LA EDUCACIÓN, UN GRAN PRIVILEGIO
Todo empezó un martes, me levanté y como de costumbre fui a la escuela,
allí junto con mi grupo de amigos, reíamos, disfrutábamos y mostrábamos mucho
interés hacia ese privilegio con el que no todos contaban, la educación, ya que
aquí, en la República del Congo, no todos tenemos esa suerte.
Cuando
terminamos, salimos del cole y camino a nuestras casas fuimos interrumpidos por
unos hombres armados, los cuales nos obligaron por la fuerza a ir con ellos,
diciéndonos que íbamos a ser entrenados para poder colaborar con la seguridad
de nuestro país. Entonces nos metieron en un camión junto con más niños y
niñas, algunos eran mayores de edad y otros no, en mi caso y en el de mis
compañeros, tan solo teníamos once años.
Nos
llevaron a un lugar inhóspito, donde apenas había agua y alimentos, allí había
más niños, nada más salir del camión, se llevaron a las niñas. En ese momento
no comprendí por qué se las llevaban, pero volvieron llorando y muy afectadas,
por lo que con el paso del tiempo he comprendido que las violaron. Acto seguido
nos pegaron una paliza y nos golpearon con una barra en la planta de los pies,
tanto a los niños como a las chicas. Y cuando estábamos tan cansados y
doloridos que no podíamos ni mover un músculo nos entregaron unos uniformes.
Nos
explicaron que nuestra misión era obedecer y proteger a los soldados, las niñas
eran obligadas a permanecer junto a los soldados mayores, mientras que nosotros
éramos asignados a grupos aleatoriamente.
Nuestro
adestramiento consistía en montar y desmontar armas, si nos negábamos a
hacerlo, nos golpeaban; si no podíamos correr porque los zapatos que nos habían
dado eran demasiado pequeños nos golpeaban, si enfermábamos, nos golpeaban por
una barra y saltaban sobre nuestro cuerpo; y si por un casual intentábamos
escapar podíamos recibir palias de muerte o incluso nos disparaban.
Tuvimos
que realizar varias misiones, las cuales resumo en dos simples palabras
matábamos a muchos, era muy duro porque debías disparar cuando te ordenaban
hacerlo, si no podías se ejecutado.
Un buen
día encontré a mi padre, el cual llevaba mucho tiempo sin recibir noticias
mías, entonces conseguí escapar con él. Durante un par de meses todo iba bien,
volvía la escuela e intenté retomar mi
vida; pero un día los soldados me reconocieron y me llevaron de vuelta con
ellos, recibí tantos golpes que me desmayé y después todo volvió a ser igual.
Ya llevaba casi un año después de haber
regresado, entonces un día conseguí escaparme y volver con mi padre.
Cuando me
reuní con él me puso bajo la protección de la organización Save the Children,
los cuales me dieron muchos cuidados y tres meses después, aquí estoy en la
Corte Penal Internacional declarando con el ex líder miliciano congoleño Thomas
Lubanga, que fue el mayor responsable de mi sufrimiento y el de mis compañeros.
Me llamo
Faraji Rometru, soy un ex niño soldado y espero que nadie más tenga que pasar
por lo que yo he pasado.
Hugo
Klingenberg
4º ESO E
14
05/2018
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