Patricia Martín de la Vega (Saldremos de esta)




SALDREMOS DE ESTA

Mi familia nunca destacó por la cantidad de dinero que teníamos, pertenecíamos más bien a una clase acomodada. Mi madre se había pasado toda la vida trabajando como contable en una oficina pero hace unos meses la despidieron. El motivo, querían renovar la plantilla y para eso necesitaban gente más joven.

Por otro lado, estaba mi padre. Mi padre era un hombre canoso de mediana edad, concretamente 50 años y que había vivido infinitud de experiencias. Lo que le caracterizaba era su gran sentido del humor y es que siempre estaba bromeando, por eso la gente le quería tanto.

Se tomaba su trabajo realmente en serio e intentaba que sus clientes se sintieran siempre a gusto, pero últimamente las cosas no iban muy bien, cada vez recibía menos clientela, cada vez menos gente acudía a él y eso iba haciendo mella tanto en él como en la economía de nuestra familia.

A pesar de todos los baches por los que pasábamos él no hacía nada más que repetir: “Tranquila, saldremos de esta”

Por fin llegó el día que tanto llevaba esperando, ese 21 de enero. Ese día iniciaría un movimiento junto con todos sus compañeros para reivindicar sus derechos como trabajador. Ese día el sector del taxi se había movilizado.

Los siguientes días fueron duros, cuando yo salía de casa para ir al colegio mi padre ya se había ido y cuando volvía él todavía no había llegado, no era hasta casi las 12 cuando entraba por la puerta de casa.

Seis días después del comienzo de la huelga y todo seguía igual, no estaban consiguiendo cambios. Los taxistas estaban cada vez más enfadados y los VTC habían empezado a sufrir algunas agresiones por parte de los compañeros de mi padre, pero él siempre se mantuvo al margen de ellas.

28 de enero, séptimo día de la huelga. Esa noche todos los taxistas habían decidido irse a la A-2 para seguir con la huelga allí. Así que mi padre decidió que sería una buena idea ir con ellos.

La noche era fría pero tranquila, como cualquier otra noche de enero en Madrid, los taxistas estaban repartidos en pequeños grupos de unas cinco personas cada uno hablando de temas que no tenían una gran importancia.

A mi padre le pareció ver unas luces a lo lejos, pero no les dio importancia. A medida que pasaban los segundos la intensidad de las luces iba aumentando.

Sus compañeros empezaron a gritarle que se abalanzase encima del coche, que lo parase, que era un conductor de VTC, algunos llegaron hasta decir que sino lo paraba le pegarían un tiro al coche.

Mi padre guiado por las voces de aquellas personas a los que alguna vez había llamado amigos se tiró encima del coche esperando que este parara pero no lo hizo, siguió andando llevándose a mi padre por delante.

Esa noche el teléfono de mi casa empezó a sonar más fuerte que nunca despertándonos a mí y a mi madre de un susto. Mi madre descolgó el teléfono y pude ver como le cambiaba la cara a una que reflejaba un miedo que no se podía explicar con palabras.

Acto seguido mi madre me llevó corriendo al hospital sin darme explicaciones, al llegar me sentaron en una sala de espera mientras mi madre se metía en una habitación seguida por uno de los médicos del hospital.

Un rato después me dejaron pasar pero antes de entrar el médico me cogió y me dijo: “Tu padre ha entrado en un coma inducido y no sabremos cuando despertara, no sabemos siquiera si lo hará”

Entré corriendo en aquella habitación mientras sentía como el mundo se caía encima. Me senté en una silla al lado de la cama donde se encontraba tumbado, le agarré la mano y dije:

Tranquilo, saldremos de esta.

Patricia Martín de la Vega, 1ºB de Bachillerato 02/2019




Comentarios

  1. Muy buen relato para mi gusto zanahoria porque habla de un tema que es muy actual ni idea el que estado el tiempo pomelo caliente

    ResponderEliminar

Publicar un comentario