AMANECER
TARDÍO
Bonita mañana de un día
que se acercaba al de mi cumpleaños del año 2015. Termino de entrenar y pff que cansancio. Llego a casa, diez y
media de la noche, ceno, me ducho y de repente justo cuando me voy a dormir mi
madre ve que la están llamando, era mi tío que quería hablar conmigo. Buenas
Ignacio, quería comentarte que si te apetecía venir a una montería… tras esa
frase yo me quedé asombrado, era una cosa que deseaba hacer desde que tenía
diez años. Ahora cumplía trece.
Para llevar a cabo esto
tenía que ir hasta Ciudad Real, ciudad donde vive mi tío. Cogí el tren sobre
las ocho de la mañana en la Estación de Atocha, a las nueve menos cuarto
estaría con mi tío, y así fue. Fuimos a desayunar a una churrería bastante
famosa de la ciudad. Que churros más ricos y el chocolate no os lo podéis ni
imaginar.
Llegó el día en el que
se iba a realizar la montería. Nos levantamos a las diez de la mañana y fuimos
a desayunar unas migas manchegas. En el restaurante se realizó el sorteo de los
puestos, estábamos reunidos como unas cuarenta personas más o menos. Todos
hablando de que puesto nos había tocado a cada uno. Mi tío estaba súper
contento ya que el puesto que saqué yo a boleo era precioso y en él tendríamos
la oportunidad de ver a algún animal.
Once y media de la
mañana, tomamos rumbo a la finca. Media hora más tarde, hora habitual del
comienzo de las monterías, se empezaron a escuchar los ladridos de los perros,
cuya función era sacar del monte a las reses y a los jabalíes. Que tensión
tenía en mi cuerpo, estaba muy emocionado.
Ya se escuchaban
algunos disparos, yo pensaba: “me gustaría escuchar uno de esos a un metro de
mí”. Bueno, pues eso que pensé se iba a realizar unos diez minutos más tarde
cuando un jabalí se atrevió a cruzar la mancha, elección mal tomada ya que iba
a ser abatido por mi tío.
Mi tío, súper feliz y
emocionado por el lance realizado, me miró con una sonrisa y yo le miré también
con otra de oreja a oreja.
Vaya día, no se me
olvidará nunca jamás. Un poco más tarde, pasada hora y media desde que comenzó
la montería, mi tío tuvo la oportunidad de abatir otro animal mas este tuvo
suerte. Le mire y le dije: “el siguiente es tuyo”. Y así fue, en este caso un
bello ciervo con unas 16 puntas, qué bonito, este ejemplar era de medalla,
tenía una cornamenta muy bonita.
Ya llegó la hora de la
recogida, eran las cuatro de la tarde. Tras sacar a los animales del monte y
llevarlos a la junta de carnes, volvimos al restaurante donde desayunamos pero
esta vez para comer unos judiones buenísimos.
A las ocho de la tarde
tuve que coger el tren de vuelta a Madrid. Cuando llegue a casa se lo conté a
mis padres, les di las gracias y me acosté para descansar del largo, duro e
inolvidable día que había tenido.
Ignacio
Porqueras Lozano
4ºE Nº24 20/05/18
Muy bueno porqueras. Me encanta esos dos puntos de vista que planteas en la historia. Simplemente guau.
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