Lucía Fernández-Gil (Gente)




GENTE

Gotas de agua caen sin cesar, de un lado para otro, van sin dirección ni sentido, pero con una banda sonora detrás de cada una de ellas. Son diferentes, una inmensa vida hay dentro de ellas, tienen problemas, pasiones, vicios y algún que otro día malo. Pero juntas forman un gran volumen de agua.

Suelen estar recogidas en jarras u otros recipientes, algunas son más libres, como las de la lluvia en un día tormentoso acompañado de unos potentes truenos, otras se sitúan en mares, dibujando olas salvajes y perfectamente onduladas. Las de los ríos no se me olvidan, bajan con energía por las laderas y son muy rápidas, y las de los pantanos y lagos, densas y vagas descansan sin mover ninguna articulación.

Me gustaría decir que ellas son originales, pero todo lo contrario. Todas son exactamente iguales y casi no se diferencian entre ellas por una sencilla razón. Se mueven juntas al mismo ritmo, coordinadas, donde va una va la otra sin separarse en algún momento y todas ellas forman un conjunto llamado agua. La única diferencia que poseen es su estado y las diferentes situaciones en las que se pueden encontrar.

Puedo intuir que cada una de ellas en su interior se siente especial, única y brillante, y que piensa que todas las demás simplemente son agua y nada más que eso, son egoístas. Algo hay dentro de cada una, sentimientos espectacularmente distintos. Emociones infinitas, unas muy dramáticas, otras un tanto enamoradizas...Pero, ¿De qué sirven estos sentimientos si a la hora de actuar son idénticas?

Ellas se mueven en un ciclo interminable y todas desembocan en el mismo sitio, tienen capacidad para cambiar, pero no quieren, prefieren ser igual que todas ya que es lo más cómodo. Es triste, me da pena que no reaccionen, pero nunca lo harán.

Cambiemos el rumbo del relato  y digamos que las gotas somos cada uno de  nosotros, al fin y al cabo tampoco hay tanta diferencia.
Lucía Fernández-Gil Ríos, 1º Bach. A
26/05/17

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