(Amistad truncada)





AMISTAD TRUNCADA

Madrid. Curso 2012-2013. Quinto de primaria. Prefiero ahorrarme el nombre del colegio.

Septiembre. Nuevo curso, cambio de ciclo. Nuevos profesores, nuevos compañeros, clase nueva… A decir verdad tuvimos mucha suerte, nos había tocado la mejor profe que se convertiría en alguien muy especial para nosotros. Fue fácil adaptarse a la nueva clase de la que nació nuestro grupo de 11 niños y niñas. Estábamos muy unidos, teníamos 10 años y definitivamente por aquel entonces las amistades eran diferentes a las nuestras de ahora.

A medida que pasaban los meses se confirmaba que estaba siendo el mejor año de nuestra vida hasta entonces. Uno de nuestros mejores recuerdos fue en Semana Santa. El colegio nos había dado la oportunidad de participar en el concierto de La Noche de Cadena 100 en el Palacio de los Deportes ante miles de personas. Pero a pesar de todo notaba que algo no le iba bien a una de mis amigas, siempre estaba enfadada y no parecía ella. No logro recordar el momento exacto en el que ella, Valeria, nos contó que sus padres se separaban. Al parecer su padre llegaba todas las noches de madrugada no en muy buenas condiciones, y la situación se estaba volviendo insostenible.

Terminaba el curso cuando nos contó que su madre tenía nueva pareja, un hombre costarricense de veintinueve años, veinte menos que ella y que había pasado un tiempo en la cárcel.

Ella no hablaba muy bien de él, pero pensamos que era porque no le consideraba su padre. Nuestro primer triste golpe de realidad fue en un nuevo curso, sexto de primaria, cuando vimos a su hermano con un gran moratón en la cara. Hasta entonces, en algún momento habíamos dudado de ella porque realmente no sabíamos que ocurría pero esa fue la prueba que confirmaba lo peor.

 -¿Qué le ha pasado?-preguntamos.
- Ha sido él-nos respondió ella.

A partir de entonces comenzó a confesarnos su calvario: empezó un día prohibiéndoles ver la tele y confiscándoles el móvil, más tarde haciéndola levantarse de madrugada a realizar trabajos en el ordenador que no eran del todo legales, hasta que un día se negó, y con ello, el primer golpe. Poco a poco fue convirtiéndose en rutina escuchar frases como “si no me haces caso te pego con el cinturón o te doy latigazos con los cables, y si me enfadas, te amenazo al borde de la ventana”.

Nosotras, unas niñas de 11 años, sentíamos miedo, rabia y pena, ni ella ni su familia se merecían ese sufrimiento. Fueron muchos días, semanas, meses preguntándonos que podíamos hacer: ¿Acaso debíamos contarlo a los profesores? ¿Hablar con nuestros padres? No, eso no era una opción, su profesora de piano ya lo había intentado ¿El resultado? Golpes y más golpes y nosotras temíamos que fuera a peor. Nuestros intentos eran nulos.

Un día normal de mayo, Valeria no vino a clase y más tarde nos contaría el por qué: su madre y su pareja, su ahora padrastro, se habían casado y por primera vez pudimos ver una foto de él: era un hombre grande, alto y muy corpulento, imponía demasiado. Ahora sí parecía una pesadilla que nunca iba a terminar, ese monstruo formaba parte de su familia.

Ya se acercaba el final de curso y con él tocaba despedirse. Valeria y yo nos íbamos del que había sido nuestro colegio durante nueve años. Llegaron muchos lloros, lágrimas, besos y abrazos y una despedida que nadie quería que llegara. Con un “cuídate y hasta pronto” nos dijimos adiós, pues ella había decidido que la bloqueáramos en nuestros móviles, decía que así al menos nosotras estábamos seguras. Lo que no sabía es que ese adiós era hasta siempre.

Terminó el verano, empezó el nuevo colegio. Las semanas transcurrían sin saber nada de ella más que su abuelo había fallecido, pero un día todo cambió. Me desperté una mañana de Semana Santa, prácticamente un año después de que se sincerara con nosotros. Había recibido desde un montón de diferentes contactos el mismo mensaje, un link a una noticia. El de una de mis mejores amigas fue el que hizo que un escalofrío recorriera todo mi cuerpo: sólo eran dos palabras: es ELLA.

Un titular. “Detenido un hombre por clavar chinchetas en los pies a su hijastra a modo de castigo” Además, añadía que le había cortado el pelo e introducido objetos en su cuerpo, todo ello, según él, por mentir tanto y, por si fuera poco, mientras su todavía mujer se encontraba en comisaría poniendo una denuncia, prendió fuego a la casa. El hombre iba a ingresar en prisión por violencia doméstica, no de género ya que no hubo abusos sexuales. Me quedé en blanco, era su barrio, su calle, había fotos de su casa, yo había estado ahí. No podía parar de pensar en el calvario que debió de haber vivido Valeria.

A día de hoy siento verdadera impotencia por no haber podido hacer nada. A veces imaginamos este tipo de situaciones como lejanas, hasta que un día te dicen que alguien cercano a ti las sufre. Valeria era una niña normal hasta que le arruinaron los últimos años de su infancia y primeros de su adolescencia. Ya no sé nada de la que un día fue mi amiga a pesar de que he intentado buscarla. Lo que sí que sé es que a todos nos marcó, y que ella por fin es libre.

Febrero de 2019.

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