Clara Gallego (Mi pedacito de cielo)



MI PEDACITO DE CIELO

Todo empezó un 23 de julio, cuando unas horas antes de nacer una mujer me tenía en sus brazos, abarcándome para que nada ni nadie pudiera separarme de ella, yo en ese momento no sabía lo importante que esa extraña mujer que no conocía de nada iba a ser para mí.

Día tras día, año tras año esa mujer estuvo presente no solo en los buenos momentos sino también en los malos, apoyándome incondicionalmente, regalándome una preciosa sonrisa que me hacía sentir a salvo de todo, los sábados se convirtió en costumbre el ir a cenar a su casa para posteriormente tumbarnos en su cama junto a ella esperando una de sus historias que tanto te enseñaban, yo entonces ignoraba el hecho de que de una forma u otra lo que hacía era prepararme para un día continuar sin ella.

Mis cumpleaños no eran más que otra excusa para verla, para fundirme en sus abrazos, para ir a aquel lugar donde desde pequeña estuve veraneando con ella, no era otra cosa que un pequeño pueblo hacia el norte de Ávila con no más de 40 personas, las cuales iban envejeciendo y falleciendo con el paso de los años. Al ir a misa con ella y sentarnos en aquel banco en frente del sacerdote para que a la que yo llamaba abuela pudiese oír mejor, se veía toda la iglesia, todas las personas ocupando los bancos, la mayoría eran personas mayores y con el tiempo veías desde ese mismo banco como la iglesia iba estando más vacía, no supe darme cuenta de que no solo eran esas personas las que envejecían si no también mi abuela a pesar de que ella siempre me lo decía, pero no creía que fuese así, pensaba que era un futuro muy lejano..., tan lejano que ni siquiera podía imaginármelo, hasta que unas navidades durante la cena vi llorar a la mujer a la que tanto quería y al preguntarla me contestó que ya era muy mayor y seguramente no la quedaban muchas navidades para estar con sus nietos, no la hice caso porque yo pensaba de otra forma, me imaginaba que me vería acabar el colegio, la universidad y casarme a si que no hice otra cosa que regalarla un beso a lo que ella me contestaba con un te quiero y uno de sus apodos que solo ella hacia que sonasen bien.


Así pasaron navidades tras navidades ella viéndome crecer y yo viéndola envejecer lo que llevaba muy mal, empezó a ponerse enferma de numerosas cosas entre las que se encontraba el corazón, estuvo ingresada montones de veces pero yo seguía convencida de que iba a salir de aquello, de que mi abuela podía con todo, veía entrar al sacerdote en la habitación y darla lo que se llamaba la extrema unción y preguntarla: " Pilar estas lista para partir?" a lo que ella respondía con un: "no, todavía tengo que seguir viendo crecer a mis nietos", era lo mejor que podía oír, la necesitaba para seguir, yo no estaba preparada para continuar sin ella. Salió de sus numerosas enfermedades que la dejaban marca pero ella nunca nos lo mostraba, no nos mostraba su lado débil, solo el que sus nietos debían ver para seguir su ejemplo y ser fuertes. tras unos meses volvió a aquel lugar donde nada es bonito, continuábamos viéndola sábado tras sábado, esperaba ansiosa toda la semana para verla, para darla una vez más la cena, para devolverla lo que ella había hecho por mi años atrás, para preguntarla una vez más cuando iba a salir, a lo que ella me contestaba con un: " Clarita reza a las animas benditas, nunca te olvides de rezar" y yo siempre seguí su consejo... y no sé si gracias a eso o a otras cosas salió a la semana del hospital,  esperando que no tuviese que volver mas..., ya no veraneaba conmigo, se quedaba en Madrid, ya no tenía su compañía durante dos meses y medio pero la tenía presente en todo lo que hacía, continuando yendo a misa aunque no fuese con ella, y tras el verano llegaron las navidades, aquellas navidades no fueron unas cualquiera ya que tuvimos que pasar la mayoría del tiempo en el hospital, pero a mí no me importaba si así me devolvían a mi abuela.


El tiempo paso hasta que un año más tarde en el hospital ya no me reconocía, ya no sabía quién era, no me contestaba, yo no era capaz de asumir aquello y estalle en lágrimas, no podía ver como una de las personas más importantes para mí se me escapa de entre las manos, la cogí de la misma, se la bese y la suplique que se quedase conmigo, en ese mismo momento entro aquel sacerdote que hacia tanto tiempo que no venía, se sentó en frente de ella y la pregunto: "Pilar, tienes las maletas hechas?" a lo que ella contesto con un "sí, estoy lista" yo no podía creer lo que estaba viendo, en ese momento supe que nunca más iba a volver a verla en cuanto pasara esa noche.


Al día siguiente al salir del colegio estaba mi madre esperándome para darme la noticia que tanto temía, una persona que me había acompañado desde el primer momento se me había escapado con tanta facilidad...., desde entonces las cosas no fueron las mismas, mi hermana no era capaz de volver a aquel lugar donde veraneábamos con ella, yo nunca volví a celebrar mi cumpleaños, durante un tiempo caí en una pequeña depresión y pensaba las veces que pude abrazarla y no la abrace, las veces que pude besarla y no la bese, las veces que pude sonreírla y no la sonreí, las veces que pude ir a visitarla y preferí quedarme haciendo otra cosas, tenía esa sensación de que no la dije las suficientes veces lo mucho que la quería y lo mucho que significaba para mí, hasta que entendí que no era el final, que no había fallecido, que no se había ido, que una persona no muere mientras haya alguien que la recuerde. Desde entonces cuando volvíamos a Ávila el día de difuntos y aquellas personas compañeras de vida de mi abuela se sentaban conmigo a contarme anécdotas y me decían: " Eres la nieta de Pilar no?"," cuanto te pareces a ella" yo no podía ni puedo estar más orgullosa de mi abuela.

Clara Gallego Noviembre 2016



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