Triana Mañas (La meta)



LA META

Veníamos de sitios tan distintos que era difícil creerse que acabaríamos aspirando a lo mismo. El primer día, hace ya casi un año, podría haberlos descrito de la forma más objetiva posible y no habría tardado en darme cuenta de lo muy equivocada que mi visión era. Mi plan nunca fue llevarme bien con ellos y menos hacer amigos, pero supongo que estar encerrados en la misma clase más de seis horas al día y la insistencia por parte de los profesores para hacernos trabajar en grupo hicieron que las primeras palabras surgieran. Así conocí a mi primera amiga. Ella habla mucho pero yo no. Recuerdo que en un un principio a penas asentía o negaba para responderle y fui evolucionando hasta que un día nos echaron de clase porque no parábamos de rajar.

Ella fue el principio. Seguí hablando y haciendo amigos. Es divertido como las palabras funcionan y como cada persona tiene una manera distinta de mezclarlas. Me gustaba lo diferentes que éramos. En un par de meses era capaz de describirte a cada uno de ellos como si les conociera de toda la vida. Era de esperar que nos lleváramos tan bien. Al fin y al cabo no podíamos ser tan distintos si estábamos allí. Todos sabíamos que este día, el día en el que nos enfrentaríamos llegaría. Pero creo que jamás habríamos pensado lo mucho que habíamos aprendido los unos de los otros, sus razones. Creo que jamás nos habríamos imaginado lo mucho que acabarían importándonos. Y creo que jamás habríamos pensado que eso se convertiría en un inconveniente a la hora de la verdad.

Mi mejor amiga, quien aparentaba ser la más pura de corazón, solo estaba interesada en el dinero. Su familia llevaba una empresa de construcción endeudada desde que ella tenía memoria. Quería ayudarles ya que era fuerte y buena mano de obra pero la pidieron que ganase mucho dinero para en un futuro poder levarlos a todos de vacaciones a Hawái.

El delegado de la clase quería ser como su hermano mayor. No le quedaba nadie más. Para él era como un héroe y lo mejor que una persona podía aspirar a ser. Quería volver a casa y recibir un cálido abrazo de su parte seguido de las palabras: “Estoy muy orgulloso de ti.”

El chico que me gustaba solo quería demostrar a su padre que no le necesitaba. Una vez hablé con él porque me dolía que odiase tanto a su padre ya que el mío era lo único que yo tenía. El matrimonio que habían tenido sus padres era concertado; buscando la descendencia perfecta. Desde pequeño le habían moldeado y educado distinto a los demás, de una manera que no quiso explicar aunque no fue necesario considerando la cicatriz que cubría su ojo izquierdo. Intentando ayudarle acabé enredándome más en mi infantil ilusión cosa que nunca es buena.

Hasta el idiota de la clase tenía sus razones aunque era demasiado orgulloso para decírnoslas.

Yo simplemente había tenido suerte y ya. Nacida en una rica familia, en una buena ciudad y con una extensa educación. ¿Cómo podía intentar ganar si los demás tenían razones mucho mejores, habían sufrido considerablemente y se habían esforzado mil veces más que yo? No tengo una respuesta justificable ya que todos tienen derecho a ser los protagonistas de esta historia. 

Pero es que esta es la historia de cómo me convertí en la número uno.

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