Beatriz Sobera (Tenemos el récord)




TENEMOS EL RÉCORD

Quiero contar la historia de las dos personas que tienen el récord del mundo en quererse, mi amiga Carlota y yo.

Todo empezó aquel primer día de colegio que para tantos fue el principio del fin de no hacer nada y dejar de ser el rey de la casa, ahora ibas a tener que compartir tus cosas con otros niños que no conocías de nada y lo peor de todo es que no podrías ver los dibujos hasta después del cole.

Yo ahí conocí a Carlota, una niña que parecía que no se había peinado en 5 meses y su cara de enfadada no te daba la confianza suficiente para ser valiente y empezar a hablar con ella. Si no te gustaba el fútbol ni te miraba, y si tu equipo favorito no era el Real Madrid o no sabías quien era Cristiano Ronaldo no te dejaba  respirar a menos de 50 metros de distancia de ella.

No sé cómo empezamos a hablar la verdad, seguramente me habló ella, porque a mí nunca me había gustado hablar y menos con una niña que tenía cara de asesina en serie. Pero bueno, supongo que lo que define a Carlota perfectamente es hacer lo que le da la gana, cuando le da la gana y cómo le da la gana, y quizás por eso me llamó la atención desde el primer momento.

Pasamos de compartir punzón a subir un piso más en el gran edificio al que la gente llamaba colegio, que ingenuas éramos, madre mía, no teníamos ni idea de lo que se nos venía encima. Durante los años de aprender a sumar, multiplicar y dividir tampoco estábamos tan unidas, simplemente nos llamábamos casi todas las tardes para quejarnos mutuamente de lo mucho que había que estudiar y de reírnos de lo poco que lo hacíamos. Unos cuántos pisos más arriba nos empezamos a dar cuenta de lo importante que éramos la una para la otra, aunque lo de decirnos te quiero y cosas bonitas era misión imposible.

Llegó la ESO, un curso que supuestamente había que estudiar día a día para poder llevarlo medianamente bien, pero nosotras seguíamos llamándonos solo para quejarnos y sin tocar un libro, y así nos ha ido, que al final contábamos solo las que habíamos aprobado.

Siempre me ha sorprendido que trajeras cosas de más al cole cuando había que traer algo porque sabías que a mí se me iba a olvidar, o cuando te alegrabas porque yo aprobaba aunque tú no, y al final nos hemos quedado con eso, que da igual que a una no le salga bien algo porque si a la otra sí, es más que suficiente.

Lo de enfadarnos tampoco ha ido nunca ligado a nuestra amistad, y la verdad es que pensándolo es bastante extraño, porque a veces eres muy pesada y no te aguantan ni en tu casa, pero bueno, sé que yo también tengo mis cosas, y por eso nos aguantamos mutuamente. Que no perdemos el tiempo por un enfado tonto y nos conocemos tan bien que sabemos que si algún día pasa algo se habla y ya está.

Has sido mi risa cuando a mí me ha faltado en muchas ocasiones, has sido mi abrigo cuando tenía frío y tú me regañabas por qué cómo se me ocurría salir tan desabrigada en pleno enero, has sido mi madre cuando me has tenido que pegar un guantazo porque lo estaba haciendo mal, pero también te has quedado conmigo cuando me caía igualmente debido a que no te había hecho caso, has sido, eres y serás un pilar en mi vida siempre, porque has estado cuando yo no quería ser y has sido por las dos cuando yo no podía, y aunque ahora no sea la mejor época de tu vida, yo siempre voy a estar para ti al igual que tú has estado para mí siempre sin pedir nada a cambio. Todas las veces que te has reído de mí, la de veces que me has empujado contra algo o alguien solo para ver mi cara de asco que te iba a poner, todas las veces que me has hecho reír justo cuando había que estar seria para que me castigasen, toda la comida que me has robado poniendo la excusa de que lo mío estaba más rico, y de chicles ya prefiero ni pensarlo, todas las veces que me has convencido para merendar en tu casa y al final sin saber cómo me quedaba a dormir contigo, ya que también sabes que no sé decirte que no. La de cenas con tu familia que me habéis tratado como una más, y estoy súper contenta de haber podido disfrutar de lo maravillosa que es tu familia, la de veces que me he quedado dormida en tu sofá porque no sé qué tiene que me quedo siempre dormida y eso también lo sabes. La de partidos que me he tragado tanto de fútbol, como de baloncesto, como de tenis… salía hecha una experta porque a ti no hay ni un solo deporte que se te de mal, las escapadas al Escorial desayunando croissants que compraba el buenazo de Carlos. Los 13 años que hemos ido sentadas juntas en el autobús en las excursiones y la brasa que me dabas para que te dejase sentarte en el lado del pasillo. Lo chula que te pones cuando algo no te gusta o lo insoportable que eres cuando repites una broma más de 20 veces, lo humilde que eres (nótese la ironía desde Almería) que te subes la autoestima sola, la de veces que has ejercido de hermana mayor, cuando no tenías por qué. Las veces que íbamos con Carlos en el coche y me ponías canciones de Melendi para que me soltase un poco y cantase contigo y con tu padre, y aunque ahora me atreva a cantar en frente de ti, odias que cante porque lo hago fatal, y míranos ahora, yendo a los conciertos de Melendi, que de lo pesada que has sido con él, me ha acabado encantando. Podría pasarme recordando todos los momentos contigo, pero como dice alguien lo importante son las cosas sencillas y pequeños detalles, y tampoco hay que excederse.

Me quedo con todas las lecciones que me has dado, y sobre todo este año, con cuanto nos queremos y todas las croquetas y bares que nos faltan por probar.

Me quedo con Carlos y su ejemplo que nos ha dejado a todos. La de veces que me trató cómo su propia hija y la de veces que nos hizo reír ni cuando entre nosotras podíamos.

Me quedo contigo, y lo desastre que somos, porque vaya cuadro, pero que más da, porque al final siempre acabamos bien si estamos juntas, porque siempre has tenido el don de hacer sentirme en casa cuando son tus brazos los que me ayudan, y porque los silencios contigo no son incómodos.

Gracias Carlota, tengo mucha suerte de haberte encontrado entre todos aquellos niños ese primer día de clase y de poder decir, que después de todos estos años, seguimos teniendo el récord del mundo en querernos.
Beatriz Sobera, 1ºA, febrero 2018

Comentarios