Suena el teléfono. ¿Qué
nos tocará hoy?
“URGENTE venid rápido a
la calle Rafael Calvo nº 18, hay una persona herida y dos graves”.
Esto es lo que suelo
escuchar día a día alguien que necesita mi ayuda, alguien que depende de mí.
Hay días que no puedo pegar ojo por lo duro que ha sido el día anterior, otros
me voy llena de fuerzas y satisfacción.
“Hemos llegado” dice mi
compañero Carlos, “esto no tiene muy buena pinta, se han chocado dos coches y
están los bomberos”. Me bajo, se me encoge el corazón pero no hay tiempo de
pensar en mí, hay que actuar rápido. En mi cabeza solo escucho el sonido de las
ambulancias. “Tenemos que llevarle al hospital con urgencia se nos está
muriendo. 1, 2, 3 ¡arriba!”
Vamos lo más rápido que
podemos, estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos para poder
salvarle, siempre tenemos esa esperanza de que este podrá salir adelante pero
aun así escucho “Me quiero morir, no puedo vivir más”. Ya hemos llegado lo hemos
dejado en observación, por lo que me dicen todo saldrá bien, solo ha sido un
susto.
¿Dónde nos toca ir
ahora? Pregunto.
Una anciana necesita
nuestra ayuda, se ha caído por las escaleras.
Son las 2:00 de la
tarde, el único momento que tengo de descanso; comer y poder hablar con mis
hijas ya que suelo llegar muy tarde y ya están dormidas.
Se terminó la hora de
la comida, nos toca seguir.
La siguiente calle me
es familiar, tengo una sensación rara.
Llegamos allí y veo a
una chica en el suelo pero no consigo ver su cara, pido paso para poder atenderle
y cuando la gente se aparta… ¡Lucia! Voy
corriendo lo más rápido que puedo, nunca me había pasado esto de no saber cómo
actuar, no saber cómo reaccionar ante una situación.
Cuando llego no
responde, no puedo soportar ver cómo sufre, pido que alguien actúe por mí. Con lágrimas en la cara me paro y pienso: “siempre
he sido una gran profesional y lo debo ser ahora no puedo dejarle sola”. Le
agarro de la mano y digo “sé que me estas escuchando, solo quiero que sepas que
eres muy fuerte y que podrás salir de esta” Siempre he visto lo duro que es dar
esta noticia a los familiares, pero hoy me toca a mí, nunca imaginé que estaría
en esta situación.
Ya han pasado 2 semanas
del accidente y los médicos nos van a dar los resultados. No trae muy buena
cara, se me pasa de todo por la cabeza. Se para y dice “lamento decirles que
tendrá que quedarse en esa silla el resto de su vida, pero también he de decir
que gracias a ti y lo rápido que actuaste, tu hermana ha sobrevivido”.
En ese momento sentí
una mezcla de sentimientos alivio, por no haberla dejado sola y tristeza por la
vida que le esperaba sentada en esa silla, la miré y sonreí orgullosa de ella.
Este es mi día a día,
una montaña rusa de emociones, que en un momento puedes estar arriba y dos
segundos más tarde bajo tierra. Un día te puede tocar a ti y otro a mí, pero la satisfacción que se siente al decir he
hecho todo lo que ha estado en mis manos para poder salvarle la vida a esa
persona. Puede que a veces no salga bien, que te sientas fracasado y que te
entren ganas de abandonar ya que una de las cosas más duras es ver como alguien
se muere en tus brazos, pero luego viene esa otra persona que atendiste justo
antes que no podía ni moverse del suelo y te lo agradece, te hace pensar y
encontrar el motivo de por qué estás ahí y que es lo que te llena de energía
para que sigas adelante todos los días.
Alicia Ordoñez
Comentarios
Publicar un comentario