María Casado (Las cosas que no me atrevía decir)






Desde el momento en que fui consciente de lo que estaba pasando supe que algo debía hacer.
Para sentirte aquí, sentir tu presencia, tus ojos en mí.
Y acabó siendo así, leyendo antes que marcharas al mundo al que ahora te aferras y pensando en voz alta "no hay vuelta atrás".
Y así nosotros sintiéndote cada vez más fuerte, cada vez más cerca.


Leo estas palabras como a él le habría gustado,
no es fácil decirlas sin antes haber llorado,
pero él se alzaría y tras mis lágrimas secar,
ni un segundo dudaría en ponerse aquí a mi lado.

Para apoyarme y ayudarme,
también enseñar a comportarme,
un "no tengas vergüenza" para animarme,
y aquí estoy sin cuenta darme.

Mejor que allí no vas a estar,
así que solo escucha esto,
porque te voy a mostrar,
lo que nos has enseñado, maestro.

Empezaste con cuatro niños,
pasaste dejando huella por "El Rebollet",
sin darte cuenta llegaron 4 pequeños,
nietos que cumplen tus sueños de ayer.

Nos enseñaste a contar,
voy a explicártelo así:
Cosas que te hagan feliz debes sumar,
pero aquello que te haga llorar, restar,
lo que te haga reír, debes multiplicar,
mas aquello que puedas compartir, dividir.

Ahora aprovecho para comentar,
lo que un día por mi cabeza vi pasar
y que por simple vergüenza,
 aunque quisiera, no me atreví a contar.

Qué tonta fui, ¿Verdad?
Ocultándote todo lo que pensaba,
y perdí el tiempo en realidad,
imaginando que me mandarías callar.

Perdóname, abuelo, si me enfadé sin razón,
por hacerte rabiar y dañar tu corazón,
pues bien sabes que al rato lloraría en mi habitación,
por haber descolocado las piezas de tu perfección.

Por otra parte te doy gracias,
por habernos enseñado tanto,
empezando por matemáticas,
pasando por clases canto,
y terminando con los buenos modales
 de un hombre que calmó mi llanto.

Siempre dispuesto a alegrarte,
con uno de sus mejores chistes
contados con ese arte,
en nuestros días más tristes.

El hombre de mi semáforo,
gran maestro de vida,
brillante como el fósforo,
te marchas dejando heridas.

Mas no te debes preocupar,
porque tú nos enseñaste a curarlas,
el tiempo pone cada cosa en su lugar
y no tardará mucho en colocarlas.

Siempre mantenerte fuerte deberás,
y ni se te ocurra mirar atrás,
siempre mirando hacia delante,
que el error del pasado, es irrelevante.

Siempre con algo bueno que decir,
tenías alguna queja que añadir,
anécdotas que amabas compartir,
y chistes que contabas para hacernos reír.

Adicto al sonido de las risas,
amante del viento levante,
soñabas con las nubes que ahora pisas,
un placer de tu vida formar parte.

Me niego a ponerle fin a esto,
siempre tuya será una parte de mí,
y está claro que así manifiesto,
las cosas que no me atreví a decir.

Poco mas puedo aportar,
esto es todo lo que siento,
este es Dimas Cucart,
la arena de mi desierto.



María Casado Cucart, 1º B, 3/septiembre/2016

Comentarios