MARIPOSA
Esta es la historia de un niño pequeño, de unos 8-10 años
alto y regordete que estaba encerrado en su nube. Sin salida y sin saber que
poder hacer, apareció en su vida una figura que podría cambiarlo todo. Como no
se sabe qué era “esa figura” vamos a decir que es una mariposa.
La mariposa, como sabemos todos, es un ser que va
revoloteando libremente por donde le plazca, el campo y la montaña son sus
lugares favoritos, en ellos disfruta del verde de los árboles, el colorido de
las flores y el fresco olor que desprende libertad. Desgraciadamente para ella
no siempre podía estar en el campo ya que era ya mayor y tenía en la ciudad una
familia a la que ayudar.
En la ciudad también vivía el niño al que la mariposa
desde que le conoció cuidaba casi todos los días. Iba a recogerle al colegio y
a sus actividades extraescolares, le ayudaba varios días entre semana con los
deberes, con las matemáticas y con la biología, su clara especialidad. Además,
los fines de semana siempre comían juntos y o bien iban a dar un paseo por el
monte del que tanto hablaba la mariposa al chaval, o visitaban algún que otro
museo o lugar de la ciudad. Antes al chaval no le gustaba ninguna de estas
cosas, pero sentía que con la mariposa todo era diferente. Sin saber como, con
la mariposa todo se volvía interesante, las lecciones de matemáticas no se
hacían tan pesadas, los largos paseos por el monte, con los infinitos nombres
de árboles e insectos que la mariposa conocía, le dejaba con ganas de más y las
vueltas por la ciudad eran acompañadas por sus “batallitas” de mariposa anciana
despertaba una gran admiración en el chaval hacia ella.
El tiempo pasaba pero la mariposa y el niño seguían
viéndose, no tanto como al principio ya que la mariposa no tenía las mismas
fuerzas que antes y el niño ya no era tan niño y se pasaba más tiempo
estudiando y con sus amigos.
Lo que el niño nunca imaginaba acabó sucediendo, la
mariposa cayó enferma. Por suerte era estable y la mariposa podría curarse en
cualquier momento. Aunque fuera una mala noticia, esto hizo que el chaval se
diera cuenta de todo lo que la mariposa había hecho por él y a partir de ese
momento decidió ir a visitar más a menudo a la mariposa y compartir más ratos
con ella. En esos ratos que pasaban juntos el chaval le contaba su día a día en
el colegio, sus notas (lo que preocupaba mucho a la mariposa, ya que el chaval
era un poco vago), lo que hacía con sus amigos y comentaban noticias de todo
tipo.
Los veranos los pasaban juntos con sus familias en un
pueblecillo donde tenían una casa. Allí la mariposa podía disfrutar del
ambiente que más la gustaba y el niño era feliz sabiendo que la mariposa lo
era. Si la mariposa tenía momentos difíciles ahí estaba el niño para ayudarla
en lo que quisiera, acompañarla a donde quisiera y para intentar sacarla alguna
sonrisa con sus gracias.
Sin previo aviso la mariposa empeoró, casi siempre se
encontraba cansada, rara vez tenía hambre y casi no tenía fuerzas para darse
una vuelta. Por todo esto ingresó en el hospital. Cuando el chaval se enteró,
antes de pensar en qué podría suceder y en lo que él debía hacer para el día
siguiente, quiso ir a visitar a la mariposa con la que tantos buenos momentos
había compartido.
Los días para la mariposa en el hospital eran eternos, la
medicación la tenía frita y con lo único que se entretenía era con sus
complejos crucigramas que con tanta astucia resolvía y con sus innumerables
visitas de familiares y amigos. Pero siempre había una visita destacada, la del
niño, es cierto que la mariposa no quería que el niño la viera en su estado,
pero este no se quería imaginar lo que pasaría sino la visitara.
En el hospital parecía que nada había cambiado entre el
niño y la mariposa , era como si siguieran en verano juntos compartiendo cada
uno sus historias comentado las noticias e intentando resolver ese crucigrama
que tanto les hacía pensar. Lo más distinto a lo que habían vivido juntos antes
eran las despedidas. Esos apretones de manos, que el niño deseaba que fueran
eternos y sus palabras “recupérate pronto”, “mañana te veo eh” que
desgraciadamente tuvieron que llegar a su fin.
Familiares y amigos de ambas familias se quedaron
atónitos al conocer la noticia. Todo el mundo se preguntaba porqué a ella con
lo buena que era y con todo lo que había hecho por todos, tenía que irse tan
pronto. Lágrimas y buenos recuerdos era lo que volvió a nublar la vida del niño
después de que supiera de que ya nunca más podrá volver a verlo.
Sin ninguna duda él es la mejor persona que he conocido y
que conoceré jamás, sus historias lecciones y curiosidades son las que nunca
olvidaré por más que pase. Estos 16 años que he vivido a tu lado han sido los
mejores que cualquiera puede desear y el resto de vida que me quede vivirás en
mi memoria. Intentaré imitarte en lo que pueda y cuidaré de todos como tu lo
hiciste, aunque de antemano sepa que llegar a ser como tú es algo imposible.
Nunca olvidaré ese último apretón de manos, nuestro último adiós que ojalá no
hubiera tenido que decírtelo. Gracias Abuelo.
Comentarios
Publicar un comentario