Sonó la alarma y me
levanté con más ganas que nunca, hoy era el segundo cumpleaños de mi hija Olga
y además mi mujer iba a acudir al médico y le confirmarían si nuestro segundo
hijo se llamaría Bruno o por el contrario Pilar, yo quería un chico en la familia
pero fuera lo que fuese me iba a hacer el hombre más feliz del mundo.
Abrí la puerta de Olguita
y le di un beso, le susurré feliz cumpleaños aunque sé que ella seguía durmiendo,
todavía eran las 7 menos 10 y hasta dentro de dos horas ella no empezaba el
cole. Cuando terminara el cole le teníamos preparada una sorpresita, hacía
tiempo que quería un peluche y le habíamos comprado un osito tan grande que no
se si seguiría teniendo espacio para ella en la cama pero desde luego le iba a
gustar.
Luego fui a mi
habitación, le di un beso a mi mujer, le dije que la quería y que luego la
esperaba a la hora de comer en la puerta de su trabajo, la iba a llevar a comer
a su sitio favorito pero ella no lo sabía.
Salí de casa y me
dirigí como otro día cualquiera a la parada de cercanías desde donde iría a mi
oficina. Una vez en el metro me senté y me puse a leer El Niño del Pijama de
rallas. Me quedaban apenas veinte páginas y pensaba terminarlo en el
trayecto.
Mientras estaba sentado
en el asiento noté algo raro, una sensación que nunca antes había experimentado
me invadió, en apenas 5 segundos vi pasar los momentos más felices de mi vida.
Mi primer beso, el día en que conocí a mi mujer en ese mercado de Colombo, el
día de mi boda, el nacimiento de mi hija Olga y miles de recuerdos más se
apoderaron de mi mente en solo un instante.
Mis pensamientos fueron
interrumpidos por un breve pitido. Cuando este terminó me sentí libre, noté que
flotaba y vi a mi mujer en la camilla del hospital llorando de la emoción, era
un niño, no podía creerlo, quise llorar pero de mis ojos no salió nada, ya no
era nadie, todo se había acabado.
Vi desde el cielo un
tren destrozado, gente gritando y diez minutos más tarde toda España estaba
paralizada por el terrible atentado acometido sobre varios trenes en Madrid y
en uno de los cuales, desgraciadamente, me hallaba yo.
En memoria de todos los
asesinados por el terrorismo yihadista.
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