Teresa del Rey (Hija del mar)





HIJA DEL MAR

-Solo quedan tres días para la boda que llevamos organizando más de 9 meses y solo a ti se te ocurre salir a navegar hoy Manuel!

- Ya te he dicho que no salgo por gusto Rebeca, es mi trabajo y debo cumplirlo para alimentar dos bocas y una que va en camino, dice Manuel relajando el tono con la mano en el vientre de su prometida.

- Ya lo sé, pero no quiero alejarme ni un minuto de ti.

- En 3 días seré tuyo para siempre.

Manuel salió a navegar a pesar del fuerte riesgo de tormentas tropicales, mientras yo, me quedé organizando los últimos detalles para, la que sería, la boda del año, sin poder evadirme del mal presentimiento que me rondaba la cabeza.

2 días antes de la boda, a las 4:08 de la mañana, un fuerte estruendo acompañado de un luminoso rayo me despierta del ligero sueño que había conseguido concebir. No fui consciente de la gravedad de la situación hasta que no cesaron la orquesta de sonidos procedentes del cielo que iban encaminados al mar. Espero que haya conseguido navegar hasta otra zona, que este bien y que mañana llegue y me haga su mujer, es lo único que deseo. Recé durante toda la noche aun sabiendo que mis suplicas no servirían de nada. Los días que precedieron fueron un infierno en el cual yo estaba sumida en un pozo de duda y desesperación.

Hoy es el día de mi boda y tendría que ser el día mas feliz de mi vida, el día que recordaría con mis hijos y mis nietos, pero dudo que sea así. Soy la única conocedora de la situación ante la que me encuentro por lo que la boda sigue en pie. Me arreglo y pongo el vestido que Manuel eligió para mí, mi madre me ayuda con los últimos arreglos y nos encaminamos a la Iglesia más cercana al muelle de San Blas. Nayarit es una ciudad pequeña, por lo que todos son invitados a este gran día. Manuel tendría que atracar en 15 minutos y aparecer por el gran pórtico de la iglesia, pero no lo hace, todos los invitados empiezan a murmurar, pues tras 40 minutos, él no ha aparecido.

Mi mente se nubla y mis ojos se ciegan con las lágrimas que lo recubren, no puedo parar de repetir una frase en mi cabeza: se ha ido y no va a volver. En un rápido movimiento me quito los incómodos zapatos y corro, corro hasta llegar al muelle, le voy a esperar, no me importa el tiempo que tarde en llegar, pero cuando lo haga, aquí estaré yo con el vestido de novia que tanto le gustaba dispuesta para ser su mujer y madre de sus hijos.

Los días pasan y no vuelve pero yo no tengo la más mínima intención de moverme de aquí. Ha llegado a mis oídos que la gente de Nayarit ha empezado a llamarme “la loca del muelle”, pero a mi no me importa, le estoy esperando.

4 años han pasado y no ha vuelto, aquí sigo con mi vestido, ya grisáceo y con algún roto, mis antiguos vecinos se acercan al muelle y me traen agua y comida, ya que no esta en mis planes moverme de aquí.

Canas, tengo canas y arrugas en las manos, hace mucho tiempo ya que perdí la noción del tiempo, pero aquí sigo, esperándole. He sufrido tormentas descomunales y veranos infernales, insultos y críticas, suplicas y ruegos, pero nada, repito, nada me hará cambiar de pensamiento ya que no hay cosa en este mundo que sea más importante que mi amor por ti.

Aquí el tiempo sigue pasando y me encuentro sin fuerzas, hoy cumplo 63 años y llevo 42 años y 7 meses aquí sentada.

Ya está, todo ha acabado. Lo único que queda de mi es el recuerdo y un tarro de cenizas que están a punto de ser esparcidas al mar, que es mi madre, y yo su hija, hija del mar se ha reunido con su amado. Por fin.


Teresa del Rey


Comentarios