Marta Campos López (La música en los genes)



LA MÚSICA EN LOS GENES

Es un día bonito para recordar todo lo que aprendí de ti. Sí, tú, este relato te lo dedico a ti. A la persona que decidió cogerme en brazos aun teniendo escayolas en ellos, a ese que me ha dado su tiempo y su cariño, a la persona que me enseñó que la música está presente en toda la vida. Y voy a ponerlo en práctica ahora, papá.

Siempre me has tratado como una princesa y me has enseñado a que, en la vida, voy a pasármelo bien. Puede que no sea como tú, no soy gran deportista, pero me has enseñado a no rendirme nunca, a no pararme ahora y ver la vida de color esperanza. He disfrutado contigo bailando en la piscina y caminando bajo el sol, mostrando satisfacción al mundo. Juntos somos personas felices y brillantes, bailando un baile de ilusiones.

Es cierto, a veces somos verdaderos animales. Se mete el diablo dentro de mi y el veneno en la piel y salen esas pequeñas mentiras que se hacen grandes para el corazón.Y esas veces, lo noto, es raro para ambos. A veces pareces como alguien que yo conocía y me dices: “¿Qué sucede contigo, cariño?” o “¿A dónde crees que vas? Y es que ya debería saber que por la boca vive el pez. Y es cuando parezco una chica cocodrilo, cuando parecemos amantes a tiempo partido. La oscuridad nos llena hasta querer vender el pasado y solo por querer empezar la casa por el tejado. Muchas veces te he pedido en pensamientos que te fueras de mi vida, que me dejaras… Pero hasta en los peores momentos, tú consigues sacarme una sonrisa, consigues hacerme reír.

Me encantan esos momentos que pasamos en familia, pero los mejores pueden ser cuando vemos películas. Repetimos las frases de todas, una y otra vez. Y no nos importa la situación, ni película; siempre habrá alguna que defina el momento. Se ha convertido en algo nuestro, que cualquiera de la calle no podría entender. O esos momentos en los que gritamos fuertemente ¡Mazinger! o ¡Comando G! Y esos otros en los que cantamos las canciones de Oliver y Benji o de cualquier serie que veías de pequeño. La gente de alrededor no sabrá nada y pensarán que, somos raros-aunque yo lo llamo diferente- pero me da igual. Tampoco olvidemos esos momentos en los que te enseño lo que mejor se me da: jugar a videojuegos. Cuando jugamos a las videoconsolas y nos picamos cuando uno gana al otro. ¿O qué tal esos juegos de mesa, como los de guerra, en los que ganas siempre?

Tampoco olvidemos de cuando me llevabas en tus hombros, tocando el cielo del sur mientras mirábamos la estrella polar. Esos tiempos pasados en los que siempre he estado a tu lado. Cuando me abrazabas mientras caía la lluvia morada. O cuando me cantabas “Marta tiene un marcapasos” mientras tocabas la guitarra. Porque, es verdad, aquí -en Madrid- no hay playa; pero tú me has enseñado a nadar en un mar de ilusión llenos de mensajes en botellas escritos con recuerdos, con cien gaviotas familiares, todos alrededor de la isla bonita.

Pienso que la mitad de cosas que me has enseñado, fueron en el coche, ya fuera de camino a casa o algún otro lugar. Con la radio puesta, escuchando aquellas canciones que tú bailabas con mi edad que, para nosotros, siempre serán éxitos que perduran. Con los discos que elegíamos mientras solfeabas la mitad de los punteos o llamabas nuestra atención por un cambio de tonalidad que hacía que la canción fuera perfecta. O esos momentos en los que nos haces viajar a otro mundo distinto escuchando una canción, o nos cuentas anéctodas de cuando eras jóven y hacías trastadas.

 La gente dice que he heredado de ti muchas cosas. Lo que más gracia me hará es seguir viendo a gente que diga: “¡Te pareces mucho a tu padre!” y tú respondes:”¡Por que no has visto a la madre!” Pero hay características que son claramente tuyas. El “don” o “actitud” para hacer gimnasia no la habré conseguido, pero creo que el del oído musical…Más o menos, ¿no? Toda la familia dice que he cogido tu gracia a la hora de socializar, que soy divertida cuando hablo y muy simpática. Muy “friki”, pero como tú.

Por último, quiero que sepas que yo estoy aquí para quererte. Que me siento orgullosa de ser tu Lady Madrid o tu Lady Skywalker. Orgullosa de ser la niña de papá, de ser tu princesa. Y quiero que sepas que, sí, ha habido días en los que estabas muy lejos de mí. Pero me has enseñado el camino de la vida, a coger a mis hermanos en brazos y a crear mi propio camino, mi propia historia, como Romeo y Julieta. Me has demostrado que ni Venecia es tan bonita si no estamos juntos en ella. Gracias por confiar en esta petarda de hija que tienes, la cual dices que es buena chica. Estoy muy orgullosa de ti. Y quiero que sepas, que siempre serás mi sultán del swing favorito. Te quiero, papá.


Marta Campos López
1ºBachillerato A
07/11/2016


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