ALERTA
MÁXIMA
Mi nombre es Matthew,
nací el 22 de septiembre de 2016 en el extremo oriental del Atlántico. Hoy, a
día 10 de octubre de 2016 mi corta vida está llegando a su fin. Escribo esto
para que vidas como la mía no se queden en el olvido (aunque ni siquiera tú y
yo nos hayamos conocido personalmente).
Por desgracia nací con
un solo objetivo: destruir. Yo no quería, de verdad que no, pero estaba
obligado, era mi función y debía cumplirla. Mi paso por la Tierra ha dejado
1050 muertes, familias ahora incompletas que jamás olvidarán mi nombre, niños
huérfanos, viudos y viudas, gente sin un techo y sin nada que llevarse a la
boca, mientras que tú ni siquiera habrás oído hablar de mí más de dos o tres
veces.
A los pocos días de
nacer comencé a crecer desmesuradamente, haciéndome popular entre los míos y
muy temido por los países del Caribe, sabían quién era y lo que iba a hacer.
Nadie quería que yo
estuviera presente en sus ciudades, intentaban evitarme y se escondían en
cualquier parte. Se suponía que esa era una reacción normal al verme, pero era
horrible. La ira y la tristeza me controlaban, destruí 27 hogares de familias
en Colombia, y mis llantos hicieron desembocar ríos e inundar vías de
circulación. Cientos de personas eran movilizadas incluso antes de que mi
presencia fuera notable, las palabras “Matthew” y “alerta máxima” fueron
trending topic en todo el planeta.
Me aproximaba a Haití,
aquella isla que tanto había sufrido y que nunca conseguía levantar cabeza.
Desde aquí arriba veía las pequeñas casas construidas tan rudimentariamente,
esa vegetación tan fértil, el agua transparente de sus playas… Parecía que unos
pocos adultos me habían escuchado al acercarme, pero los niños no, y parecían
divertirse mientras jugaban. Uno de ellos intentaba volar una cometa que quizás
él mismo hubiera construido, pero no sabía hacerla flotar por el aire más de
cinco segundos seguidos. Esa tierna imagen me hizo recordar que yo podía ayudar
al pequeño a conseguirlo, y así lo hice. Me fui acercando a él poco a poco, con
cuidado de que no se asustara como ya habían hecho las personas de su
alrededor.
Él seguía concentrado
en el vuelo de su cometa: las ondas que hacía al bailar con el viento, y el
sonido de las fuertes olas del mar que yo había provocado como música para
aquel baile. Solo él permanecía en la calle, todo el mundo se cubría bajo sus
frágiles techos y se abrazaban unos a otros, todos menos aquel niño.
Notaba que se estaba
divirtiendo, y quería estar más cerca para poder disfrutar junto a él de aquel
juego tan simple. Quería ver su cara de emoción, su sonrisa y sus pequeñas
manos sujetando la fina cuerda que mantenía la cometa. Las señoras le llamaban,
intentaban que fuera consciente de mi presencia pero ninguna tenía el valor de
salir a buscarle. Cada vez estaba más cerca, ya podía ver el hueco de aquel
diente recién caído, sus heridas en las rodillas de jugar con la pelota, su
pelo negro ensortijado, su camiseta de un equipo de fútbol del que jamás había
oído hablar… Parecía que me llamaba, que quería que yo hiciera volar aún más
alto su cometa, y eso implicaba que debía acercarme más a él, y eso era muy
peligroso.
Por primera vez había
encontrado a alguien que no huía de mí, y no solo eso, también quería que
permaneciera con él. Por primera vez no me sentía solo. La cometa cada vez
volaba más y más alto, tanto que los pies del niño comenzaban a tambalearse
perdiendo el equilibrio, como si fuera a echar a volar. No aguantaba más, yo
también quería sostener aquella cometa y disfrutar de aquel juego. Las mujeres gritaban
cada vez más, yo estaba más cerca. Agarré la cometa y acaricié las suaves y
delgadas manos de aquel niño. Él me miró por fin, y eso fue todo.
La emoción me invadía,
y sin quererlo comencé a derribar tejados, a romper columnas y a arrancar
puertas. La cara del niño había cambiado de expresión, me miraba asustado
suplicándome que dejara ya su cometa. Al intentar soltarla, la palmera más
cercana al niño se partió, cayendo justo encima. Partió la fina cuerda que
sostenía la cometa y la vida del niño.
Una vez más cumplí mi
objetivo, odiaba haberlo hecho. Hui de allí arrasando con muchas más vidas a mi
paso. Fui camino de Estados Unidos, pasando por Cuba y otras islas.
Y aquí estoy a 10 de
octubre de 2016, una vez más en mitad del océano esperando a desaparecer.
Alejandra Horcajada
Noviembre del 2016
Comentarios
Publicar un comentario