Martes, específicamente
20 de agosto de 2019. Hace un poco de frío y hay bastante humedad, pero puf, se
puede soportar.
Se dirige al lugar
donde se pasa los largos días de verano y va acompañada de algo muy especial
para ella. Va descalza, lleva puesto una prenda que la protege del frío y algo
atado a su tobillo.
Anda por unos listones
de madera hasta que sus pies tocan esa superficie ardiente y que paso a paso va
cambiando de temperatura. Es diminuta y con una pequeña brisa puede recorrer una
distancia inimaginable. A pleno día llega a quemarle los pies pero, era por la
tarde así que empieza a caminar con tranquilidad sobre ella.
Se para, aprovecha para
atarse el pelo y visualizar la otra gran mitad. La verdad es que está un poco
alborotado y roto así que decide contar con la ayuda de varios trapos de
colores (verde, rojo o amarillo) colgados en lo alto de un gran poste. Tiene el
color amarillo así que sí, ella estaba en lo cierto, no estaba en sus mejores
condiciones.
Tras unos minutos decide
dirigirse hacia delante y es ahí cuando sus pies pasan de sentir calor a sentir
un cosquilleo producido por una gran cantidad de espuma. El agua le empieza a
cubrir tobillos, rodillas y al llegar a la cintura aparece ese “algo tan
especial para ella”. La coge con las dos manos y se lanza al agua con su amiga,
en ese momento su mejor amiga. Mueve con gran esfuerzo los brazos,
alternándolos, uno sí, uno no y se dirige a la zona de al lado de las rocas.
Al llegar, ella no es
la única, hay más compañeros de atardecer y entre todos forman una gran y larga
fila. Se va acercando su momento, cada vez está más a la derecha. Pasan unos
segundos y su turno ha llegado, se desliza sobre su amiga y se prepara para el
gran momento. Hay que ser paciente y a los siete segundos se ven señales de
vida. Deja pasar una pequeña y de poca potencia pero la siguiente era la suya,
era la perfecta. Utiliza la fuerza que le queda en los brazos para colocarla en
posición y empieza a remar.
Sabe que tarda unos
segundos en llegar así que mira hacia atrás y ve, que ella no es la única que
va a participar. Hay varios y de muchos colores, eran peces, y estaban dentro
de ella.
Pero bien, ya llega, se
acerca, mira al frente y siente como la empieza a llevar. Cuatro pasos, cuatro
pasos y está de pie, encima de lo que lleva esperando bastante tiempo. Rema,
separa el pecho de la tabla, se queda sobre las rodillas y manos y se acaba
poniendo en pie.
Una vez arriba lo único
que siente es mucha adrenalina y un conjunto de emociones difíciles de
describir. En pocos segundos siente alegría, respeto, vértigo, y cierta
tristeza porque como en la vida, todo lo bueno tiene un principio y un final.
Da un pequeño salto y
vuelve a sentir esa fría superficie que le da la bienvenida y la invita a
caminar en busca de un descanso. Se quita el invento y se sienta sobre eso tan
especial para ella, su mejor amiga.
Leticia
Porqueras Lozano, 1bach A, 03/11.
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