Federico De Juan Montoya (Mariposa)




MARIPOSA

Esta es la historia de un niño pequeño, de unos 8-10 años alto y regordete que estaba encerrado en su nube. Sin salida y sin saber que poder hacer, apareció en su vida una figura que podría cambiarlo todo. Como no se sabe qué era “esa figura” vamos a decir que es una mariposa.

La mariposa, como sabemos todos, es un ser que va revoloteando libremente por donde le plazca, el campo y la montaña son sus lugares favoritos, en ellos disfruta del verde de los árboles, el colorido de las flores y el fresco olor que desprende libertad. Desgraciadamente para ella no siempre podía estar en el campo ya que era ya mayor y tenía en la ciudad una familia a la que ayudar.

En la ciudad también vivía el niño al que la mariposa desde que le conoció cuidaba casi todos los días. Iba a recogerle al colegio y a sus actividades extraescolares, le ayudaba varios días entre semana con los deberes, con las matemáticas y con la biología, su clara especialidad. Además, los fines de semana siempre comían juntos y o bien iban a dar un paseo por el monte del que tanto hablaba la mariposa al chaval, o visitaban algún que otro museo o lugar de la ciudad. Antes al chaval no le gustaba ninguna de estas cosas, pero sentía que con la mariposa todo era diferente. Sin saber como, con la mariposa todo se volvía interesante, las lecciones de matemáticas no se hacían tan pesadas, los largos paseos por el monte, con los infinitos nombres de árboles e insectos que la mariposa conocía, le dejaba con ganas de más y las vueltas por la ciudad eran acompañadas por sus “batallitas” de mariposa anciana despertaba una gran admiración en el chaval hacia ella.

El tiempo pasaba pero la mariposa y el niño seguían viéndose, no tanto como al principio ya que la mariposa no tenía las mismas fuerzas que antes y el niño ya no era tan niño y se pasaba más tiempo estudiando y con sus amigos.

Lo que el niño nunca imaginaba acabó sucediendo, la mariposa cayó enferma. Por suerte era estable y la mariposa podría curarse en cualquier momento. Aunque fuera una mala noticia, esto hizo que el chaval se diera cuenta de todo lo que la mariposa había hecho por él y a partir de ese momento decidió ir a visitar más a menudo a la mariposa y compartir más ratos con ella. En esos ratos que pasaban juntos el chaval le contaba su día a día en el colegio, sus notas (lo que preocupaba mucho a la mariposa, ya que el chaval era un poco vago), lo que hacía con sus amigos y comentaban noticias de todo tipo.

Los veranos los pasaban juntos con sus familias en un pueblecillo donde tenían una casa. Allí la mariposa podía disfrutar del ambiente que más la gustaba y el niño era feliz sabiendo que la mariposa lo era. Si la mariposa tenía momentos difíciles ahí estaba el niño para ayudarla en lo que quisiera, acompañarla a donde quisiera y para intentar sacarla alguna sonrisa con sus gracias.

Sin previo aviso la mariposa empeoró, casi siempre se encontraba cansada, rara vez tenía hambre y casi no tenía fuerzas para darse una vuelta. Por todo esto ingresó en el hospital. Cuando el chaval se enteró, antes de pensar en qué podría suceder y en lo que él debía hacer para el día siguiente, quiso ir a visitar a la mariposa con la que tantos buenos momentos había compartido.

Los días para la mariposa en el hospital eran eternos, la medicación la tenía frita y con lo único que se entretenía era con sus complejos crucigramas que con tanta astucia resolvía y con sus innumerables visitas de familiares y amigos. Pero siempre había una visita destacada, la del niño, es cierto que la mariposa no quería que el niño la viera en su estado, pero este no se quería imaginar lo que pasaría sino la visitara.

En el hospital parecía que nada había cambiado entre el niño y la mariposa , era como si siguieran en verano juntos compartiendo cada uno sus historias comentado las noticias e intentando resolver ese crucigrama que tanto les hacía pensar. Lo más distinto a lo que habían vivido juntos antes eran las despedidas. Esos apretones de manos, que el niño deseaba que fueran eternos y sus palabras “recupérate pronto”, “mañana te veo eh” que desgraciadamente tuvieron que llegar a su fin.

Familiares y amigos de ambas familias se quedaron atónitos al conocer la noticia. Todo el mundo se preguntaba porqué a ella con lo buena que era y con todo lo que había hecho por todos, tenía que irse tan pronto. Lágrimas y buenos recuerdos era lo que volvió a nublar la vida del niño después de que supiera de que ya nunca más podrá volver a verlo.

Sin ninguna duda él es la mejor persona que he conocido y que conoceré jamás, sus historias lecciones y curiosidades son las que nunca olvidaré por más que pase. Estos 16 años que he vivido a tu lado han sido los mejores que cualquiera puede desear y el resto de vida que me quede vivirás en mi memoria. Intentaré imitarte en lo que pueda y cuidaré de todos como tu lo hiciste, aunque de antemano sepa que llegar a ser como tú es algo imposible. Nunca olvidaré ese último apretón de manos, nuestro último adiós que ojalá no hubiera tenido que decírtelo. Gracias Abuelo.


Federico de Juan Montoya. 1ºA. Nº15. 06/02/2017.





Comentarios