Ana Fernandez Izquierdo (Y por qué a mí)



Y PORQUE A MI

La vida no es justa

Me he levantado con el pie cambiado. Una música muy desagradable entra entre mis sueños y me siento súper incómoda, el pelo me huele a humo, me duelen los pies y tengo agujetas. ¡En que momento haría caso a Julia!, quedamos en que sería una copa y a casa…pero como siempre nos liamos. Que resacón.

Me ducho y resulta que el calentador no funciona bien y sale el agua poco caliente, al vestirme me doy cuenta que la camisa está sin planchar. Parece de mercadillo. Luego salgo corriendo a la cocina y como siempre, me vuelvo a dar con la maldita pata de la mesa, qué a pesar de empeñarme en olvidarla, siempre está ahí. Grito como si se me hubiera partido el alma.

Con todo esto me doy cuenta que se me está haciendo tarde, me va a costar mucho llegar a clase a tiempo y tal y como esperaba, el tráfico está terrible, tardo más de la cuenta en llegar a la universidad, voy corriendo a la puesta de clase y ¡mierda¡, ya no me dejan entrar. Menudo arranque del día.

Por la tarde tengo dentista, me han hecho esperara más de cuarenta minutos en la sala de espera. Se me han hecho eternos, las revistas estaban caducadas y creo que me he leído la boda de la misma folclórica tres veces. Paso a la consulta y como hoy se han alineado todos los astros contra mí, este no podía ser una excepción…tengo que llevar los braquets seis meses más.

Cuando llegó a casa me encuentro a mi madre cabreada, por supuesto salí sin recoger el cuarto y por supuesto se descompone más cuando le cuento que va a seguir recibiendo facturas del maldito dentista una temporada algo mas larga de lo esperado. Esto no ayuda a que cambie de cara.

Luego me doy cuenta que hoy me toca cenar sola, con lo poco que me gusta, todos tienen planes y me tengo que arreglar con las sobras de la comida. No es que estén malas, pero desde luego, no es mi escena ideal, cenar sola frente a la tele y con comida pasada por el microondas.

Cuando empiezo a cenar, me doy cuenta que estoy agarrando los cubiertos con más fuerza de lo habitual.  Inconscientemente me quedo atraída por las imágenes que estoy viendo. No por conocidas, me dejan de impactar. Dejo de masticar y las uñas se me clavan en las manos.
Veo una hilera de familias atravesando un rio, con todas sus pertenencias a cuestas, los niños agarrados de las manos, los más mayores llevando a los más pequeños. Son gente que huye, están bombardeando sus casas, las están destruyendo sin siquiera saber de qué son culpables. Huyen porque no quieren morir. Se les ve con las caras desesperadas, con hambre, con frio y con una mirada perdida, sin saber dónde ir.

Después de andar miles de kilómetros, se encuentran con todas las puertas cerradas, las fronteras con espinas. No entienden nada. En la televisión escucharon que iban a ser bienvenidos. ¡Refugee welcome¡, decían. Oían que iban a cuidar de ellos. Todos los políticos lo han dicho con el ánimo de ser escuchados y votados. Y ahora tan solo ven una pared. Quieren tener un sitio donde vivir, donde dormir sin frio, donde proteger a sus hijos para que no les maten. Quieren trabajar, quieren luchar, quieren vivir.

Sigo sin poder tragar.

La vida no es justa

Ana Fernández Izquierdo
Curso: 1º A
Fecha: Noviembre 2016

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