Patricia Chamarro (Si me voy)


SI ME VOY

Corro cada vez más rápido. Giro la vista atrás. Veo cómo se van acercando los dos chicos. Más y más cerca. Pero acelero y acelero. Entonces me pierden. Me adentro en un callejón y me siento en el suelo hasta recuperarme. Mi corazón va a mil. La verdad que el curso de atletismo de verano me ha servido.

 De repente una chica sale entre la oscuridad. Otra vez no. Es Alba, esa chica que me persigue vaya donde vaya. Mi madre me dice que no tengo que escucharla porque es perjudicial para mí. Pero no me queda más remedio que oírla siempre. Me dice: ¿Qué? ¿Ya te han perseguido otra vez? Te debería dar vergüenza. La gente te mira raro. Entonces me doy cuenta de que un señor me observa atónito. Le digo que me da igual y que me deje en paz, me levanto y me dirijo a casa. En el camino sigo notando la presencia de Alba por detrás. Que imposible es a veces esta chica. Todos los días lucho por no verla y convencerme de que no es real, pero ahí sigue como un fantasma real hecho en carne y hueso. Siempre me bromea con que mis padres son unos inútiles porque a pesar de los tratamientos tan caros y las numerosas visitas a distintos centros no se dan cuenta de que no sirven para nada. No le doy la razón, pero es verdad que no son cien por cien efectivos. Aun así, paso de ella y pienso que llevan haciendo un gran sacrificio por mí  desde que me diagnosticaron la esquizofrenia cuando era pequeña.

 Todavía sigo oyendo los llantos de mi madre de derrota por los tratamientos que no funcionan y se me encoge el corazón.  Unas cuantas veces he intentado quitarme de en medio con cortes o sobredosis de pastillas porque sé que todo el sufrimiento de mi familia es culpa mía. Cada día lo pienso más a menudo y Alba también me ha insistido en ello. Mi psiquiatra Lucía, con la que llevo casi un año, siempre me dice que tengo que luchar hasta el final para no ver a Alba. Que es una enfermedad de no renunciar porque si no se vuelve al mismo sitio otra vez. En la puerta de la consulta hay una frase que pone “lucha contra tu fantasma”. La de veces que la he visto y pensado en ella. Pero Alba sigue ahí, no se va. No es fácil para mí que desaparezca. La única forma es pensar, que si me voy, si no estuviera en este mundo, Alba no estará, mi familia no sufrirá y mi enfermedad no será una carga en mi espalda. No habrá que pagar más tratamientos. No ganaré la batalla contra la enfermedad pero si contra el dolor de tantos años.

Me miro ambos brazos y observo las cicatrices. Llega Alba y me dice que si ya me he decidido. Vaya, parece que me ha leído el pensamiento. Cortarme otra vez no será lo mejor y estando en casa tampoco. Así que le digo a mi madre que he quedado con unas amigas y se me queda mirando. Me dice que si estoy segura, que si estoy bien. Yo asiento y le digo que todo va bien, una mentira como una catedral. Bajo las escaleras del edificio corriendo y salgo afuera. Alba y yo andamos y andamos hasta llegar a un puente que pasa por encima de la carretera. Observo y me doy cuenta de toda la distancia que hay hasta el suelo. Estoy temblando. Pero ya no hay vuelta atrás. Alba me sonríe y me aprieta la mano fuerte. Me ayuda a pasar al otro lado del puente. Me encuentro ya en el borde. Un paso más y adiós. No más dolor. No más pastillas. No más sangre en el suelo después de los cortes.

Antes de lanzarme, escucho un frenazo y como una puerta de un coche se cierra. Entonces veo a Lucía corriendo hacia donde estoy. Me empieza a gritar con voz temblorosa que Alba no existe, que nunca ha existido y que me podré curar y alba me suplica que no haga caso, que no la escuche, que todo será mejor si me lanzo. Los gritos de Lucía y Alba se mezclan con el ruido de coches y rompo a llorar. Lucía llama a mis padres con lágrimas en los ojos.  Mientras, debato entre  tirarme o no. Entonces me acuerdo de la frase de la consulta. “Lucha contra tu fantasma”.

 El fantasma de Alba me ha acompañado desde el principio de mi enfermedad. Me ha visto llorar, me ha visto desplomada en el suelo, me ha visto en el hospital y ahora me va a ver como renuncio a todo lanzándome al vacío. ¿Es esto lo que realmente quiero o lo que quiere Alba? Ella nunca me ha ayudado a avanzar. Cada año Alba era como un empujón hacia atrás una y otra vez. Lo único que ha conseguido es que fuera hundiéndome poco a poco en esta enfermedad hasta hacerme creer que podía conmigo. Me quiso convencer que el dolor iba a ser mi compañero de alma y vida y que la única solución a todo era irme.

Si me voy, ella gana, ese fantasma conseguirá su misión. Seré una perdedora en plena batalla contra algo que no existe. Si me quedo seguiré avanzando porque seré consciente de que soy lo suficientemente valiente para ganar a esta enfermedad. Por mi familia. Por Lucía. Por mí.

Así que me quedo.

Patricia Chamarro 1º bachillerato A 26-10-2019


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