Alejandra Horcajada (Alerta máxima)




ALERTA MÁXIMA

Mi nombre es Matthew, nací el 22 de septiembre de 2016 en el extremo oriental del Atlántico. Hoy, a día 10 de octubre de 2016 mi corta vida está llegando a su fin. Escribo esto para que vidas como la mía no se queden en el olvido (aunque ni siquiera tú y yo nos hayamos conocido personalmente).

Por desgracia nací con un solo objetivo: destruir. Yo no quería, de verdad que no, pero estaba obligado, era mi función y debía cumplirla. Mi paso por la Tierra ha dejado 1050 muertes, familias ahora incompletas que jamás olvidarán mi nombre, niños huérfanos, viudos y viudas, gente sin un techo y sin nada que llevarse a la boca, mientras que tú ni siquiera habrás oído hablar de mí más de dos o tres veces.

A los pocos días de nacer comencé a crecer desmesuradamente, haciéndome popular entre los míos y muy temido por los países del Caribe, sabían quién era y lo que iba a hacer.

Nadie quería que yo estuviera presente en sus ciudades, intentaban evitarme y se escondían en cualquier parte. Se suponía que esa era una reacción normal al verme, pero era horrible. La ira y la tristeza me controlaban, destruí 27 hogares de familias en Colombia, y mis llantos hicieron desembocar ríos e inundar vías de circulación. Cientos de personas eran movilizadas incluso antes de que mi presencia fuera notable, las palabras “Matthew” y “alerta máxima” fueron trending topic en todo el planeta.

Me aproximaba a Haití, aquella isla que tanto había sufrido y que nunca conseguía levantar cabeza. Desde aquí arriba veía las pequeñas casas construidas tan rudimentariamente, esa vegetación tan fértil, el agua transparente de sus playas… Parecía que unos pocos adultos me habían escuchado al acercarme, pero los niños no, y parecían divertirse mientras jugaban. Uno de ellos intentaba volar una cometa que quizás él mismo hubiera construido, pero no sabía hacerla flotar por el aire más de cinco segundos seguidos. Esa tierna imagen me hizo recordar que yo podía ayudar al pequeño a conseguirlo, y así lo hice. Me fui acercando a él poco a poco, con cuidado de que no se asustara como ya habían hecho las personas de su alrededor.

Él seguía concentrado en el vuelo de su cometa: las ondas que hacía al bailar con el viento, y el sonido de las fuertes olas del mar que yo había provocado como música para aquel baile. Solo él permanecía en la calle, todo el mundo se cubría bajo sus frágiles techos y se abrazaban unos a otros, todos menos aquel niño.

Notaba que se estaba divirtiendo, y quería estar más cerca para poder disfrutar junto a él de aquel juego tan simple. Quería ver su cara de emoción, su sonrisa y sus pequeñas manos sujetando la fina cuerda que mantenía la cometa. Las señoras le llamaban, intentaban que fuera consciente de mi presencia pero ninguna tenía el valor de salir a buscarle. Cada vez estaba más cerca, ya podía ver el hueco de aquel diente recién caído, sus heridas en las rodillas de jugar con la pelota, su pelo negro ensortijado, su camiseta de un equipo de fútbol del que jamás había oído hablar… Parecía que me llamaba, que quería que yo hiciera volar aún más alto su cometa, y eso implicaba que debía acercarme más a él, y eso era muy peligroso.

Por primera vez había encontrado a alguien que no huía de mí, y no solo eso, también quería que permaneciera con él. Por primera vez no me sentía solo. La cometa cada vez volaba más y más alto, tanto que los pies del niño comenzaban a tambalearse perdiendo el equilibrio, como si fuera a echar a volar. No aguantaba más, yo también quería sostener aquella cometa y disfrutar de aquel juego. Las mujeres gritaban cada vez más, yo estaba más cerca. Agarré la cometa y acaricié las suaves y delgadas manos de aquel niño. Él me miró por fin, y eso fue todo.

La emoción me invadía, y sin quererlo comencé a derribar tejados, a romper columnas y a arrancar puertas. La cara del niño había cambiado de expresión, me miraba asustado suplicándome que dejara ya su cometa. Al intentar soltarla, la palmera más cercana al niño se partió, cayendo justo encima. Partió la fina cuerda que sostenía la cometa y la vida del niño.

Una vez más cumplí mi objetivo, odiaba haberlo hecho. Hui de allí arrasando con muchas más vidas a mi paso. Fui camino de Estados Unidos, pasando por Cuba y otras islas.

Y aquí estoy a 10 de octubre de 2016, una vez más en mitad del océano esperando a desaparecer.

Alejandra Horcajada Noviembre del 2016
 

Comentarios