Irene Jiménez Berazaluce (Mi historia)




MI HISTORIA

Hola me llamo Pablo, tengo 22 años. Y esta es mi historia. Tenía 13 años, vivía con mis padres y con mi hermano mayor, Julián, en Badajoz. Las noches de los fines de semana, el Paseo de San Francisco se llenaba de jóvenes que se reunían para escuchar música y beber. La juerga se prolongaba sistemáticamente hasta la 2 de la madrugada, cuando la policía municipal cumplía la rutinaria orden de desalojar la plaza.  Mi hermano solía ir con sus amigos y todavía recuerdo nítidamente el primer día que Julián apareció en casa totalmente bebido. No sé cómo consiguió volver a casa porque no se tenía en pié, se tambaleaba por el pasillo chocándose con las paredes, pareciera que estuviera andando por la cubierta de un barco en plena tempestad. Apenas balbuceaba expresiones inconexas, cuando de repente su vómito salió disparado estrepitosamente contra el suelo de nuestra habitación. Los ruidos alertaron a mis padres,  que se levantaron a ver qué sucedía. Sentí el alivio de su presencia, recuerdo a mi madre atendiendo a Julián sujetándole la frente mientras que él vomitaba. También recuerdo a mi padre inquiriéndole sobre qué había tomado, por si había consumido algún tipo de sustancia estupefaciente. De la tensión que viví no pude reprimir mis lágrimas, estaba impresionado, asustado, ¿cómo podía mi hermano, aquella persona a la que más admiraba, mostrarse como un muñeco de trapo?

Transcurrieron unas cuantas semanas, y pude comprobar cómo el carácter de Julián se iba transformando. Alternaba aquellos momentos tan cariñosos conmigo con la mayor  apatía. Sí que observé que en ocasiones volvía especialmente dicharachero, simpático, dejando a un lado esa timidez que le caracterizaba. Sin embargo, pronto me percaté que esa actitud no era natural. El brillo de sus ojos, la sonrisa a veces encajada y en ocasiones, una cierta torpeza al desplazarse, evidenciaban que estos no eran naturales, sino fruto del consumo de alcohol.

Él siempre fue un excelente estudiante, sin embargo, su rendimiento y actitud en el colegio cambió drásticamente. La dirección del colegio advirtió a mis padres sobre el cambio radical de Julián. Comenzó a verse envuelto en episodios violentos hacia sus compañeros y profesores. Finalmente Julián fue expulsado del colegio al comienzo de su último año de Bachillerato. Gracias a la intervención de mi padre fue admitido en otro colegio donde lamentablemente se juntó con otros jóvenes con actitudes similares. No sé todavía cómo pudo aprobar ese año.



Mis padres siempre quisieron que Julián estudiara Derecho continuando con la tradición familiar de tres generaciones de abogados. Todos ellos habían estudiado en Madrid en una de las universidades más prestigiosas de España. Mis padres no se ponían de acuerdo sobre la conveniencia de que Julián fuera a estudiar a Madrid. Mientras que mi padre pensaba que el cambio iba a aportarle la madurez necesaria y que le iba a ayudar a “sentar la cabeza”, mi madre pensaba que corría el grave riesgo de echarse a perder. Finalmente, Julián accedió a irse a Madrid, creo que vio la oportunidad de alejarse de nosotros,  incluso de la ciudad,  y de vivir  nuevas experiencias.

Julián se instaló en un colegio mayor. De vez en cuando, hablábamos con él, pero se mostraba distante. Sabíamos que había hecho numerosos amigos gracias a sus publicaciones en Facebook, pero poco más. Mis padres siempre le repetían una y otra vez: “Julián, disfruta pero controla”. Para asegurarse de que todo iba bien decidieron ir a verle.

Un fin de semana, fuimos a visitarle a Madrid. Nosotros estábamos deseosos de verle, de abrazarle. Llegamos en tren a la estación de Atocha donde habíamos quedado con él. Sin embargo, Julián no estaba, tras numerosas llamadas a su móvil, que no atendió, apareció en la estación como si viniera de juerga, con aquellos ojos brillantes y con un inconfundible olor a alcohol. Fue un mazazo para nosotros. Mi padre montó en cólera, y nos cogió a mi madre y a mí , y nos metió en un tren de vuelta a Badajoz. Durante todo el trayecto mi madre no cesó de llorar.

Esa fue la última vez que vi a Julián. Dos días después, la noche del día 21 de noviembre de 2010, el teléfono sonó repentinamente en casa. Lo atendió mi madre y tras unos largos segundos rompió a llorar.

La llamada era del Hospital La Paz de Madrid. Julián había fallecido en un accidente de tráfico en la madrileña M-40. Conducía a las tres de la mañana sin carné en un coche que le había dejado un amigo. Los análisis de sangre que le habían realizado cuadruplicaban los niveles permitidos de alcohol en sangre.

Han pasado 6 años y ahora estoy aquí con vosotros dando mi primera charla sobre prevención del consumo de alcohol entre adolescentes.
Irene Jiménez Berazaluce. 1º B. Noviembre, 2016

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