MI
PEOR PESADILLA
Al escuchar su nombre por la televisión se me puso la
piel de gallina, sentía que me faltaba el aire y así sin darme cuenta, todo el
miedo que sentí en mi infancia se apoderó de mí. ¿Cuál creéis que es la peor
pesadilla de un niño pequeño? ¿Monstruos? ¿Fantasmas? No, os puedo asegurar que
la peor pesadilla de cualquier niño es llegar a casa y no encontrar a sus
padres, no saber ni dónde están, ni si están bien o mal.
Durante toda mi infancia temí que mis padres tuvieran
que irse, o que simplemente se los llevaran. Hace ya mucho tiempo que no tengo
ese miedo, pero aún estando en mi propio salón con mi propia familia se que mis
miedos de la infancia se hicieron realidad en pocas horas.
Mi historia fue real y fue tan real que aún siento angustia
cuando todo se queda en silencio. Todo lo que yo viví es muy común y le sigue
pasando día a día a algunos niños.
Mi padre tenía un protocolo, yo sabía perfectamente lo
que tenía que hacer si llegábamos a esa situación simplemente nunca creí que fuéramos
a llegar a ella.
Ningún niño debería experimentar ese tipo de miedo. A
mis 14 años un día normal y corriente volvía del colegio, todo estaba como
siempre, doblé la calle y llegué a mi casa. Los coches estaban aparcados y la
bicicleta de mi hermano, como siempre, tirada en el porche. Yo estaba
especialmente contenta, no recuerdo muy bien por qué. Subí corriendo a mi cuarto y me cambié de
ropa. Al bajar las escaleras me fijé en que la televisión estaba encendida, la
mesa estaba puesta, olía de maravilla y los zapatos estaban apiñados en la
puerta...pero no estaban ni mis padres ni mi hermano.
Me invadió la soledad de la casa, se me hizo un nudo
en la garganta y la angustia que sentí fue tan real que hoy en día la sigo
sintiendo de vez en cuando. Empecé a llamarles sin obtener ningún tipo de
respuesta, estaba sola, literalmente. Subí a mi cuarto y me escondí debajo de
la cama, no sé cuánto tiempo estuve ahí, pero mi cuerpo se quedó helado al
pensar que ellos podrían venir a por mí, aunque ahora no sé muy bien a que
ellos me refería.
Unas horas después alguien llamó a la puerta repetidas
veces, bajé temblando y al ver una cara familiar sentí un gran alivio, aun que
solo fuera la vecina de enfrente.
Yo ya sabía la situación de mis padres, sabía que esto
podría pasar simplemente nunca imaginé
que me fuera a pasar a mí. Gracias al protocolo de mis padres y a unos buenos
amigos pude acabar el colegio, y con los ahorros que me dejaron pude ir a una
buena universidad. Tuve mucha suerte pero mi existencia en si era muy difícil.
Estaba rodeada de personas que se preocupaban por mí, pero cada logro era muy
doloroso ya que no podía compartir mi alegría con mi familia.
No me avergüenza decir que soy hija de inmigrantes, lo
que me avergüenza es saber que nadie se preocupó por mí. Nadie del gobierno se
aseguró de mi bienestar, si no hubiera sido por mis amigos y conocidos no sé lo
que hubiera sido de mí.
He crecido rodeada de gente ajena a este problema. Mi
familia y yo hemos estado tanto tiempo separados que para mí son como unos
completos extraños. Nadie tendría que ser separado de su familia de esta manera
y menos un niño pequeño.
Mi nombre es Diane Guerrero, soy actriz y ciudadana
estadounidense de padres venezolanos inmigrantes, y voy a poner mi granito de
arena para que ningún niño, ni ninguna familia tenga que pasar por lo que
pasamos nosotros.
Natalia Marcos, 1ºbachillerato B
Comentarios
Publicar un comentario