Jorge Garrigues (La triste historia de un niño loco de amor)




LA TRISTE HISTORIA DE UN NIÑO LOCO DE AMOR

Era lunes empezaba a atardecer, yo sentía su mirada ardiente enfocándome justo a mi pues era curioso me causaba incertidumbre, noté que ella quería hablar conmigo sus imantados labios me atraían, pero los míos eran de madera.

Parecía que su pelo brotaba de las cenizas ardientes de mi corazón ella me hacía pedazos me dolía, pero todo eso para mí era bueno pues logre así verme mejor por dentro, pero algo en algún lugar de mi triste y lúgubre cabeza no me dejaba parar de pensar en ella, y ella asimismo no cedía ni un ápice.

Yo lo único que quería era que ella me cogiera de las manos y me hiciera volar más alto que las nubes, perderme en el laberinto de sus ojos color miel y no salir jamás a este mundo sin compasión, solo quería vivir en su pasión, pero yo no soy lo primero en este mundo, en este mundo lo primero es vivir, aprender, crecer y morir así en la hipocresía de este pueblo hundido en la hipocresía.

Mi corazón estaba cerrado a cal y canto ante la tentación de esa mujer perfecta, pues a veces hay que dejar pasar a las mejores oportunidades y a las mejores personas por causas superiores a nosotros que nos obligan a sellarnos y a establecer barreras infinitas entre nosotros y la realidad.

Pero ella era especial iba intentando pasar mis muros como si fueran piedras, pero yo no podía, aunque quisiera, no podía centrarme en otro mundo al que no pertenecía, mi mundo era oscuro en el que no existía amor solo existía un dolor más profundo que el mayor hoyo, en el que al final se encontraba mi corazón.

Pero yo no tenía tiempo para pensar en otra cosa que no fuera mi dolor, lo siento, pero no puedo estar con nadie, un corazón que no puede amar puede ser el arma más peligrosa para las personas que la quieren, este corazón oscuro podía contagiar el tuyo libre y lleno de esperanza y encarcelarlo en una jaula y eso nunca me lo podría perdonar.

Prefiero que este con otro feliz que conmigo recogiendo los pedazos de mi alma rota, se supone que eso es amor, pero no te lo podría decir ya que nunca he podido comprobarlo.

Aun así, gracias. Gracias por todo. Gracias por venir cada mañana con una sonrisa que acaba haciéndome sonreír a mí también. Gracias por cada mirada, cada una de esas que tiñen mi cara del color del río de la plata, cada una de esas que hacen de combustible inconsumible para mi vida.

Gracias por cada lágrima seca cada vez que pestañeo cuando hablo contigo. Gracias por cada risa, por cada susurro, gracias por llegar a mi vida pues fue Con mi mano temblorosa, con la que leí el braile de la tez de su cara

Una caricia que decía Gracias por haberlo intentado.  

Jorge Garrigues 4º F 2018
                

Comentarios