TE GUARDO SITIO EN PRIMERA
FILA
Cuando me diagnosticaron el cáncer, pensaba que no sería el
final, aunque eso es algo que todo el mundo piensa… Pero al parecer el cuerpo
también crece y aunque tú pienses que puedes con todo, hay muchos limites.
Hasta entonces, no me había dado cuenta de lo rápido que
pasa el tiempo. Mis manos ya no son lo que eran, ya no puedo levantar con mis
brazos el mismo peso que podía hace tan solo diez años, mi oscuro y negro pelo,
con el paso del tiempo se ha vuelto blanco canoso, mis piernas no son capaces
de aguantar horas en pie, disfrutando de las calles y de la gente que se encuentra
en ellas, ahora mis viejas piernas piden cada cierto tiempo un descanso. Mi
rostro, mi joven rostro, en el cual había una mirada risueña, llena de vida y
con unas ganas inmensas de aprender y descubrir, es donde ahora solo veo un
rostro viejo, repleto de arrugas, con una mirada cansada, consumida por las
traumáticas experiencias vividas, que hace tan solo veinte años era incapaz de
imaginarme.
La verdad es que no puedo quejarme, mi vida ha sido plena y
feliz, estuve rodeado de amigos, creé una familia, me casé joven, tengo nietos,
disfruté de enormes fiestas, viajes, bautizos, bodas, bailes, del trabajo, el
colegio… Pero también asistí a muchos funerales, funerales de familia,
conocidos, amigos… funerales, que te hacen pensar que todo llega, que en ese
instante son ellos pero que mañana podrías ser tú.
Cando miro a mis hijos, los cuales ya tiene sus vidas,
hijos, familias, empleos… pienso que no hace tanto que les tenía en brazos,
protegiéndoles de los peligros que se encuentran a sus alrededores, y me juré
que nunca les pasaría nada, mientras yo estuviera vivo. Cuando miro a mi esposa
veo a la misma mujer de la que me enamore hace 30 años, la que ha traído a mis
cuatro hijos al mundo, a la mujer que desde que la conocí, supe que pasaría el
resto de mi vida a su lado. Cuando veo a mis nietos me doy cuenta de lo mucho
que han cambiado las cosas, recuerdo como era yo cuando tenía su edad, y todo
lo que quería ser y hacer en un futuro.
Tras estar varios años luchando contra la enfermedad que al
final acabó conmigo, el 21 de diciembre de 2013 en la habitación 121 de la
residencia río Hortega, en Valladolid, sentí que era el final, el final de todo
lo vivido en mis 73 años de vida. Tan solo recuerdo a mi mujer y mis cuatro
hijos en la habitación de aquel frío hospital. Entonces supe que podía dejar de
luchar, que mi momento había llegado, que mis hijos iban a estar bien y mi
mujer podría seguir su vida. Finalmente le dije a la mujer de mi vida: “no te
preocupes, yo te guardo sitio en primera fila”
Gracia de Teresa. 4ºF. 15 de noviembre de 2016
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