ESTAMOS CRECIENDO
A los 73 años me diagnosticaron alzhéimer, me recetaron
pastillas, tratamientos, ejercicios de memoria, hablar con mi seres queridos… a
mi edad uno sabe cómo funcionan estas cosas, y sabía que era difícil de
superar, que si te quitan poco a poco los recuerdos de toda una vida, a uno no
le queda nada. Al final eso es lo que somos, recuerdos. Lo único que dura para
siempre no son los amigos, ni las fiestas y ni siquiera el amor, son los
recuerdos, esos que te saben decir cuando ha sido el mejor momento de tu vida y
cuando ha sido el peor, esos que te describen como persona y te dicen quien y
como eres.
Al principio reconozco que me dolió bastante saber que iba
a olvidarme de todo lo que me ha ido ocurriendo a lo largo de la vida, que tuve
amigos, familiares, esposa, hijos… Pero despuésés penséé a
los 73 años ya has vivido todo lo bueno y lo malo y si eso es lo que tiene que
pasar…¡Adelante! No le tenía miedo.
Al cabo de un par de años me levantaba todas las mañanas
diciéndome que el alzheimer no acabaría
conmigo, que yo acabaría con el. Pero empezaron graves pérdidas de memoria, no como esas de “donde estarán las llaves” “creo que he perdido las gafas”… No, no me acordaba de donde
vivía, de si había o no comido, de cómo se llamaban mis hijos, del rostro de mi
esposa…
Mis hijos decidieron ingresarme en una residencia a 30
minutos de casa. Al principio venían cada dos semanas, despuésés cada mes, despuésés antes de vacaciones hasta que un día
dejaron de venir. Me hice amigo de una señora que venía a ver a su marido, éste
falleció pero ella continuó viniendo a verme. La gustaba escucharme, su nombre
era María. Al principio me era fácil contarla cosas, pero con el tiempo… los
recuerdos estaban borrosos, hasta que un día no pude acordarme de prácticamente nada.
Maria seguía viniendo todos los miércoles de cada semana. Me olvidé de mis hijos, nietos, amigos…
Nunca nadie se acordó de mi cuando estaba en la residencia
pero al contrario que yo, ellos no tenían alzhéimer.
Tenía breves momentos de lucidez, y me acordaba de cómo
eran las cosas, de toda la gente a la había conocido, de todas las historias y
tonterías hechas de niño, de cómo pasaba el tiempo…
El día de hoy,3 de enero de 2007, es el día de mi muerte.
Por primera vez desde hace una década
recuerdo todo lo bueno y todo lo malo, la sala está llena de gente a la que hacía
que no veía 10 años. En primera fila estaban mis hijos, y María esa mujer que
aunque no me conocía de nada, renunció a todas las tardes de sus miércoles para verme y hacerme sentir
querido de alguna manera.
Y entonces entendí que están todos tan ocupados creciendo
que no se dan cuenta que sus padres también crecen.
Gracia de Teresa.4ºF.
22-02-2017
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