Raquel González (Una vida nueva)



UNA VIDA NUEVA

En esta semana por fin mi mujer sale de cuentas, va nacer mi primera hija. Estoy muy emocionado y asustado a la vez, porque esto es todo nuevo para mí. No se cómo voy a reaccionar a determinadas situaciones o a afrontar los diferentes problemas que se me presenten. Se lo he comentado a mi mujer en alguna ocasión, pero tampoco la quiero agobiar, ya que ella ya está bastante preocupada por el parto.

Estos nueve meses que han pasado han sido muy especiales para mí y también un poco complicados por los cambios de humor de mi mujer, antojos, patadas del bebé, visitas constantes al médico… pero la verdad, es que no lo cambiaría por nada.

He soñado varias veces con este momento, el momento en el que vería a mi hija salir de la tripa de su madre. Le he dado vueltas a muchas cosas, a si se parecería a mí o a mi mujer, o por cosas tan simples como de qué color serían sus ojos o su pelo. También he pensado en cómo sería nuestro futuro con hijos, porque va a cambiar toda nuestra vida, ya que ahora nuestras vidas van a girar entorno a la de nuestra hija. Se que ya no voy a poder salir tanto como me gustaría con mis amigos, o hacer viajes de vez en cuando con mi mujer, pero sinceramente tener una hija es lo que más ilusión me hace.

Pasan los días y nada… mi mujer sigue sin dar a luz, los médicos dicen que no nos preocupemos porque es normal en una madre primeriza, pero la verdad es que estamos asustados. Menos mal que vienen familiares casi todos los días a ver qué tal estamos o nos llaman por si necesitamos algo. Hoy, como es domingo vamos a irnos toda la familia al pueblo a comer en un restaurante, es uno de mis preferidos. Nos lo pasamos muy bien con mis primos, cuñados, padres, sobrinos…pero es hora de llegar a casa y descansar porque estamos bastante cansados del viaje.

Mi mujer me despierta asustada y nerviosa. Tiene todo el pantalón mojado, ya ha llegado la hora, está de parto. Yo me despierto rápido y cojo lo primero que veo y me dirijo hacia la puerta para salir y coger el coche lo antes posible.

Llegamos al hospital, mientras que mi mujer no ha parado de gritar y sentir contracciones, cada vez con más frecuencia. Cuando llega el médico le atiende inmediatamente y la colocan en una camilla. Empiezo a llamar nervioso a los familiares más cercanos y se apresuran lo máximo posible en venir. Pasan las horas y nada, no sé que pasa pero nadie me dice nada, lo único que hago es coger el móvil y mirar la hora que es cada cinco minutos.

Por fin sale el médico de la habitación, me dice que le ha hecho unas pruebas a mi mujer para ver qué tal estaba el feto pero parece que no va muy bien. El parto va a ser por cesárea. Me dirijo rápido hacia la habitación, para ver como se ha tomado mi mujer la noticia, parece tranquila, dentro de lo que cabe. Preparan el quirófano, mientras tanto yo no le paro de dar ánimos y coger de la mano.

Viene el médico a buscarla, ha llegado el momento. Pasan las horas y a mi se me está haciendo eterno, no sé qué hacer, estoy cada vez más nervioso. No escucho ningún lloro, ni ninguna voz de los médicos, nadie me dice nada. Por fin sale el médico, pero le noto raro, no tiene la cara de alegría que me esperaba.

Comienza a hablarme, y por un momento se me para el corazón. Me intenta explicar que se ha muerto mi mujer, no ha aguantado el parto. Se me empiezan a escapar las lágrimas hasta que por fin rompo a llorar, uno de los días que iba a ser el más bonito de mi vida, se ha convertido en uno de los peores. ¿Yo qué voy a hacer ahora sin ella? ¿cómo voy a criar a mi hija ahora solo?.

Al entregarme a mi hija lo único que me sale es abrazarla, pero no puedo parar de llorar. Me dirijo a ver a mi mujer y se me cae el mundo a los pies, no puedo creer lo que está pasando. Le doy besos sin parar, me seco las lágrimas de los ojos y le prometo que voy a cuidar lo mejor que pueda a nuestra hija.

Cuando regreso a casa con mi hija, me encuentro con una carta encima de la mesa, es de mi mujer. Comienzo a leerla. En ella me explica que tenía una enfermedad, y que no me lo había dicho en su momento, para que no le animase a abortar. Me pide por favor que  no la odie por ello, y que siente dejarme solo con nuestra hija. Se despide con un te quiero, dándome gracias por todo lo vivido juntos. Atentamente marta.

Me he quedado solo, solamente la tengo a ella, a mi hija, Marta.




                                                                                                  Raquel González Vázquez
                                                                                                            1ºB              05/2018

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