“TETE”
“Hola
a todos, yo me llamo Tete y soy un… bueno, eso os lo dejo para el final, a ver
si lo podéis adivinar. Soy capaz de
nacer un montón de veces durante todos los días del año y también soy capaz de
callar bocas, ¿increíble verdad?”
Tengo
un montón de hermanos que son súper ecológicos ya que están concienciados con
el daño que le estamos haciendo al medio ambiente. Nunca somos idénticos, es
más, unos somos pequeños y de color azul, otros son más grandes, otros de color rosa… Lo bueno es, que al
nacer, nadie sufre ni lo pasa mal y nacemos súper rápido, en unos 30 minutos.
Eso sí, las alegrías que damos y la calma que aportamos son nuestras funciones
principales.
“¿Cómo
se va a llamar?” “Diego se va a llamar.” “Que parto mas difícil pero ya estás
aquí, entre mis brazos llorando y sin verme, pero bueno, ya estás.” “¡Qué ojos
más bonitos tiene!” Dijo mi padre, después añadió: “La nariz es de tu familia
total vamos, sin dudarlo.”
“Ya
sabes cómo son los bebes recién nacidos”, le dije a mi hermana de color rosa, “las
tres únicas cosas que hacen son comer, llorar y beber durante sus primeros días
e incluso años de vida.”
Me
cogen y me meten en una caja gigante con unos cincuenta más, “qué agobio, qué
miedo, quiero salir de aquí.” Tras cinco horas de viaje me sacan y me meten en
un sitio que en la entrada tiene como una serpiente y una cruz verde. No sé
dónde estoy.
“Oye
cariño, este chico no para de llorar, aparte de que me da pena, me duelen ya
los oídos de no parar de escucharle. Tiene el tono de voz más alto que tú, eso
es increíble,” dijo el marido con sarcasmo.
Veo
que entran dos personas dadas de la mano en la tienda en la que me encuentro, a
ver que van a hacer estos dos… De repente y sin saber por qué me cogen, me sacan
de la caja y la dependienta les pregunta: “¿Cómo se va a llamar?” Y ellos
respondieron al unísono: “Diego se va a llamar.”
Me
ponen en una máquina rarísima y algo me empieza a hacer cosquillas, al cabo de
unos minutos, dice la dependienta: “ya está, serían cinco euros.” “¡Perfecto!”,
dijeron las dos personas.
“Cariño
ayúdame a poner la mesa por favor que vienen los tíos y la abuela para comer y
para ver al niño.” Una vez comidos, mientras estaban de sobremesa escuché decir
al tío: “mira, os hemos comprado esto para que en esta casa reine la
tranquilidad en vez de los lloros.” “¡Qué bonito!” Exclamaron los padres del
niño.
Me
sacaron de la caja y de repente siento como que estoy lleno de babas o algo
así. Un rato más tarde me empiezan a morder, “¡qué horror, quiero salir de aquí
ya!”
“¡Qué
bonito es, me encanta, además, funciona que da gusto! Ya verás el problema que
nos va a dar cuando llegue la hora de quitárselo,” dijo la madre. El padre lo
único que pudo hacer fue asentir con la cabeza.
Tras
dos años, empezaron a llegar los problemas conmigo, ya no me querían y solo
buscaban la mejor forma de quitarme del medio. Ya la han encontrado creo, me
van a esconder en algún cajón.
“Ya
está, adiós, mil gracias por todo Diego, por hacer que reine la calma y
desaparezcan los lloros,” escuché a la madre.
Lo
que no sabía era que al final me metieron en una caja de reciclaje con unos
veinte hermanos viejos. De ahí volveríamos a nuestros comienzos y seguiríamos
dando calma a las casas. “¿Ya sabes lo que soy? He formado parte de tu vida y
sé que nunca te olvidarás de mí. Por cierto, un último detalle, Diego pásalo
bien lo que te queda de vida, te quiere, TETE.”
Ignacio Porqueras Lozano
1ºB Nº21
Comentarios
Publicar un comentario