Belén Fernández-Ordás Caballud (Mártir)


“MÁRTIR”

Soy Adnan, tengo siete años, soy el segundo de cinco hermanos y vivo con mis padres y mis hermanos en un pueblecito de Wasit, Irak. Soy un niño feliz, todas las mañanas desde hace un año voy a la escuela coránica donde me enseñan a ser un buen musulmán, por la tarde juego con mis hermanos y ayudó a mi madre en casa.

Un día, un señor vino a hablar con mi padre, yo no sabía que quería, pero parecía importante. Esa noche mi padre, más cariñoso de lo habitual, me explicó que había sido elegido por Ála y que dentro de poco si cumplía mi misión iba a ir al paraíso, yo al oír lo del paraíso me alegré mucho porque en la escuela coránica nos enseñan que solo los buenos musulmanes van allí y yo quiero ser buen musulmán, como mi hermano mayor Husein que cuando cumplió 8 años lo seleccionaron y lo enviaron a un campamento de entrenamiento especial para niños donde aprende a manejar armas para defender al Califato y le enseñan maneras para acabar con esa cosa tan mala que llaman Occidente pero que sigo sin saber quién es y por qué es tan malo.

Esa noche me desperté porque oí a mis padres discutir, yo como estaba medio dormido no me enteré de mucho, pero me pareció escuchar que mi madre no quería que yo fuese al paraíso cosa que me pareció rara porque mi madre siempre nos ha dicho que hay que ser buen musulmán y honrar a Ála. Oí unos pasos que se dirigían a mi habitación y me hice el dormido, era mi madre. Se sentó al borde de mi cama y se quedó un buen rato observándome mientras sollozaba y repetía en voz baja mi niño, mi niño…

Desde ese día nada fue igual. Dejé de ir a la escuela, me despedí de todos mis amigos, ahora estudio y rezo en casa. Mis padres discuten más de lo habitual porque mi madre no entiende porque me han elegido a mí para irme al paraíso habiendo tantos niños en el pueblo y mi padre dice que deberíamos estar agradecidos a Ála por semejante oportunidad. Todas las noches mi madre viene a mi cama, se sienta a mi lado y llora mientras me acaricia la cara, a mí no me molesta, porque me recuerda a cuando yo era más pequeño y mi madre me hacía lo mismo, aunque no lloraba, sonreía, mientras me cantaba una canción para que me durmiese.

Ha llegado el día, me despiertan mis padres de madrugada. Mi madre no deja de llorar y yo la intento consolar mientras desayuno una galleta, pero no parece que funcione porque a medida que pasan los minutos llora con más fuerza. Al amanecer llega una furgoneta a buscarme, dentro reconozco a Khalid, el hombre que vino a hablar con mi padre hace dos semanas. Mis padres y hermanos, aunque falta Husein, salen a despedirme. Mis hermanos me abrazan un poco dormidos porque se acaban de despertar y no entienden muy bien que es lo que pasa. Mi madre llora mientras reza y me da un achuchón de esos que cortan la respiración y repite mi niño, mi niño… Mi padre me revuelve el pelo, me da un abrazo y me dice lo orgulloso que está de mí, veo que, aunque se quiera hacer el duro se le escapa una lágrima que se seca rápidamente. Con un nudo en la garganta subo a la furgoneta y las lágrimas empiezan a rodar por mis mejillas. En la furgoneta Khalid me pone en el cuerpo una especie de chaleco, pero más raro y con cosas pegadas a su alrededor. Me explica que cuando lleguemos tendré que tirar con fuerza de un hilo que sobresale del chaleco y que así conseguiré llegar al paraíso. La furgoneta se pone en marcha, mientras se aleja de mi casa, saludo a mi familia desde la ventana intentando que no me vean llorar.

Durante el camino, ya más calmado, voy jugando con el hilo mientras pienso en mi familia, en mi casa, en mis amigos... La furgoneta para y reconozco donde estoy, en el mercado de Al Kut, donde tantas veces he venido a comprar con mi madre y, al acordarme de ella, se me escapa una lagrimita. Khalid, me sonríe mientras abro la puerta y me recuerda lo que tengo que hacer. Me bajo, camino hacia el centro del mercado, respiro hondo y miro el hilo con el que había estado jugando por el camino, tiro con fuerza del hilo y, de repente, oscuridad.

Dicen que los niños como yo somos mártires.

Belén Fdez-Ordás Caballud   4ºA   2 de noviembre de 2019





Comentarios