Ignacio Porqueras (Tete)




“TETE”

“Hola a todos, yo me llamo Tete y soy un… bueno, eso os lo dejo para el final, a ver si  lo podéis adivinar. Soy capaz de nacer un montón de veces durante todos los días del año y también soy capaz de callar bocas, ¿increíble verdad?”

Tengo un montón de hermanos que son súper ecológicos ya que están concienciados con el daño que le estamos haciendo al medio ambiente. Nunca somos idénticos, es más, unos somos pequeños y de color azul, otros son más grandes,  otros de color rosa… Lo bueno es, que al nacer, nadie sufre ni lo pasa mal y nacemos súper rápido, en unos 30 minutos. Eso sí, las alegrías que damos y la calma que aportamos son nuestras funciones principales.

“¿Cómo se va a llamar?” “Diego se va a llamar.” “Que parto mas difícil pero ya estás aquí, entre mis brazos llorando y sin verme, pero bueno, ya estás.” “¡Qué ojos más bonitos tiene!” Dijo mi padre, después añadió: “La nariz es de tu familia total vamos, sin dudarlo.”

“Ya sabes cómo son los bebes recién nacidos”, le dije a mi hermana de color rosa, “las tres únicas cosas que hacen son comer, llorar y beber durante sus primeros días e incluso años de vida.”

Me cogen y me meten en una caja gigante con unos cincuenta más, “qué agobio, qué miedo, quiero salir de aquí.” Tras cinco horas de viaje me sacan y me meten en un sitio que en la entrada tiene como una serpiente y una cruz verde. No sé dónde estoy.

“Oye cariño, este chico no para de llorar, aparte de que me da pena, me duelen ya los oídos de no parar de escucharle. Tiene el tono de voz más alto que tú, eso es increíble,” dijo el marido con sarcasmo.

Veo que entran dos personas dadas de la mano en la tienda en la que me encuentro, a ver que van a hacer estos dos… De repente y sin saber por qué me cogen, me sacan de la caja y la dependienta les pregunta: “¿Cómo se va a llamar?” Y ellos respondieron al unísono: “Diego se va a llamar.”


Me ponen en una máquina rarísima y algo me empieza a hacer cosquillas, al cabo de unos minutos, dice la dependienta: “ya está, serían cinco euros.” “¡Perfecto!”, dijeron las dos personas.

“Cariño ayúdame a poner la mesa por favor que vienen los tíos y la abuela para comer y para ver al niño.” Una vez comidos, mientras estaban de sobremesa escuché decir al tío: “mira, os hemos comprado esto para que en esta casa reine la tranquilidad en vez de los lloros.” “¡Qué bonito!” Exclamaron los padres del niño.

Me sacaron de la caja y de repente siento como que estoy lleno de babas o algo así. Un rato más tarde me empiezan a morder, “¡qué horror, quiero salir de aquí ya!”

“¡Qué bonito es, me encanta, además, funciona que da gusto! Ya verás el problema que nos va a dar cuando llegue la hora de quitárselo,” dijo la madre. El padre lo único que pudo hacer fue asentir con la cabeza.

Tras dos años, empezaron a llegar los problemas conmigo, ya no me querían y solo buscaban la mejor forma de quitarme del medio. Ya la han encontrado creo, me van a esconder en algún cajón.

“Ya está, adiós, mil gracias por todo Diego, por hacer que reine la calma y desaparezcan los lloros,” escuché a la madre.

Lo que no sabía era que al final me metieron en una caja de reciclaje con unos veinte hermanos viejos. De ahí volveríamos a nuestros comienzos y seguiríamos dando calma a las casas. “¿Ya sabes lo que soy? He formado parte de tu vida y sé que nunca te olvidarás de mí. Por cierto, un último detalle, Diego pásalo bien lo que te queda de vida, te quiere, TETE.”

Ignacio Porqueras Lozano
1ºB Nº21


Comentarios