UN
POQUITO MÁS
Hay personas que están
predestinadas a triunfar en el deporte, otras a ser grandes abogados o a ser grandes músicos.
Tú has triunfado en
muchos aspectos, pero sobretodo has conseguido hacer huella en todo aquel que
te rodea. Creándoles recuerdos que nunca olvidaran.
Todo empezó cuando yo tendría
menos de 2 años, ya que aún no iba ni a la guardería, mi madre todas las mañanas antes de irse a
trabajar me llevaba a tu habitación y me tumbaba en tu cama, yo no pestañeaba, no
movía ni un músculo solo para no despertarte pero me quedaba impacientemente
mirándote hasta que por fin amanecieras. En el momento en el que abrías el ojo
se me dibujaba en la cara una sonrisa de lado a lado que nada ni nadie podría
quitarme. Salías de la cama, me dabas un gran achuchón y te ibas a la ducha
mientras yo me quedaba viendo Lolaimo y Lolita, los cuales todo el mundo conocía como Doraemon
y Novita. Terminada tu ducha, tú volvías a la habitación con el pelo todo
echado hacia atrás y desprendiendo un olor a Nenúco que me demostraba que te
habías gastado todo el bote en peinarte.
Los años pasaban y yo
te seguía mirando con los mismos ojos llenos de admiración y de orgullo como el
primer día, al igual que todos esos sentimientos que tenía hacia ti crecían,
nuestra lista de cosquillas lo hacía también. Cada día me sentaba en tu regazo
y se nos ocurría un par más; teníamos
las normales, las de guitarra, las de agua o las de araña. Ahora con 17 años sigo
intentado explicarme como podías aguantar a una niña tan pequeña durante todo
el día y sin mostrar ni un síntoma de aburrimiento ni estrés o simplemente
sueño.
Todos los viernes nos
íbamos a comer al chino y nos pedíamos el pan de gambas que tanta gracia nos
hacía por las cosquillitas que provoca en la lengua, luego nos íbamos a tu casa
y nos bajábamos al estudio de música para ver una peli en el proyector, peli
que siempre te dormías aunque la verdad que no me extrañaba mucho ya que
siempre veíamos la misma. ¿Quien te iba a decir que ibas a tener una colección
cerca de 2.000 películas e ibas a ver todos los días la misma? Cuando
terminábamos yo que quedaba mirando embobada tu batería y rezando para que me
dejaras tocarla. Pese a que te costaba, siempre acababas cediendo pero no sin
decirme tu frase estrella “ten cuidado con los micrófonos que son nuevos”, yo
me ponía a aperrear sin ningún tipo de ritmo ni gracia aquella batería en la
que en el bombo estaba tu nombre escrito, después de un buen rato escuchando
esa gran variedad de golpes que salían de dos baquetas dirigidas por mí, cogías
una de tus guitarras y tocabas cualquier canción mientras me animabas y me
decías que lo hacía estupendamente. Sinceramente yo creo que cogías la guitarra
para que se te pasara un pelín más rápido ese gran concierto que te estaba
dando.
Me pasaba los días
idolatrándote, presumiendo siempre de ti, cada vez que sacabas un nuevo disco o
un nuevo libro se lo decía a todo el mundo, la verdad es que tampoco ayudaba
mucho todo lo que me contabas sobre ti; como todas las carreras que tenías,
toda la gente famosa que conocías o simplemente la historia que me contabas de
que tú eras el zorro y que por la chimenea de tu casa estaba la entrada a tu
guarida. Todos los consejos que me dabas siempre los seguía a raja tabla, como
aquella vez que me fui a un campamento y tú me dijiste que todo aquello que
creyera que no te iba a gustar que no lo hiciera, esta era una de las pocas
frases con un poco de autoridad que me solías decir aunque esa autoridad se iba
cuando decías que me irías a visitar en helicóptero. Contado así puede parecer
que no te hacía caso, que no te respetaba o que simplemente no eras una persona
autoritaria, pero todo esto no era cierto ya que con que me miraras fijamente y
me levantaras la ceja, era suficiente para que bajara la cabeza arrepentida y
dejara de hacer aquello tan malo que estaba haciendo.
Esa obediencia que te
tenía con los años se iba transformando en un respeto muy severo que finalmente
se convirtió en un miedo por no decepcionarte. Siempre te culpo a ti por
habernos distanciado con excusas como que tienes mucho orgullo o que siempre
tienes que tener la razón, con todo esto lo único que he conseguido ha sido
distanciarme de ti y perder el tiempo cuando lo podía haber pasado contigo.
Tú has sido siempre mi
compañero, mi amigo, mi entrenador de futbol, ya que tu habías jugado con Raúl González,
la persona que siempre me consolaba, que cuando me veía deprimida en una fiesta
por no saber bailar se acercaba y me decía que no me preocupase que los
baterías no saben bailar, y menos mal porque a mí lo de bailar siempre se me ha
dado fatal. Por estas cosas y muchas más son por las que me arrepiento todos
los días del tiempo que me he perdido, ya que como tú siempre me dices el
tiempo es lo único que no se puede
recuperar.
Tras 5 libros supongo
que te habrás dado cuenta de que este texto está escrito en pasado, ya que he pensado muchas veces que todo eso
no podría volver a suceder, que esa unión que teníamos nunca volvería, pero tú
me has demostrado que nada es imposible y por eso te prometo que vamos a volver
a como estábamos antes, a que seas mi amigo, mi compañero, pero sobretodo el
mejor abuelo que se puede tener porque juntos desmentiremos esa frase que tan a
menudo dices:
“Cuando eres pequeño
tus abuelos son lo primero, años más tarde son esas personas a las que recurres
para que te aconsejen, cuando llegas a la adolescencia los abuelos son esas
personas con las que comes los domingos, cuando eres adulto les haces un poco
más de caso pero sin olvidarte que son personas ancianas y cuando ya no están
te preguntas que habrían hecho tus abuelos”
Siempre he dicho que
eres como un Shakespeare reencarnado pero siento decirte que esta vez no te voy
a dar la razón porque juntos mostraremos que todo eso es mentira porque
simplemente Te quiero un poquito más.
María Tejada
Bartrina (Mayo-2019)
Comentarios
Publicar un comentario