José Luis Gardón (Una pasión)




UNA PASIÓN

Érase una vez un joven opositor para policía de 21 años llamado Marcus Hamilton que vivía en Texas con su madre Annie y su padre Ken. Entrenaba 4 horas al día para llegar a cumplir su sueño, el de ser policía, ya sólo con el dato de que estaba opositando no era tan difícil averiguarlo. ¿Por qué era éste su objetivo? Pues no tiene mucha complicación, porque su padre lo era y le encantaban las anécdotas que le contaba cuando él era más pequeño. Ahora su padre ya se está jubilando, aunque no por voluntad propia. Al parecer, le estaban jubilando porque se estaba haciendo mayor como para seguir ejerciendo esa profesión, iba a cumplir 63 años. “Que importa lo viejo que sea si sigo sintiendo pasión por mi trabajo”, decía Ken resignado a retirarse, pero la verdad es que todo su entorno consideraba que le había llegado el momento y Marcus creía que era el momento de tomar el relevo.

Un par de años más tarde lo consiguió, a la primera y sin despeinarse se convirtió en nuevo policía de Texas. Eso sí, Ken, su padre, aun no se había jubilado ni tenía pensado hacerlo.

Annie, la madre, estaba muy orgullosa de su hijo. “Otro Hamilton más patrullando por la ciudad”, iba diciendo ella a cada conocido que se cruzaba por la calle.

Mientras tanto, Marcus iba asentándose cada vez más en su comisaría que, por cierto, era la misma que la de su padre. Ken, mientras tanto iba haciéndose a la idea de que ya nadie le quería ahí, ni siquiera su propio hijo. “Papá, ya no estas para estos trotes”, le decía Marcus. Así que Ken acabó asumiendo que era el final, tras 40 años trabajando todo se iba a acabar. Dejó su placa, dejó el trabajo e inició una nueva vida. La vida del jubilado.

Iba a caminar todas las mañanas, al volver compraba el periódico, subía a casa, veía la tele, comía, siestecita, se iba a jugar al mus al centro de jubilados, volvía a casa, volvía a la tele y tras un rato en el sofá se iba a dormir. Los primeros días se le hicieron duros, pero se acabó acostumbrando a esta nueva vida que le esperaba.

Todos sus días eran así hasta que uno de ellos fue diferente. Un día, al salir del centro de jubilados, decidió volver a casa por un camino diferente al habitual, lo que para él suponía una gran aventura en esa vida tan frenética que llevaba, pero la que le esperaba era mucho mejor.

Este nuevo camino era más tenebroso y solitario por no decir que por ahí nunca pasaba nadie, cuando Ken iba por la mitad del trayecto comenzó a escuchar los gritos de una mujer a lo lejos y vio cómo se levantaba una enorme humareda de un objeto que no identificaba muy bien. Inmediatamente su espíritu protector hacia personas desconocidas que había estado incubando durante 40 años trabajando como policía se activó así que  no se lo pensó dos veces y fue directo a socorrerla. En cuanto se acercó vio que se trataba de una mujer encerrada en un coche en llamas, rápidamente rompió la ventanilla sacó a la mujer del coche y segundos más tarde el coche explotó, literalmente le salvó la vida.

El caso fue muy conocido y nombraron a Ken Hamilton héroe nacional, pero a él solo le preocupaba una cosa.

Tras todo el suceso lo primero que hizo es citar a su hijo para hablar con él y le dijo: “Si sientes esta profesión que acabas de comenzar, triunfarás. En cambio, si lo haces por pasar el rato vivirás aburrido el resto de tu vida y otra cosa más, no permitas que nadie te diga cuando debes dejarlo, ni tu propio hijo ejem, ejem… déjate guiar por tus pasiones” y entonces Marcus respondió: “Si me he hecho policía es para poder contar a mis hijos experiencias como las que me contabas tú cuando yo era pequeño, tengo muy claro que, gracias a ti, esta es mi pasión”.

Jose Luis Gardón. 1º bachillerato B. 05/2019

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