Jorge Garrigues (Simplemente tú)



SIMPLEMENTE TÚ

Hace ya aproximadamente ocho años que la conocía, o al menos eso creía yo, pero no era consciente de que ella era todo un mundo por descubrir.
Desde el primer instante note que ella no era como las demás, tenía algo, no sé el que, pero lo tenía, eso me llamo la atención pues aparentemente no destacaba entre las demás, o eso creía yo.
Todo empezó cuando yo era un crio, y no estaba preparado para lo que me sucedió, un cambio de colegio, algo que para mí fue muy duro, pero era necesario, me costó mucho superarlo, pase tardes llorando, aferrado a ese sentimiento de no saber el porqué del cambio, pero lo acabe superando y, poco a poco, fui cambiando a bien o mal, pero lo hacía. Yo siempre tuve problemas y muy pocas veces era capaz de encontrar salida a ellos solo, intenté lidiar con ellos, evadirlos, ignorarlos, pero no podía pues formaban parte de mí.
Ese dolor, esa tristeza esa soledad forjo algo en mi algo que no se podía ver, que nadie podía traspasar, aunque como siempre, estaba equivocado pues tras años y años de problemas de todo tipo, algo empezó a cambiar, sí era ella con si sonrisa sofisticada y misteriosa que era un deleite para los sentidos, por aquel entonces pocas cosas me aportaban felicidad, y verla sonreír era una de ellas. No era felicidad, se parecía mucho, como para ella una calada de sus queridos cigarrillos o como una tormenta el día más caluroso del verano, y verla sonreír era fantástico. Ella pese a mis problemas, a mi carácter forjado a fuego lento y a mi desconfianza, logro empezar a formar parte de mi vida, pues ella amainaba mi tormenta, me amainaba a mí.
Todo empezaba a ir mejor o eso parecía, los problemas empezaron a dejar de ser prioridades, comenzaban a resolverse, era como si su abrasadora mirada derritiera mi helado corazón.
Yo aún no era consciente, no le daba importancia, pero así era, el tiempo siguió pasando, los problemas no desaparecían por completo, pero cada vez estaban menos presentes, cada vez dolían menos y todo gracias a ella, pues ella al entrar en mi vida, me demostró su afán por ayudarme, por hacerme pensar en otras cosas que no fuesen lo malo y negativo, por hacerme ver que también hay cosas buenas, por sacarme, aunque, forzosamente, esa minuciosa sonrisa que parecía imposible. Pero yo era un necio, estaba asustado, desconfiaba y no lo valoraba y pese a eso, consiguió que cediera, sí, lo hice.
Esa fue la mejor decisión que tome a lo largo de mi vida, y, aunque no lo supiera, la más importante.
Tú, poco a poco, ibas haciendo que me sintiera mejor, pues de mis heridas brotaban ríos de tinta que tu secabas con esa sonrisa.
Pero el tiempo pasaba y los problemas volvían, como esa pesadilla recurrente de la que no puedes escapar noche tras noche, y volvió a aparecer ella, me hizo despertar de esa pesadilla, no sé cómo lo hizo, pero me hizo despertar.
Quizá fuesen todos aquellos días que siempre estuviste a mi lado, o quizá esos desayunos de los que hablábamos de cualquier cosa, o quizá esa sonrisa frágil pero bella, o simplemente tú, de la cabeza a los pies, solo tú, con tus perfectas imperfecciones, y al final, tras tanto tiempo, logré encontrar el porqué de todo, y supe ver que estaba equivocado, que jamás nadie se asemejaría a ti, que eras diferente al resto, y, no logro entender como no lo supe ver antes, pues la diferencia era tan notable, que no solo llegaste a traspasar esa bóveda invisible que me rodeaba, sino que lograste cambiar mi punto de vista, conseguiste reavivar mi inocente y desatenta mirada que hace tanto tiempo perdí, conseguiste hacerme volver.
Entonces, cuando te miraba, tenía una extraña sensación de no saber si dejar el juego o subir la apuesta, de haber gastado todas tus balas y querer seguir apretando el gatillo, de perderlo todo y querer volverlo a perderlo otra vez con tal de conseguirlo, porque no sabia como decirte y agradecerte todo y tú ya no podías hacer nada más, me tocaba a mí solo decirte que la felicidad esta entre tus brazos, está en ese suspiro de alivio al estar donde quiero estar. Está en esa sonrisa tras darte un beso, está en ver que una distancia infinitamente cercana es demasiado lejos, está en querer acercarme más a tus labios, está en ese susurro que dice: gracias por estar siempre a mi lado.

Comentarios