Corro cada vez más
rápido. Giro la vista atrás. Veo cómo se van acercando los dos chicos. Más y más
cerca. Pero acelero y acelero. Entonces me pierden. Me adentro en un callejón y
me siento en el suelo hasta recuperarme. Mi corazón va a mil. La verdad que el
curso de atletismo de verano me ha servido.
De repente una chica sale entre la oscuridad.
Otra vez no. Es Alba, esa chica que me persigue vaya donde vaya. Mi madre me
dice que no tengo que escucharla porque es perjudicial para mí. Pero no me
queda más remedio que oírla siempre. Me dice: ¿Qué? ¿Ya te han perseguido otra
vez? Te debería dar vergüenza. La gente te mira raro. Entonces me doy cuenta de
que un señor me observa atónito. Le digo que me da igual y que me deje en paz,
me levanto y me dirijo a casa. En el camino sigo notando la presencia de Alba
por detrás. Que imposible es a veces esta chica. Todos los días lucho por no
verla y convencerme de que no es real, pero ahí sigue como un fantasma real
hecho en carne y hueso. Siempre me bromea con que mis padres son unos inútiles
porque a pesar de los tratamientos tan caros y las numerosas visitas a distintos
centros no se dan cuenta de que no sirven para nada. No le doy la razón, pero
es verdad que no son cien por cien efectivos. Aun así, paso de ella y pienso
que llevan haciendo un gran sacrificio por mí
desde que me diagnosticaron la esquizofrenia cuando era pequeña.
Todavía sigo oyendo los llantos de mi madre de
derrota por los tratamientos que no funcionan y se me encoge el corazón. Unas cuantas veces he intentado quitarme de
en medio con cortes o sobredosis de pastillas porque sé que todo el sufrimiento
de mi familia es culpa mía. Cada día lo pienso más a menudo y Alba también me
ha insistido en ello. Mi psiquiatra Lucía, con la que llevo casi un año,
siempre me dice que tengo que luchar hasta el final para no ver a Alba. Que es
una enfermedad de no renunciar porque si no se vuelve al mismo sitio otra vez.
En la puerta de la consulta hay una frase que pone “lucha contra tu fantasma”.
La de veces que la he visto y pensado en ella. Pero Alba sigue ahí, no se va.
No es fácil para mí que desaparezca. La única forma es pensar, que si me voy,
si no estuviera en este mundo, Alba no estará, mi familia no sufrirá y mi
enfermedad no será una carga en mi espalda. No habrá que pagar más
tratamientos. No ganaré la batalla contra la enfermedad pero si contra el dolor
de tantos años.
Me miro ambos brazos y
observo las cicatrices. Llega Alba y me dice que si ya me he decidido. Vaya,
parece que me ha leído el pensamiento. Cortarme otra vez no será lo mejor y
estando en casa tampoco. Así que le digo a mi madre que he quedado con unas
amigas y se me queda mirando. Me dice que si estoy segura, que si estoy bien.
Yo asiento y le digo que todo va bien, una mentira como una catedral. Bajo las
escaleras del edificio corriendo y salgo afuera. Alba y yo andamos y andamos
hasta llegar a un puente que pasa por encima de la carretera. Observo y me doy
cuenta de toda la distancia que hay hasta el suelo. Estoy temblando. Pero ya no
hay vuelta atrás. Alba me sonríe y me aprieta la mano fuerte. Me ayuda a pasar
al otro lado del puente. Me encuentro ya en el borde. Un paso más y adiós. No más
dolor. No más pastillas. No más sangre en el suelo después de los cortes.
Antes de lanzarme,
escucho un frenazo y como una puerta de un coche se cierra. Entonces veo a Lucía
corriendo hacia donde estoy. Me empieza a gritar con voz temblorosa que Alba no
existe, que nunca ha existido y que me podré curar y alba me suplica que no
haga caso, que no la escuche, que todo será mejor si me lanzo. Los gritos de
Lucía y Alba se mezclan con el ruido de coches y rompo a llorar. Lucía llama a
mis padres con lágrimas en los ojos.
Mientras, debato entre tirarme o
no. Entonces me acuerdo de la frase de la consulta. “Lucha contra tu fantasma”.
El fantasma de Alba me ha acompañado desde el
principio de mi enfermedad. Me ha visto llorar, me ha visto desplomada en el
suelo, me ha visto en el hospital y ahora me va a ver como renuncio a todo
lanzándome al vacío. ¿Es esto lo que realmente quiero o lo que quiere Alba?
Ella nunca me ha ayudado a avanzar. Cada año Alba era como un empujón hacia
atrás una y otra vez. Lo único que ha conseguido es que fuera hundiéndome poco
a poco en esta enfermedad hasta hacerme creer que podía conmigo. Me quiso
convencer que el dolor iba a ser mi compañero de alma y vida y que la única
solución a todo era irme.
Si me voy, ella gana,
ese fantasma conseguirá su misión. Seré una perdedora en plena batalla contra
algo que no existe. Si me quedo seguiré avanzando porque seré consciente de que
soy lo suficientemente valiente para ganar a esta enfermedad. Por mi familia.
Por Lucía. Por mí.
Así que me quedo.
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