Jaime Muriel López (Sal de tu Tierra)




SAL DE TU TIERRA

Hola, voy a contar una historia sobre un misionero destinado a Kenia.

Javier, nacido en Ciudad Rodrigo, Salamanca, decidió a los 24 años dejar su vida corriente en España y dedicarse a ayudar a personas colaborando con la Iglesia. Su historia es la siguiente:

Llevaba aquí 7 meses, cuando todo ocurrió. Llegué a un pequeño pueblo en el condado de Garissa, con 24 años. Desde hace tiempo sentía una necesidad de ayudar, una especie de llamada, para salir de mi tierra.

En el pueblo había un sacerdote argentino llamada Manuel. Él llevaba ahí 2 años cuando llegué. Conocía muy bien a los habitantes y sabía cómo hablarles, cómo solucionar cualquier problema. Al principio, llegué y fue difícil adaptarse, pero no me pude quejar. Todos eran buenas personas. La mayoría, cristianos. Muchos tuvieron que escapar de su tierra natal y buscar un nuevo lugar, y consiguieron llegar aquí.

Al pasar un tiempo, vi que lo que querían era estar felices, conocer más la religión cristiana y trabajar los unos con los otros para mejorar las cosas. Manuel había sido ingeniero antes de ser sacerdote. Poco tiempo después de que él llegara, construyeron una capilla, en la que rezaban todas las mañanas e iban a misa los domingos. Crearon un  sistema de riego, consiguiendo cultivar de sobra, para vender la cosecha y comprar más bienes. Como madera, por ejemplo, para construir nuevas casas, quedando una para cada familia. Cuando yo llegué, comenzamos a ampliar la escuela y renovarla, construyendo nuevas aulas y comprando materiales. La voluntad de Manuel, junto con el esfuerzo de todos los habitantes, permitieron crear un lugar feliz, una comunidad basada en el amor al prójimo, un lugar seguro. O eso creía, hasta que todo ocurrió.

Un grupo de milicianos, pertenecientes a la banda yihadista Al-Shabab, amenazaban varias zonas del este de Kenia desde hace tiempo. Un día, en el que yo había salido a comprar provisiones al pueblo más cercano, decidieron atacar nuestro pueblo. Afortunadamente, los aldeanos habían sido avisados un poco antes, pero Manuel se quedó atrás, ayudando a todos a evacuar. No sé por qué se quedó, quizás quería convencer a los milicianos, pero no logró sobrevivir.

Pasaron unas semanas y las autoridades habían arrestado al grupo de terroristas. Los vecinos volvieron, y comenzamos a construir de nuevo el pueblo, empezando por la capilla. Recordando cada día a Manuel, en la oración.

Manuel había cumplido con su deber, y todos sabíamos que por su vocación, su valentía y su entrega, sería recompensado cuando llegara al cielo. Y que siempre estaría con nosotros, ayudando a construir una vida mejor.

Jaime Muriel López. 4ºESO E

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