


                        María Martín Mielgo 1º de Bachillerato Nº 15 Grupo A. Mayo 2016



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