Beatriz Sobera (Eterna)




ETERNA

Perder personas duele, perder abuelos mata.

Todo empezó cuando te vi por primera vez, aún sin ser consciente yo ya sabía que iba a quererte siempre.

Empezaste cuidándome tú, protegiéndome de mis miedos y de las esquinas de las mesas, sabías demasiado bien que era muy patosa y desastre.
Me hiciste valiente, era demasiado vergonzosa de pequeña y tú siempre me animaste a relacionarme con la gente. Siempre me contabas historias para tenerme entretenida, lo que no sabías es que cuando yo estaba contigo era la persona más feliz del mundo. México, Pontevedra, el mundo entero…conocías a tanta gente que a mí siempre me daba envidia que tuvieras tanta facilidad de hablar y sobretodo de caer bien a la gente. Nunca llegué a conocer a una persona que dijera nada malo de ti.

Todo el mundo sabía que eras la mejor; lo guapa que eras, y lo elegante que ibas siempre pero sin llamar la atención. Lo que más me encantaba de ti era tu sencillez, como una persona así podía pasar desapercibida.

Crecí y aprendí que no todo en la vida es tan bueno como me lo pintabas en tus historias. Llegaron los días malos y nunca fui consciente de que te ibas yendo poco a poco. Ahora es cuando pienso que debería haber llamado más, haber ido más domingos a tu casa para que me ayudaras con mates y acabar viendo “¡Ahora Caigo!” porque decías que Arturo Valls te parecía muy chistoso.

Siempre me pareció fascinante que después de 50 años viviendo en España siguieras teniendo ese acento mexicano y gallego que te hacía más única aún. Ese: “¿Bea te lastimaste?” cada vez que me caía y se te paraba el corazón del susto.

Cada vez que me recogías del cole porque estaba enferma y me preparabas tu famoso arroz para que me sintiese mejor y me dejabas sentarme en tu sillón para hacerme la reina de la casa por unas horas.

Siempre me hiciste sentirme especial, aunque no hablara mucho, siempre me decías todo a través de la mirada, tu mirada, esa manera tan especial y con tanto brillo con la que me mirabas. Me enseñaste la importancia de la familia y el estar rodeada siempre de gente que me hiciera feliz.

Las nochebuenas en tu casa, que me pelabas las gambas porque me mordía las uñas y siempre me reñías por eso. Cuando íbamos al cine y te quedabas dormida porque decías que la butaca era muy cómoda. Tus caramelos de lima-limón que curaban 10 mil enfermedades.

Los médicos dijeron que el cáncer te mató, pero eso es mentira. A ti no te apaga ni nada ni nadie.

Me ahorro los te quiero y los abrazos para ti, porque eres la mejor.

Que sepas que ya casi no me muerdo las uñas, y ya tengo menos vergüenza, gracias a ti.

El mar es el mejor lugar para acordarse de las personas que quieres, y tú, siempre serás mi mar.

Te quiero, siempre brillarás.

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