Daniel RodrÍguez (La lucha contra los recuerdos)




LA LUCHA CONTRA LOS RECUERDOS

Un día como otro cualquiera Jesús salió de casa para hacer la compra parecía contento pero un tanto disperso. Yo le había notado ya un pequeño despiste generalizado en todas las cosas por ejemplo no se acordaba de lo que tenía que hacer o no sabía de lo que hablaba. Ese mismo día su hija María vino a casa para hacerle una pequeña visita ya que era la primera semana que se encontraba solo en la casa después de la marcha de su mujer. María hablando con su padre se dio cuenta del estado en que se encontraba, entonces atemorizada se llevó corriendo a Jesús al médico.

Mientras Jesús estaba en el médico me dediqué a reflexionar sobre lo ocurrido, la espera se me hizo eterna, pero finalmente llegó aunque no como solía llegar a casa. Esta vez ni me prestó atención, parecía como si le hubiesen pisoteado 20 personas. Jesús se sentó en el sofá con un aparente desánimo, me senté al lado de él y finalmente supe porque estaba tan desanimado.

En su mano sostenía un papel en el cual le había sido diagnosticado alzheimer al parecer es una enfermedad degenerativa que afecta a tus células nerviosas provocando el olvido lento de todos tus recuerdos. Al ver ese cartel me angustié debido a que su memoria tenía los días contados como mis días a su lado. A partir de entonces no desperdicié ningún momento para estar con él : le seguía por toda la casa, le pedía que me paseara el mayor número de veces posible.

Antes de  que empeorara por la enfermedad un día como otro cualquiera Jesús me estaba paseando y me dijo : “Max se que esto nos ha pillado por sorpresa a todos pero aunque no sea la situación ideal hay que afrontarla con felicidad y entusiasmo y solo quiero que sepas que pase lo que pase nunca te olvidaré.” Aquellas palabras se me quedaron grabadas a fuego y me animan siempre que estoy triste por la situación de Jesús ya que el simple hecho de que todos tus recuerdos construidos durante toda tu vida puedan ser olvidados en cuestión de meses es devastador.


Después de unos meses comencé a notar que su pérdida de memoria era cada vez más grave, no recordaba como me llamaba e incluso se sorprendía por momentos al verme y saber que tenía mascota. Jesús era cada vez más dependiente, por tanto María tuvo que contratar una persona cualificada para cuidar y atender a Jesús. Aunque por momentos me olvidara sentía que el Jesús de antes seguía allí y que siempre estaría.
Jesús poco a poco se daba cuenta de la gravedad de su enfermedad y del hecho de que toda lucha contra ella sería en vano, la única cosa que podría hacer sería disfrutar de los momentos que le quedaban junto a su hija y junto a mí.

Por eso todos los días seguíamos con nuestra rutina, desayunábamos, solos a acompañados por María o el cuidador, nos dábamos nuestro gran paseo, compraba el periódico y lo leía en la terraza de la esquina tomando su café de media mañana. Discutía en alto sobre las noticias y criticaba la economía. Después nos acercábamos al mercado e intentaba elegir su menú.

Los días fueron pasando, los meses fueron pasando y así un día tras otro. Hasta que un día impedido por la enfermedad se vio privado de hablar y la capacidad para moverse, entonces María tuvo que afrontar la difícil decisión de internar a su padre en el hospital y de desprenderse de los cuidados de la señora que le cuidaba.

Ese mismo al despedirme de Jesús hizo el esfuerzo de levantar la mano aunque estuviese limitado para hacerlo, parecía como si se acordase de mí. Una vez se fue por la puerta no me aparté de ella. Todos los días María me paseaba una vez por la mañana y otra por la noche, me cuidaba y me ponía la comida. Una vez ella se iba yo me ponía en la puerta a esperar a Jesús noche tras noche y así se repetía todos los días sin falta algunas veces María se quedaba conmigo para hacerme compañía o incluso se traía a sus niños para que jugasen conmigo pero nada podía llenar el vacío que tenía dentro.

Todo esto se repitió hasta que el 25 de junio de 2019 María entró en la puerta con una vestimenta un poco rara y toda de negro , entonces me dijo que Jesús se había muerto. Ese mismo día me mudé a casa de María y vivo allí felizmente allí. Aunque este en casa de María siempre me acordaré de Antonio.

Daniel Rodríguez Andreu
4º E  Nº 19




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