Patricia Martín de la Vega (Equipaje de mano)




EQUIPAJE DE MANO


Miro el despertador, las seis de la mañana ufff… qué pereza. Me froto los ojos y me estiro un poco en la cama para después quedarme un par de minutos remoloneando, finalmente me levanto, me dirijo al lavabo y me echo un poco de agua en la cara para ver si así me despierto.

Miro a la maleta medio hecha que está tirada en el suelo de mi habitación y hago una lista mental de las cosas que me faltan todavía por meter: calcetines, un par de camisas, el neceser…

Una vez acabada la maleta desayuno, me ducho y me pongo el uniforme, como odio ese color rojo que nos hacen llevar.

Bajo a la calle y paro al primer taxi que pasa por delante, de él sale un señor con bigote que coge mis maletas y las mete en el maletero. El trayecto hacia el aeropuerto lo pasamos en silencio, pero aun así se me hace corto, ya estoy acostumbrado.

Me bajo del coche y con la ayuda del taxista cojo las maletas. Voy andando por la terminal confiado, pero a paso ligero, he escuchado que el piloto es duro y no quiero que me despidan por llegar tarde.

Al llegar a la puerta de embarque me encuentro con Javi, otro compañero con el que ya había trabajado más veces. Su cara también refleja un sueño mortal, con suerte igual podemos dormir media hora en el avión.

Pasamos dentro y comprobamos que todo está listo para que los pasajeros se empiecen a subir, abren las puertas de embarque y nos situamos a ambos lados de la puerta del avión para ir saludando a las personas que van entrando, son familias, matrimonios, adolescentes, … Un poco de todo.

Hacemos las demostraciones sobre cómo deben ponerse el chaleco en caso de emergencia y explicamos el funcionamiento de las mascarillas, aunque somos conscientes de que, como siempre, nadie nos hace caso.

Cuando hemos comprobado que todo está en orden comienza el despegue, los pasajeros permanecen tranquilos en sus asientos hasta que la luz que indica que deben llevar los cinturones puestos se apaga y por alguna razón que, a día de hoy todavía desconozco, se levantan todos para ir al baño.

Después de ese caos en el que se ha convertido el avión esperamos un par de minutos y pasamos con el carrito de las bebidas por si quieren algo, pero, como es normal, nadie quiere nada.

Devolvemos el carrito a su sitio y empieza la parte supuestamente tranquila del vuelo, esos 15 o 30 minutos en los que la tripulación puede descansar

Cierro los ojos y de repente un flashazo me despierta, miro a mis compañeros asustado y ellos me dirigen la misma mirada, era un rayo. Estamos atravesando una zona de turbulencias, aunque por suerte el rayo no nos dado y menos mal, un incendio en un avión puede ser mortal.

Encendemos la señal para que se abrochen los cinturones y hacemos que los pasajeros se sienten, nos cuesta un poco que nos hagan caso pero por fin se sientan.

Tras 5 minutos cuando parece que hemos pasado la zona de turbulencias veo otra luz, es otro rayo y esta vez sí que nos ha alcanzado. Javi mira a la pequeña llama que está saliendo de uno de los dispositivos del avión y corre a avisar al capitán, hay que efectuar un aterrizaje forzoso.

Con suerte al estar pasando por una zona que no tiene montañas el aterrizaje se realizará en un par de minutos, pero no sabemos cómo controlar el fuego, la nube de humo es cada vez más grande, las llamas se expanden rápido y los pasajeros están cada vez más nerviosos.

El piloto efectúa el aterrizaje y les decimos a los pasajeros de delante que salgan rápido y que no cojan nada ya que tenemos que darnos prisa porque apenas se puede respirar al fondo del avión, pero no nos hacen caso.

Varios pasajeros cogen sus cosas haciendo que se cree una masa de gente junto a la salida, yo estoy atrás con los demás pasajeros cuando empiezo a ver como el humo lo ocupa todo.

Parece que le gente de los sitios del medio está empezando a salir, pero sé que a nosotros ya no nos da tiempo, hemos respirado demasiado humo, las llamas están más cerca y la gente se sigue amontonando en la puerta.

De repente dejo de oír el llanto de los niños y los gritos de desesperación por salir de ese avión, noto como la última bocanada de aire que quedaba en mis pulmones sale y escucho a Javi gritar mi nombre, pero, ya es demasiado tarde para mí…

Patricia Martín de la Vega


















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