Carlos Virumbrales (Las 12.768)




LAS 12.768


Día 17 de enero del 96. Volvía a Burgos después de un largo día de trabajo en Logroño. Iba a casa por la misma carretera de todos los días, se estaba haciendo de noche, tenía mucho sueño. Por fin, llegué a casa, fui al garaje a aparcar mi coche, me bajo del coche y me acerqué al maletero a coger mis cosas. De repente, noté algo que me presionaba la nuca y una voz que me dijo: “¡Si te mueves te mato!”, mi instinto me hizo girarme y apartar a ese hombre misterioso. Cuando me giré me puso la pistola en la frente y me dijo: “¡Si das otro paso te disparo!”...



No pude hacer otra cosa que quedarme quieto, el hombre me dijo que necesitaba mi coche para huir de un robo, él seguía apuntándome y yo le dije que se llevase el coche. El hombre sacó unas esposas y fue en aquel momento el que supe perfectamente que no se trataba de un robo. Me puso las esposas y sacó una jeringuilla, resultaba que era un sedante pero yo en esos momentos pensaba en cualquier cosa, no quería ningún tipo de sustancia en mi cuerpo. Me cogió el brazo para pincharme pero yo me resistí y grité. El hombre cedió prometiéndome que no me iba a sedar si yo paraba de gritar, en esos momentos dejé de gritar. A continuación, sacó un antifaz, me lo puso y me metió en el maletero de mi propio coche.


El coche empezó a avanzar, llevaba unos 20 minutos en el maletero, conseguí quitarme las esposas con un viejo truco que me enseñó un amigo, y pude quitarme el antifaz. Me estaba haciendo pis, fruto de los nervios. Tras aproximadamente 1 hora de camino, el coche paró. Era el momento en el que tenía que escapar, me jugaba la vida.


El secuestrador se bajó y escuchaba como sus pasos se iban acercando a la parte trasera de mi coche, era el momento. Abrió el maletero y yo intente ir a por él, cuando sorprendentemente había unas 20 o 30 personas alrededor. Me sacaron del coche sin oponer resistencia y me volvieron a poner las esposas. Uno de los hombres que estaba allí me preguntó: “¿Sabes quiénes somos?”, yo ya sabía quiénes eran pero por puro miedo y respeto respondí que no. Ellos me contestaron diciendo: “Somos el grupo terrorista ETA, y en estos momentos quedas secuestrado”.


Estaba en una nave industrial alejado de toda la civilización, me pusieron el antifaz y no volví a ver nada hasta llegar a el que sería mi zulo durante los siguientes 532 días.


Me soltaron ahí como si fuese un perro abandonado, no podía creer lo que estaba sucediendo. Me dejaron solo y cerraron la puerta. Lo único que me iluminaba era una triste bombilla, me puse a observar lo que había, simplemente había una cama, una mesita y un cubo para hacer mis necesidades. El espacio era mínimo, solo podía dar tres cortos pasos y tenía que andar semi agachado ya que había 1,70 de altura. Las condiciones eran pésimas, hacía mucho frío y una humedad impresionante.


Me tumbé en la cama por si dormía algo, pero no pegué ojo en toda la noche. El sueño, el cansancio y el estrés invadían mi cuerpo.


Ya era de día cuando vinieron unos etarras y me trajeron la comida del día, una comida bastante normalita, por cierto. Pasé mi primer día completo en el zulo, el tiempo pasaba muy lento y yo me desvanecía, necesitaba tomar el aire. Cada día que pasaba apuntaba un palito en la pared. Yo seguía confiando en la llegada de la guardia civil para librarme de ese infierno.


Cada día era lo mismo me traían la comida y se iban. Solo muy de vez en cuando, hablaba con ellos de política o de fútbol. Al final de cada semana solían traer objetos de aseo personal. Poco a poco tuve algún privilegio (si se le puede llamar privilegio) como darme el periódico diario.


Pasaban los meses y yo seguía allí. Había perdido la percepción del tiempo. Entonces, fruto del cansancio, los trastornos generados y la desesperación pensé en suicidarme. Primero, me intente cortar las venas con el cuchillo de la comida pero no funciono. Tras el primer intento fallido, decidí elaborar una cuerda fabricada con las bolsas de basura de cada semana para poder ahorcarme, ya lo tenía todo preparado solo me faltaba soltarme y habría muerto en cuestión de segundos, finalmente,  fui fuerte y decidí aguantar.


Pasaban los meses y yo ya no tenía ni fuerzas para hablar, ni para moverme, cada vez había más humedad y un olor insoportable. Ya no me quedaba ni pared para apuntar los días que llevaba allí dentro. Más o menos llevaría allí más de 500 días, casi dos años de mi vida perdidos en una habitación de 3 metros.


Era el primer día de julio del 97, cuando un tiroteo me despertó. Yo estaba muy asustado, quería vivir. Se acabaron los disparos y cada vez escuchaba más cerca unos pasos que se dirigían hacia mí. Abrieron la puerta y yo grite: “¡Por favor, no me matéis!” a lo que esos hombres me respondieron: “Tranquilo, somos la Guardia Civil y venimos a rescatarte”.


Tras mi rescate comenzó una ardua recuperación física y psicológica que sigo teniendo en la actualidad. Soy José Antonio Ortega Lara y estuve secuestrado durante 12.768 horas de mi vida.


Carlos Virumbrales Caballero, 1º B. 3, febrero de 2019


Comentarios

  1. Guau carlos, bien hecho. Muy bien escrito. Buena interpretación sobre los hechos ocurridos no hace mucho tiempo.

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  2. Muy bien Carlos, buen trabajo campeon.

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