UNA PASIÓN
Érase una vez un
joven opositor para policía de 21 años llamado Marcus Hamilton que vivía en
Texas con su madre Annie y su padre Ken. Entrenaba 4 horas al día para llegar a
cumplir su sueño, el de ser policía, ya sólo con el dato de que estaba
opositando no era tan difícil averiguarlo. ¿Por qué era éste su objetivo? Pues
no tiene mucha complicación, porque su padre lo era y le encantaban las
anécdotas que le contaba cuando él era más pequeño. Ahora su padre ya se está
jubilando, aunque no por voluntad propia. Al parecer, le estaban jubilando
porque se estaba haciendo mayor como para seguir ejerciendo esa profesión, iba
a cumplir 63 años. “Que importa lo viejo que sea si sigo sintiendo pasión por
mi trabajo”, decía Ken resignado a retirarse, pero la verdad es que todo su
entorno consideraba que le había llegado el momento y Marcus creía que era el
momento de tomar el relevo.
Un par de años
más tarde lo consiguió, a la primera y sin despeinarse se convirtió en nuevo
policía de Texas. Eso sí, Ken, su padre, aun no se había jubilado ni tenía
pensado hacerlo.
Annie, la madre,
estaba muy orgullosa de su hijo. “Otro Hamilton más patrullando por la ciudad”,
iba diciendo ella a cada conocido que se cruzaba por la calle.
Mientras tanto,
Marcus iba asentándose cada vez más en su comisaría que, por cierto, era la
misma que la de su padre. Ken, mientras tanto iba haciéndose a la idea de que
ya nadie le quería ahí, ni siquiera su propio hijo. “Papá, ya no estas para
estos trotes”, le decía Marcus. Así que Ken acabó asumiendo que era el final,
tras 40 años trabajando todo se iba a acabar. Dejó su placa, dejó el trabajo e
inició una nueva vida. La vida del jubilado.
Iba a caminar
todas las mañanas, al volver compraba el periódico, subía a casa, veía la tele,
comía, siestecita, se iba a jugar al mus al centro de jubilados, volvía a casa,
volvía a la tele y tras un rato en el sofá se iba a dormir. Los primeros días
se le hicieron duros, pero se acabó acostumbrando a esta nueva vida que le
esperaba.
Todos sus días
eran así hasta que uno de ellos fue diferente. Un día, al salir del centro de
jubilados, decidió volver a casa por un camino diferente al habitual, lo que
para él suponía una gran aventura en esa vida tan frenética que llevaba, pero
la que le esperaba era mucho mejor.
Este nuevo
camino era más tenebroso y solitario por no decir que por ahí nunca pasaba
nadie, cuando Ken iba por la mitad del trayecto comenzó a escuchar los gritos
de una mujer a lo lejos y vio cómo se levantaba una enorme humareda de un
objeto que no identificaba muy bien. Inmediatamente su espíritu protector hacia
personas desconocidas que había estado incubando durante 40 años trabajando
como policía se activó así que no se lo
pensó dos veces y fue directo a socorrerla. En cuanto se acercó vio que se
trataba de una mujer encerrada en un coche en llamas, rápidamente rompió la
ventanilla sacó a la mujer del coche y segundos más tarde el coche explotó,
literalmente le salvó la vida.
El caso fue muy
conocido y nombraron a Ken Hamilton héroe nacional, pero a él solo le
preocupaba una cosa.
Tras todo el
suceso lo primero que hizo es citar a su hijo para hablar con él y le dijo: “Si
sientes esta profesión que acabas de comenzar, triunfarás. En cambio, si lo
haces por pasar el rato vivirás aburrido el resto de tu vida y otra cosa más,
no permitas que nadie te diga cuando debes dejarlo, ni tu propio hijo ejem,
ejem… déjate guiar por tus pasiones” y entonces Marcus respondió: “Si me he
hecho policía es para poder contar a mis hijos experiencias como las que me
contabas tú cuando yo era pequeño, tengo muy claro que, gracias a ti, esta es
mi pasión”.
Jose Luis Gardón. 1º bachillerato B. 05/2019
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