Rodrigo Álvarez Lagandara (La pobreza frente al IVA)




LA POBREZA FRENTE AL IVA

Todo empezó un lunes lluvioso, no solo por el día, sino porque sobre el rostro de mi madre caía una pequeña lagrima. Al mirar me di cuenta de que estaba mirando una pequeña moneda dentro de su cartera; no podía entender la situación, no la comprendía. Solo el llanto de mi madre ya provocaba que mi alma estuviera agonizando, de por qué no la entendía -le pregunté- el porqué de llantos. Ella sonrió y me dijo: tu tranquilo, toda ira bien. Pero en el fondo de mi corazón sabía que no era verdad, pero igualmente sonreí para consolarla. Al día siguiente la acompañé a la compra para pasar un tiempo juntos. Tomé la lista de la compra con una alegría que las personas se sorprendieron, y sonrieron a la vez que confundidos, pero cuando vi los precios, la verdad me fue revelada, una daga fría y certera me enseñó el motivo de las lagrimas de mi madre. No podía creerlo ¿cómo era que hasta ahora podíamos comer con el sueldo de mis padres? Sonreí falsamente, me dirigí a mi madre y la abracé más fuerte que en toda mi vida.

 Terminamos de comprar y fuimos a casa para hacer la cena, cuando me di cuenta solo había un plato y le pregunté a mi madre ¿Por qué?, pero ella respondió que no tenía hambre, no lo comprendía en ese momento, pero lo que si veía eran las delgadas líneas que tenía en su cuerpo provocadas por no comer. Un día, cuando entré en mi cuarto encontré a mi padre colgado de la pared. Paralizado por la confusión y la tristeza, solo hice una cosa, gritar una palabra ¡MAMÁ!, ella vino corriendo y al verlo me tapo los ojos y me llevó a la cocina. Le pregunté si estaba bien ella, y con una sonrisa manchada por las lágrimas dijo que solo estaba durmiendo. Después de ese día dejé de hablar con nadie, ni con mi madre, solo escribía, pero ella era una mujer fuerte igualmente, nunca dejo de sonreír, sonreía porque ella decía que mientras mantuviera su sonrisa yo estaría junto a ella. Cuando me dirigía al colegio unos martes por la mañana dieron en clase que hay muchos tipos de impuestos, pero que había dos muy importantes: el IVA y el IRPF pero que el IVA no tenía en cuenta la situación de cada persona en ese momento. Pregunté confundido a mi profesor: ¿porqué los que cobran más pueden tener el mismo IVA que los que tienen menos? Se me quedó mirando y dijo: No lo sé. Era la primera vez que escuchaba a un profesor decir eso.

Cuando volví a mi casa pensativo, dije inocentemente a mi madre: ¡Ya sé porque estamos así mamá, es por el IVA, no le caemos bien! Mi madre se rio por primera vez desde hacía mucho tiempo. Lo que me atormentaba todos los días era que el rostro de mi madre era cada vez más pálido y delgado con el tiempo. Hasta que un día, cuando estábamos caminado por el parque, se desplomó antes mis ojos lentamente sobre el suelo; antes que llegaran los médicos me dijo una cosa, con voz temblorosa: “Mi vida, te encargo la tarea de sonreír pase lo que pase”. Después de eso, pasara lo que pasara, siempre sonría, porque cada vez que lo hacía, veía a mi madre junto a mi padre sonriéndome. La conclusión a la que yo llegué era que, el IVA no discrimina de razas o de clases, el IVA era el que se quedaba mirando expectante mientras la pobreza sollozaba de dolor y suplicaba ayuda.


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