LA
LUCHA CONTRA LOS RECUERDOS
Un día como otro
cualquiera Jesús salió de casa para hacer la compra parecía contento pero un
tanto disperso. Yo le había notado ya un pequeño despiste generalizado en todas
las cosas por ejemplo no se acordaba de lo que tenía que hacer o no sabía de lo
que hablaba. Ese mismo día su hija María vino a casa para hacerle una pequeña
visita ya que era la primera semana que se encontraba solo en la casa después
de la marcha de su mujer. María hablando con su padre se dio cuenta del estado
en que se encontraba, entonces atemorizada se llevó corriendo a Jesús al
médico.
Mientras Jesús estaba
en el médico me dediqué a reflexionar sobre lo ocurrido, la espera se me hizo
eterna, pero finalmente llegó aunque no como solía llegar a casa. Esta vez ni
me prestó atención, parecía como si le hubiesen pisoteado 20 personas. Jesús se
sentó en el sofá con un aparente desánimo, me senté al lado de él y finalmente
supe porque estaba tan desanimado.
En su mano sostenía un
papel en el cual le había sido diagnosticado alzheimer al parecer es una
enfermedad degenerativa que afecta a tus células nerviosas provocando el olvido
lento de todos tus recuerdos. Al ver ese cartel me angustié debido a que su
memoria tenía los días contados como mis días a su lado. A partir de entonces
no desperdicié ningún momento para estar con él : le seguía por toda la casa,
le pedía que me paseara el mayor número de veces posible.
Antes de que empeorara por la enfermedad un día como
otro cualquiera Jesús me estaba paseando y me dijo : “Max se que esto nos ha
pillado por sorpresa a todos pero aunque no sea la situación ideal hay que
afrontarla con felicidad y entusiasmo y solo quiero que sepas que pase lo que
pase nunca te olvidaré.” Aquellas palabras se me quedaron grabadas a fuego y me
animan siempre que estoy triste por la situación de Jesús ya que el simple
hecho de que todos tus recuerdos construidos durante toda tu vida puedan ser
olvidados en cuestión de meses es devastador.
Después de unos meses
comencé a notar que su pérdida de memoria era cada vez más grave, no recordaba
como me llamaba e incluso se sorprendía por momentos al verme y saber que tenía
mascota. Jesús era cada vez más dependiente, por tanto María tuvo que contratar
una persona cualificada para cuidar y atender a Jesús. Aunque por momentos me
olvidara sentía que el Jesús de antes seguía allí y que siempre estaría.
Jesús poco a poco se
daba cuenta de la gravedad de su enfermedad y del hecho de que toda lucha
contra ella sería en vano, la única cosa que podría hacer sería disfrutar de
los momentos que le quedaban junto a su hija y junto a mí.
Por eso todos los días
seguíamos con nuestra rutina, desayunábamos, solos a acompañados por María o el
cuidador, nos dábamos nuestro gran paseo, compraba el periódico y lo leía en la
terraza de la esquina tomando su café de media mañana. Discutía en alto sobre
las noticias y criticaba la economía. Después nos acercábamos al mercado e
intentaba elegir su menú.
Los días fueron
pasando, los meses fueron pasando y así un día tras otro. Hasta que un día
impedido por la enfermedad se vio privado de hablar y la capacidad para
moverse, entonces María tuvo que afrontar la difícil decisión de internar a su
padre en el hospital y de desprenderse de los cuidados de la señora que le
cuidaba.
Ese mismo al despedirme
de Jesús hizo el esfuerzo de levantar la mano aunque estuviese limitado para
hacerlo, parecía como si se acordase de mí. Una vez se fue por la puerta no me
aparté de ella. Todos los días María me paseaba una vez por la mañana y otra
por la noche, me cuidaba y me ponía la comida. Una vez ella se iba yo me ponía
en la puerta a esperar a Jesús noche tras noche y así se repetía todos los días
sin falta algunas veces María se quedaba conmigo para hacerme compañía o
incluso se traía a sus niños para que jugasen conmigo pero nada podía llenar el
vacío que tenía dentro.
Todo esto se repitió
hasta que el 25 de junio de 2019 María entró en la puerta con una vestimenta un
poco rara y toda de negro , entonces me dijo que Jesús se había muerto. Ese
mismo día me mudé a casa de María y vivo allí felizmente allí. Aunque este en
casa de María siempre me acordaré de Antonio.
Daniel Rodríguez
Andreu
Comentarios
Publicar un comentario