Carlos Moro (Destinados)



DESTINADOS

Todavía recuerdo el día en el que conocí a mi gran amigo. Tenía solo 1 mes de edad cuando ya le empecé a coger mucho cariño. Llegaba del colegio y solo tenía ganas de verle, de estar con él, jugar con él y pasar un buen rato.

Recuerdo todos los momentos que pasamos juntos, todas las veces que alguien se acercaba y tú le gruñías y te enfadabas. Lo celoso que te ponías cuando no estaba contigo y estaba con otro y me empezabas a poner cara de pena, diciendo quiero que juegues conmigo no con otro.

Ese día cuando te encontré en la calle y subimos a casa, me rio cada vez que pienso como me miro mama cuando me vio jugando contigo por primera vez, la bronca que me echo, pero mi madre supo desde el primer momento que habíamos conectado y que íbamos a hacer todo lo posible para seguir juntos. También recuerdo cuando llego mi padre que dijo no era lo suficiente responsables como para estar juntos y nunca olvidaré el momento en que me obligo a bajarte a la calle.

Pasaron 3 semanas y yo solo quería estar contigo, volver a jugar contigo. Que contento me puse el día que te volví a ver de nuevo, lo mucho que me sorprendió que me reconocieras y que vinieras corriendo a saludarme. En ese instante me percate de que el destino nos quería juntos.

Volví de nuevo a casa contigo y mis padres te cogieron cariño, decidieron que te podías quedar unos días pero no para siempre. Me dolía irme de casa al colegio y dejarte ahí solo viendo como llorabas porque no querías que me fuera. Sin embargo me alegraba lo feliz que te ponías cuando volvía del colegio, como saltabas, me mirabas como si fuera tu salvador y eso es algo que nunca entendí.

En la cena hablamos sobre qué haríamos contigo y les convencí para que te quedaras para siempre, con la única condición de que todos los días bajáramos os dos por la mañana, al mediodía y por la noche un rato al parque a dar un vuelta.


Todos los días bajábamos y que bien te o pasabas jugando con los demás. Un día haciendo una revisión en el médico me dijeron que a lo mejor dejabas de andar para siempre, que tenias que operar y que si salía mal… Recé esos 2 días que estuviste ingresado para que todo saliera bien, y al final todo salió bien.

Cada día te hacías más mayor, te costaba mas bajar, solo querías descansar y ya no jugabas con los demás. Llegó un punto en el que ya no corrías, te costaba todo.

Todos los días pienso en ti, en el día en el que de repente ya no estabas. Supe que nunca podría encontrar a alguien como tú, me ensañaste que eras el mejor amigo que alguien podía tener. Alguien que sin decir ni una palabra me entendía, y yo te entendía aunque no hablaras. Siempre te conté todo lo que me pasaba y tú estabas para escucharme.

En tus 15 años de vida me hiciste muy feliz, me enseñaste muchas cosas sin nunca haberme dicho una palabra. Nunca olvidaré tu último ladrido, y todos los momentos que vivimos. Cada día que llego a casa deseo que seas tú quien me dé la bienvenida.

Solo tengo palabras de agradecimiento, me enseñaste, que aunque no dijeras nunca ni una palabra valías más que muchas personas. Y sé que tú siempre serás el único al que yo le importa mas que a ti mismo

Gracias por todo






Carlos Moro Ribera, 1ºB, 23-05-2018

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