Santiago de Vicente (Un sueño por cumplir)



UN SUEÑO POR CUMPLIR


Ningún banco nos financiaba, nadie nos quería hacer caso, algunos nos decían que era una locura, otros que no iba a salir bien. Solo creíamos en este proyecto Luis y yo, estábamos solos y nos enfrentábamos a lo más grande que se nos había puesto por delante, montar un restaurante de la nada. Y ahora, cuatro años después, todos los bancos que existen nos dicen que les demos a ellos el dinero, algunos de los que no creían en nosotros ahora quieren un puesto de trabajo en nuestro restaurante, al cual le otorgaron ayer el premio de mejor restaurante de España, pero vamos a empezar contando como empezó todo.

Hace cuatro años, tres meses y quince días era el último día del máster, ya acabábamos, y ahí fue dónde conocí a una persona que estaba tan loca como yo, ese era Luis. Nos conocimos en clase y a partir de ahí empezamos a idear el proyecto, pero no pensábamos que nos iba a costar tanto esfuerzo. Teníamos todo ideado, local, comida, teníamos a unos cocineros observados, sabíamos que ambiente queríamos, la música, la decoración, pero lo único que nos faltaba era financiación.

Este fue el mayor de los problemas, pensamos que nuestros familiares nos iban subvencionar, nos ayudaron parte, pero no llegábamos a lo que queríamos, nos acercamos a todos los bancos que hay en Madrid, ninguno nos quería ayudar, nos pedían muchísimas cosas y luego cuando les entregábamos todos los papeles, nos decían que no, que era una idea demasiada arriesgada para llevarla a cabo. Por cada vez que nos decían que no, a Luis y a mí nos entraban aún más fuerzas para seguir luchando, pero llegó un momento en el que no podíamos más, llevábamos más de un mes durmiendo tres horas al día, pensábamos que ya nuestro sueño era imposible y empezamos a echar currículums en otras empresas, no nos gustaba, pero la única forma de seguir viviendo.

Pasaron cinco meses y nos empezaron a llamar para hacer entrevistas de trabajo, íbamos a ellas con ganas de incorporarnos, pero ese no era nuestro trabajo soñado. Llegó un día a mi casa una carta, normalmente sólo llegaba publicidad y cartas del banco recordándome el poco dinero que tenía, pero esta vez no, esta vez era diferente, esta tenía una palabra en el sobre que nada más leerla fui corriendo a llamar a Luis, esa palabra era emprendedores. Luis y yo quedamos en el bar de debajo de mi casa, la carta intacta, no la quería leer, la teníamos que leer los dos a la vez, en esa carta nos decían que iba a haber un concurso de emprendedores en la Comunidad de Madrid en el que presentabas tu proyecto y si ganabas te daban cincuenta mil euros para empezarlo, era nuestra oportunidad y teníamos un mes para pulir el proyecto pensado, incluso mejorarlo.

Dos meses después de recibir la carta y apuntarnos nos avisaron de que nos teníamos que presentar Luis y yo en Ifema y presentar nuestro proyecto ante un tribunal. Lo hicimos perfecto, lo bordamos, pero nos dijeron que ya recibiríamos noticias de ellos. Luis y yo salimos contentos porque lo único que queríamos ya en la vida era cumplir nuestro sueño, aunque teníamos la impresión de que no íbamos a ganar por la respuesta que nos dieron.



Pasaban las semanas y miraba el buzón cada día en espera de noticias, hasta que llegó, y como con la primera carta, llamé a Luis. Bajamos al mismo bar, misma mesa y pedimos lo mismo, la carta estaba cerrada, los dos estábamos en silencio contemplándola, aunque los dos queríamos abrirla ninguno nos atrevimos a tocarla, estuvimos cinco minutos así hasta que me decidí a abrirla. Los dos la habíamos leído, sabíamos lo que ponía, pero nadie dijo nada, hasta que los dos nos pusimos a llorar como magdalenas, éramos los ganadores.

Teníamos el dinero y nos pusimos manos a la obra esa misma mañana, comenzamos a llamar a locales, proveedores, cocineros etc. Al día siguiente nos comenzaron a llamar los bancos que antes nos habían dicho que no, ahora rogándonos que pusiésemos el dinero en su banco. Lo pusimos en el que mejor interés nos daba y después de eso nos fuimos a la academia de cocineros de alta cocina, allí contratamos a los que mejor lo habían hecho. Ya teníamos el local, cocineros, camareros, mobiliario… Teníamos todo, sólo faltaba darle forma.

Los inicios no fueron fáciles, costó que arrancase, al principio no entraba tanta gente, sobrevivíamos, pero no obteníamos casi beneficios hasta que llegó el día, un año después más o menos desde el día que abrimos. Nuestro restaurante poco a poco se va llenando un poco más, pero ese día teníamos un cliente especial, entró el considerado por muchos, el mejor crítico gastronómico de alta cocina del mundo, nos pidió que le pusiésemos un poco de todo, y eso fue lo que hicimos. Se fue sin decirnos nada de si le había gustado o no, sólo nos dijo que saldría en el próximo número de su revista.

No nos dimos cuenta de cuando salió porque cada vez estábamos más ajetreados, pero lo supimos cuando un día cualquiera empezaron a llamarnos de cualquier parte de España y del mundo gente pidiéndonos mesa, sin haber leído la revista, Luis y yo supimos que le habíamos gustado. Esa misma semana, nos llamó tanta gente que les teníamos que dar para uno, dos o incluso tres meses después. El negocio despegó, poco a poco empezamos a expandirnos e incluso llegamos a abrir nuevos restaurantes en Londres, París, Roma etc. Después de tanto esfuerzo habíamos encontrado el éxito que queríamos, nos empezaron a dar premios, una estrella Michelin hasta que ayer nos dieron el premio que todo restaurante quiere tener, el reconocimiento de ser el mejor restaurante de España.

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