NORMANDÍA
Hoy es 6 de junio. Lo
sé porque el verano está cerca y nos han dicho que después de esta misión nos
vamos a poder ir a casa con nuestras familias. No estoy muy seguro de que año
es ni de cuánto tiempo llevo aquí pero la gente tampoco lo quiere comentar mucho.
Nos montan a todos en
un barco alrededor de las 2:15 de la mañana. La gente casi no se conoce por lo
que intentan hacer lo que sea por no caer dormidos: unos cantan, otros rezan,
algunos están vomitando todo lo que han comido por el movimiento de las olas.
Nos avisan de que queda
menos de media hora para desembarcar, los paracaidistas ya han saltado pero no
hemos recibido ninguna noticia de ellos.
Cuanto menos tiempo
queda para desembarcar el tiempo se va poniendo peor, cada vez llueve más, la
mayoría de la gente de mi barco ya no es tan brava como aparentaba ser. Tengo
un mal presentimiento, pero me lo quito de la cabeza pensando que en pocos días
estaré de vuelta en casa.
“Últimos 2 minutos” nos
grita el capitán. La tensión se palpa en el ambiente. Si te asomas por la borda
puedes empezar a ver tierra.
Llegó el momento bajan
las compuertas del barco. Cuando bajan del todo el tiempo se para. Es algo que
nunca se me olvidará.
Las balas empiezan a
ser disparadas, las sensaciones empiezan a mezclarse; adrenalina, nervios,
miedo y ansia de victoria.
Nos dicen que saltemos.
Algunos compañeros se ahogan por el peso del equipamiento, otros son alcanzados
por las balas que van de bando a bando. Yo consigo saltar sin ser dañado nado
lo más rápido que puedo hasta llegar a hacer pie. Consigo ponerme a cubierto en
una grieta hecha por una granada.
Intento
ayudar a mis compañeros a que lleguen pero muchos de ellos ya están muertos
cuando llegan a la orilla. Las olas empiezan a teñir la orilla de un rojo que
no me gusta nada.
En ese momento un
capitán de otro escuadrón nos manda movilizarnos a todos aquellos que hayamos
conseguido llegar a la orilla para conseguir una posición mejor.
Mientras corría
siguiendo al resto de soldados oia las balas de las ametralladoras alemanas,
las explosiones de las granadas, gritos de los heridos pidiendo ayuda además de
las ordenas de distintas capitanes que te decían cosas distintas.
Mientras corría hacia
la posición que nos habían indicado note un clic. Fue menos de un segundo el
tiempo que lo note pero se me hizo eterno. En el momento que hizo contacto se
me empezaron a pasar pensamientos por mi cabeza; como cuando era pequeño
jugando con mis hermanos, cuando me aliste, cuando recibí la primera carta de
mi madre e incluso cuando el capitán nos dijo que después de esto podríamos
volver a casa.
Mi cerebro me dijo que
no moviera el pie pero mi cuerpo no respondió a la orden y cuando levante el
pie para dar el siguiente paso. Deje de oír los disparos, no veía a ninguno de
mis compañeros, deje de estar en esa playa de arena roja, no veía nada; pero me
sentía bien, no estaba seguro que había pasado pero ya se había acabado la
guerra para mí.
José
Peñafiel Luengo 1*A 02/17
Comentarios
Publicar un comentario