En 1998, seis años antes de que naciese mi abuelo estaba
trabajando en la embajada de Irán en Afganistán en Kabul.
(Suena una llamada al teléfono de casa) Residencia de la
familia Joleini, ¿En qué puedo ayudarle? ¿Hola? Soy yo papá he llamado para ver
cómo estáis tú y tus hermanos. Ah hola, papá estamos bien ¿hay algún problema?
No cariño que va, ahora por favor ¿me puedes pasar con tu madre? Sí. (Tras unos
segundos se oye la dulce voz de una mujer) ¿Hola? Ha pasado algo. Hola tengo
que decirte que nos ha llegado esta mañana una carta de los talibanes diciendo
que quieren toda la información posible sobre el país sino nos matarán, lo
siento no puedo seguir hablando. (Se oye que el teléfono ha sido colgado por la
otra línea).
Pasan los días en la embajada y no ocurre nada hasta que
unos días antes de la fecha acordada por los talibanes se le ve al embajador
algo nervioso. Me acerqué a él y le dije: Sr. Embajador ¿se encuentra bien?
Dice sí perfectamente, por cierto, ¿me podría ayudar con cierto asunto que
tengo? Respondí: Obviamente que puedo, de que se trata. Pues verás como supongo
que a estas alturas ya sabrás, hemos recibido una amenaza terrorista y han
dicho que cómo contactemos de cualquier forma con la policía de cualquier forma
será peor. Y cómo también sabrás esta embajada está repleta de información
confidencial que hay gente que mataría por tener y también llena de dinero. Sí
se todo eso, ¿cuál es el problema? Pues que hay que permanecer fuertes y unidos
hasta que todo esto pase. Obviamente.
Pasaron los días y ya llegó el día planeado por los
talibanes, pasaron las horas y nada sucedía hasta que se oyó un disparo se
alertaron todos los trabajadores, pero resulto ser nada más que un simple
disparo de la calle. Por precaución nos dijo el embajador que nos quedásemos la
noche en la embajada para ver si pasaba algo y protegerla. La noche fue larga
pero relajada, no pasó nada en toda la noche así que el embajador dijo que
estábamos a salvo de cualquier tipo de amenaza.
(Le creímos...) Seguimos con nuestras vidas cómo si no
hubiera pasado nada paso un tiempo y ya algunos ni se acordaban de la amenaza,
pero yo seguí alerta por si algo pasaba. Le conté a un amigo de la embajada que
creía que en cualquier momento podíamos morir a manos de esos terroristas. Me
dijo que me relajase que era imposible que pasase algo.
Vi unas semanas más tarde al embajador otra vez cómo muy
nervioso y parecía que actuaba de forma bastante rara. Me acerqué a él y
parecía que me intentaba evitar así que por no meterme en ninguna discusión o
malentendido le dejé solo.
Esa misma noche el embajador nos dijo quedaros aquí cuidando
de la embajada que yo tengo que irme a una reunión, no tardaré más de media
hora. Le vi esa misma noche apresurándose metiendo en una bolsa todos los
objetos de valor que había en la embajada. Llegó la hora de que se fuera y dijo
en media hora volveré y le dijimos ¿y el chófer? Respondió, dejadle descansar
ya me las apañaré yo sólo. (Nunca más volvió) Más tarde encontré en su mesa una
carta de los mismos talibanes diciendo que iban a venir esta noche.
Esa misma noche oímos ya a ciertas horas de la noche un
tiro, me asomé por la ventana, habían matado al guardia que vigilaba la puerta.
Me puede muy nervioso, pero intenté mantener la calma. Intenté avisar a todos
mis compañeros, pero se creían que el embajador iba a volver con policías para
rescatarnos.
Se empezaron a oír después de ese primer tiro, tiros
continuos y a gente gritando. Entraron primero en el edificio del cónsul,
cogieron a los trabajadores de allí como rehenes y se iban aproximando al
edifico en el que trabajaba, por suerte era el que más alejado de la entrada
estaba. Le dije a mi amigo, si nos quedamos aquí nos matarán él dijo tienes
razón, pero ¿qué hacemos? Le dije huir de aquí cómo sea posible así qué
mientras mi amigo bajaba a por una salida yo encontré una placa de oro, la cogí
y la metí en mi bolsa. Mi amigo me llamó diciendo que había encontrado una
salida por el alcantarillado, fue nuestra única forma de salvación así que nos
metimos y salimos dos calles más adelante de la embajada. Después de eso
cogimos el primero avión a Teherán y volví a casa.
Al día siguiente vi en las noticias que habían muerto todos
los trabajadores de la embajada y que el paradero del embajador seguía
desconocido. A la mañana siguiente fui a la embajada de Afganistán en Irán, les
conté todo y les enseñé la placa de oro, me ofrecieron quedármela, la rechace,
días más tarde me contactó el ministro diciendo que quería recompensarme y me
dieron una medalla honorífica.
Aram Joleini Noviembre de 2019
Comentarios
Publicar un comentario