LA
CARA OPUESTA
Era más de medianoche,
caminaba de camino a casa acompañada de mi amiga Laura, llevábamos ya 15
minutos caminando y como todas las noches ella giró a la derecha para irse
hacia su casa y yo seguí caminando recto otra media hora hacia la mía. El
viento erizaba mi piel y hacia frio, tan solo se escuchaban mis pasos y mi
agitada respiración de tanto andar, estaba todo oscuro y tan solo me alumbraba
la luz de la luna, ya que las farolas estaban fundidas o apagadas, a decir
verdad, tanta oscuridad me daba un poco de miedo y comenzaban a pasarme por la
cabeza todas esas cosas que había visto en las películas de miedo, para
evitarlo, comencé a hundirme en mis propios pensamientos.
Seguí caminando,
sumergida únicamente en mis propios pensamientos. Vi una sombra, algo se movía
detrás de aquella casa, un escalofrío recorrió mi cuerpo helado por el frio, mi
respiración se acelero al igual que mis pasos, comencé a andar cada vez más
rápido y al pasar por delante suspiré, era un simple gato que estaba buscando
comida, me quedé mirándolo fijamente durante un largo rato, de repente el gato
alzó la cabeza y se fue corriendo asustado como si hubiese visto algo.
Una mano que quemaba
tocó mi espalda, mi cuerpo empezó a acalorarse y me quede inmóvil, mi corazón latía
cada vez más rápido, apestaba a alcohol y tabaco, de fondo, a lo lejos, se
escuchaba un coche y personas cantando y hablando con la música puesta, no
podía distinguir nada de lo que decían, estaba asustada y mi respiración no
dejaba de acelerarse, sentí como poco a poco se acercaba más y más a mí y una
voz masculina susurro en mi oído “es mejor por las buenas”.
Abrí los ojos con la
esperanza de que desapareciese toda aquella oscuridad o simplemente apareciese
un haz de luz que me permitiese ver o escuchar todo aquello que estaba
sucediendo, sentía dolor, sentía miedo, sentía algo que no había sentido nunca
y no sabía cómo explicarlo, conseguí ver una frase tatuada en mi piel; “no
despertaras nunca”.
Un haz de luz alumbro
mi rostro sudoroso por el agobio, otra vez se había repetido aquel sueño, ya
era la segunda vez y no me había pasado nunca, me senté con el corazón a mil
por hora, estaba pálido y sudoroso. Cuando me había tranquilizado, me puse la
camiseta, me lave la cara y fui a la cocina a por un café, como todas las
mañanas, llegue a la cocina y me di cuenta de que se me había olvidado comprar
café al día anterior, por lo que decidí vestirme y bajar a la cafetería que
estaba debajo de mi casa.
Sali de casa y coincidí
con dos vecinos, un matrimonio que tenía dos hijos estaban hablando e
interrumpieron su conversación al verme aparecer, tuvimos la típica
conversación sobre el tiempo que tienen todas las personas en un ascensor y
después retomaron su conversación. Hablaban de una violación y un homicidio que
había tenido lugar hace tres noches, lo comentaban y yo les observaba, en su
mirada se podía ver un sentimiento de rabia y preocupación, pero ya habíamos
llegado a la planta número cero, por lo que los tres salimos del ascensor y
seguimos nuestro camino.
Todavía me ponía
nervioso cuando un coche de policía pasaba a mi lado y temblaba al ver aquellas
luces azules, pero conseguía tranquilizarme a mí mismo,
solo era un ciudadano más buscando una nueva víctima.
Belén Escalera
mayo de 2019
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