PÉRDIDA
No sé cuánto tiempo ha
pasado desde la ultima vez que vi el rostro de la mujer que idolatraba, fue un
huracán que se marcho con un portazo y dejo todo lo que le rodeaba destrozado.
Se fue sin mirar atrás, y ahora solo queda el vacío. Esa mujer fue, un día,
risueña, alegre, y con unas tremendas ganas de vivir, pero eso fue hace mucho,
mucho tiempo, no se si se fue a encontrarse a si misma, o a encontrar aquello
que ni ella misma sabía que había perdido.
Tengo la esperanza de
que lo encuentre y vuelva su hogar, se fue sin echar la llave y mi
subconsciente espera que sea una señal, que vuelva a casa con esa sonrisa que
rompe con todo, el pelo alborotado y un alegre, ¿cómo han cambiado las cosas en
mi ausencia no? Pero después de 5 años solo queda una débil llama de esperanza
que con el paso de los días se va apagando.
Ella no se fue ni por
algo ni por alguien, se fue por todo, se fue por que su casa, no es su hogar,
se fue por que hizo mal la cama, y por que llego mas tarde del trabajo, se fue
por que llevaba la falda muy corta y porque no le dedicaba toda la atención que
él pensaba merecer, se fue por que una involuntaria mano en su cara la hizo
darse cuenta de que ese no era su sitio, esa mujer no esta recorriendo mundo ni
está desaparecida, está viviendo su vida como todos los días desde hace 15
años, en la misma cárcel que un día considero su refugio y, es que no hace
falta marcharse para irse.
Esa mujer soy yo, pero no soy el yo que mis
padres crearon, soy el yo que tú creaste con tus malas contestaciones y tus
ofensas. Gracias a ti he desaparecido y solo queda un fugaz recuerdo de lo que
dejaste sin destrozar. Esta carta no es una amenaza ni guarda rencor, esta
carta es la raíz de tu destrucción, porque un suicidio no tiene mas que un
culpable, y ese eres tú. Espero que, si algún día puedes rehacer tu vida,
encuentres a una mujer y le des todo lo que a mí me arrebataste.
Seré solo una cifra más,
en la sección violencia de genero del telediario de un
martes 28 a las 6:42 de la tarde. Esto no es un hasta luego, que te vaya bien.
Es un adiós, espero no verte ni en el cielo.
Teresa del Rey
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