ETERNA
Perder
personas duele, perder abuelos mata.
Empezaste
cuidándome tú, protegiéndome de mis miedos y de las esquinas de las mesas,
sabías demasiado bien que era muy patosa y desastre.
Me
hiciste valiente, era demasiado vergonzosa de pequeña y tú siempre me animaste
a relacionarme con la gente. Siempre me contabas historias para tenerme
entretenida, lo que no sabías es que cuando yo estaba contigo era la persona
más feliz del mundo. México, Pontevedra, el mundo entero…conocías a tanta gente
que a mí siempre me daba envidia que tuvieras tanta facilidad de hablar y
sobretodo de caer bien a la gente. Nunca llegué a conocer a una persona que dijera
nada malo de ti.
Todo
el mundo sabía que eras la mejor; lo guapa que eras, y lo elegante que ibas
siempre pero sin llamar la atención. Lo que más me encantaba de ti era tu
sencillez, como una persona así podía pasar desapercibida.
Crecí
y aprendí que no todo en la vida es tan bueno como me lo pintabas en tus
historias. Llegaron los días malos y nunca fui consciente de que te ibas yendo
poco a poco. Ahora es cuando pienso que debería haber llamado más, haber ido
más domingos a tu casa para que me ayudaras con mates y acabar viendo “¡Ahora
Caigo!” porque decías que Arturo Valls te parecía muy chistoso.
Siempre
me pareció fascinante que después de 50 años viviendo en España siguieras
teniendo ese acento mexicano y gallego que te hacía más única aún. Ese: “¿Bea
te lastimaste?” cada vez que me caía y se te paraba el corazón del susto.
Cada
vez que me recogías del cole porque estaba enferma y me preparabas tu famoso
arroz para que me sintiese mejor y me dejabas sentarme en tu sillón para
hacerme la reina de la casa por unas horas.
Siempre
me hiciste sentirme especial, aunque no hablara mucho, siempre me decías todo a
través de la mirada, tu mirada, esa manera tan especial y con tanto brillo con
la que me mirabas. Me enseñaste la importancia de la familia y el estar rodeada
siempre de gente que me hiciera feliz.
Las
nochebuenas en tu casa, que me pelabas las gambas porque me mordía las uñas y
siempre me reñías por eso. Cuando íbamos al cine y te quedabas dormida porque
decías que la butaca era muy cómoda. Tus caramelos de lima-limón que curaban 10
mil enfermedades.
Los
médicos dijeron que el cáncer te mató, pero eso es mentira. A ti no te apaga ni
nada ni nadie.
Me
ahorro los te quiero y los abrazos para ti, porque eres la mejor.
Que
sepas que ya casi no me muerdo las uñas, y ya tengo menos vergüenza, gracias a
ti.
El
mar es el mejor lugar para acordarse de las personas que quieres, y tú, siempre
serás mi mar.
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