UNA VIDA INESPERADA
Hoy
es 3 de noviembre de 2018, por fin ya tengo 12 años, es una edad súper
importante ya que mi madre dice que podré comprender muchas cosas que a día de
hoy no entiendo. Me llamo Abbas Hambal, mi nombre significa león, el animal más
fuerte de todos, y me pusieron así porque yo fui el único en sobrevivir de mis
8 hermanos. Mi madre se llama Habiba
Hambal, no hay mujer más cuidadosa y bondadosa en todo mi país, ella ayuda a
los demás niños además de protegerme a mí y sin ayuda de ningún hombre. Somos
una familia, si se nos puede llamar así, muy pequeña, solo estamos mi madre y
yo, aunque por poco tiempo porque en mi cultura cuando los niños cumplen 12
años son presentados ante sus padres y si estos les reconocen como primogénitos
se van con ellos para no volver. A mí personalmente no me hace mucha gracia eso
de no volver a ver a mi madre pero por otro lado tengo mucha curiosidad en
conocer a mi padre y en saber porque se fue y nunca volvió.
Raqqa
es una pequeña cuidad de Siria que se encuentra al frente con Irak, aunque no
sé si se la podría llamar cuidad porque ahora solo son un montón de escombros y
de cosas rotas que los europeos destrozaron. Ellos sin ningún motivo
destruyeron mi hogar.
6
de noviembre, a las 07:35 de la mañana. Nada más abrir los ojos oigo a mi madre
llorando y muchos pasos y voces masculinas que nunca había oído antes. Cuando
me quiero dar cuenta un hombre muy extraño me está sujetando y llevándome a Alá
sabe dónde mientras mi madre gritando me rompe las ropas intentando detenerme.
Lo único que recuerdo de esa mañana es estar unas dos horas en un camión sin
luz y con una peste horrible.
Al
llegar a nuestro destino incierto, me di cuenta que en ese camión no estaba
solo yo, también estaban Omar, Mohamed, Khaled, Mazen y Ali, pero faltaban las
chicas, no vi a Amina mi mejor amiga por ninguna parte lo cual me asustó.
Estábamos en medio del desierto, en un campamento no muy bien montado pero sí con
mucha seguridad. A cada rincón que desplazabas la vista había armas, todos los
hombres iban armados hasta los dientes.
Un
par de hombres nos dieron la bienvenida muy amablemente y nos explicaron un
poco la situación. Ese era el campamento donde estaban trabajando nuestros
padres, defendiendo nuestra religión, el Islam. En mi caso, mi padre Mohamad
Hamal, era el líder del campamento, él me enseñaría muy bien.
Al
conocerle pude ver en sus ojos sed de sangre, como cuando miras a un asesino,
estaba roto por dentro pero lo único que quería era seguir ahí, no entendía
nada. Pasaron las semanas y comenzó nuestro horario de escuela, si es que se
puede llamar así. Nos levantábamos al salir el sol, desayunábamos y
comenzábamos las clases del islam. Ahí nos enseñaban básicamente los principios
de nuestra religión y los mandatos de la misma, aunque solamente se centraban
en uno, y era que había que impartir aunque fuera por la fuerza nuestra
religión en todo el mundo.
Tras
las clases de islam lo que tocaba era clases de armas, yo en esto era bastante
malo la verdad, no sé si era por mi estatura o porque me daba miedo herir a
alguien. A mi padre no le hace ninguna gracia que no me gustara trabajar con
armas ni disparar a gente, él disparaba constantemente a gente y parecía estar
bien, pero no me convencía mucho la idea.
Finalmente
el día llego, yo sabía que llegaría pero pensé que tardaría más. Nos fuimos a
la guerra, nosotros (ISIS) íbamos a ir a la guerra. Yo no estaba preparado para
eso pero aun así me monté en el camión. Nada más llegar vi a mis compañeros de
infancia saltar desde los lados con el único objetivo de matar a todo lo que
veían, a diferencia de mí que me quedo sentado asustado y sin saber qué hacer.
Solo
les llevó media hora para arrasar con todo un pueblo de personas inocentes con
el fin de demostrar su fortaleza. Yo me quede los treinta minutos sentado sin
hablar. Pero a su vuelta sin darme ninguna oportunidad para explicarme, veo a
mi padre acercarse con su famosa escopeta, apuntarme y disparar.
Y
ya sé que esa era mi cultura y que ese era mi padre y que tendría que haber
hecho como los demás niños pero no. Pueden ser mis raíces pero no mis valores,
prefiero estar como estoy que sufrir matando, porque nadie determina quién
eres, eso solo lo eliges tú.
Victoria Mendoza Velasco 1ºBachilleratoB 03/11/2018
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