Y
PORQUE A MI
La vida no es justa
Me he levantado con el pie
cambiado. Una música muy desagradable entra entre mis sueños y me siento súper
incómoda, el pelo me huele a humo, me duelen los pies y tengo agujetas. ¡En que
momento haría caso a Julia!, quedamos en que sería una copa y a casa…pero como
siempre nos liamos. Que resacón.
Me ducho y resulta que
el calentador no funciona bien y sale el agua poco caliente, al vestirme me doy
cuenta que la camisa está sin planchar. Parece de mercadillo. Luego salgo
corriendo a la cocina y como siempre, me vuelvo a dar con la maldita pata de la
mesa, qué a pesar de empeñarme en olvidarla, siempre está ahí. Grito como si se
me hubiera partido el alma.
Con todo esto me doy
cuenta que se me está haciendo tarde, me va a costar mucho llegar a clase a
tiempo y tal y como esperaba, el tráfico está terrible, tardo más de la cuenta
en llegar a la universidad, voy corriendo a la puesta de clase y ¡mierda¡, ya
no me dejan entrar. Menudo arranque del día.
Por la tarde tengo
dentista, me han hecho esperara más de cuarenta minutos en la sala de espera.
Se me han hecho eternos, las revistas estaban caducadas y creo que me he leído
la boda de la misma folclórica tres veces. Paso a la consulta y como hoy se han
alineado todos los astros contra mí, este no podía ser una excepción…tengo que
llevar los braquets seis meses más.
Cuando llegó a casa me encuentro
a mi madre cabreada, por supuesto salí sin recoger el cuarto y por supuesto se
descompone más cuando le cuento que va a seguir recibiendo facturas del maldito
dentista una temporada algo mas larga de lo esperado. Esto no ayuda a que
cambie de cara.
Luego me doy cuenta que
hoy me toca cenar sola, con lo poco que me gusta, todos tienen planes y me
tengo que arreglar con las sobras de la comida. No es que estén malas, pero
desde luego, no es mi escena ideal, cenar sola frente a la tele y con comida
pasada por el microondas.
Cuando empiezo a cenar,
me doy cuenta que estoy agarrando los cubiertos con más fuerza de lo
habitual. Inconscientemente me quedo
atraída por las imágenes que estoy viendo. No por conocidas, me dejan de
impactar. Dejo de masticar y las uñas se me clavan en las manos.
Veo una hilera de
familias atravesando un rio, con todas sus pertenencias a cuestas, los niños
agarrados de las manos, los más mayores llevando a los más pequeños. Son gente
que huye, están bombardeando sus casas, las están destruyendo sin siquiera
saber de qué son culpables. Huyen porque no quieren morir. Se les ve con las
caras desesperadas, con hambre, con frio y con una mirada perdida, sin saber dónde
ir.
Después de andar miles
de kilómetros, se encuentran con todas las puertas cerradas, las fronteras con
espinas. No entienden nada. En la televisión escucharon que iban a ser
bienvenidos. ¡Refugee welcome¡, decían. Oían que iban a cuidar de ellos. Todos
los políticos lo han dicho con el ánimo de ser escuchados y votados. Y ahora
tan solo ven una pared. Quieren tener un sitio donde vivir, donde dormir sin
frio, donde proteger a sus hijos para que no les maten. Quieren trabajar,
quieren luchar, quieren vivir.
Sigo sin poder tragar.
La vida no es justa
Ana Fernández Izquierdo
Curso: 1º A
Fecha: Noviembre 2016
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