Hugo Klingenberg (La educación, un gran privilegio)



LA EDUCACIÓN, UN GRAN PRIVILEGIO


Todo empezó un martes, me levanté y como de costumbre fui a la escuela, allí junto con mi grupo de amigos, reíamos, disfrutábamos y mostrábamos mucho interés hacia ese privilegio con el que no todos contaban, la educación, ya que aquí, en la República del Congo, no todos tenemos esa suerte.
 
Cuando terminamos, salimos del cole y camino a nuestras casas fuimos interrumpidos por unos hombres armados, los cuales nos obligaron por la fuerza a ir con ellos, diciéndonos que íbamos a ser entrenados para poder colaborar con la seguridad de nuestro país. Entonces nos metieron en un camión junto con más niños y niñas, algunos eran mayores de edad y otros no, en mi caso y en el de mis compañeros, tan solo teníamos once años. 

Nos llevaron a un lugar inhóspito, donde apenas había agua y alimentos, allí había más niños, nada más salir del camión, se llevaron a las niñas. En ese momento no comprendí por qué se las llevaban, pero volvieron llorando y muy afectadas, por lo que con el paso del tiempo he comprendido que las violaron. Acto seguido nos pegaron una paliza y nos golpearon con una barra en la planta de los pies, tanto a los niños como a las chicas. Y cuando estábamos tan cansados y doloridos que no podíamos ni mover un músculo nos entregaron unos uniformes. 

Nos explicaron que nuestra misión era obedecer y proteger a los soldados, las niñas eran obligadas a permanecer junto a los soldados mayores, mientras que nosotros éramos asignados a grupos aleatoriamente. 

Nuestro adestramiento consistía en montar y desmontar armas, si nos negábamos a hacerlo, nos golpeaban; si no podíamos correr porque los zapatos que nos habían dado eran demasiado pequeños nos golpeaban, si enfermábamos, nos golpeaban por una barra y saltaban sobre nuestro cuerpo; y si por un casual intentábamos escapar podíamos recibir palias de muerte o incluso nos disparaban.

Tuvimos que realizar varias misiones, las cuales resumo en dos simples palabras matábamos a muchos, era muy duro porque debías disparar cuando te ordenaban hacerlo, si no podías se ejecutado.  

Un buen día encontré a mi padre, el cual llevaba mucho tiempo sin recibir noticias mías, entonces conseguí escapar con él. Durante un par de meses todo iba bien, volvía  la escuela e intenté retomar mi vida; pero un día los soldados me reconocieron y me llevaron de vuelta con ellos, recibí tantos golpes que me desmayé y después todo volvió a ser igual. Ya llevaba  casi un año después de haber regresado, entonces un día conseguí escaparme y volver con mi padre. 

Cuando me reuní con él me puso bajo la protección de la organización Save the Children, los cuales me dieron muchos cuidados y tres meses después, aquí estoy en la Corte Penal Internacional declarando con el ex líder miliciano congoleño Thomas Lubanga, que fue el mayor responsable de mi sufrimiento y el de mis compañeros.
Me llamo Faraji Rometru, soy un ex niño soldado y espero que nadie más tenga que pasar por lo que yo he pasado.

Hugo Klingenberg
4º ESO E 14
05/2018

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