Eduardo García Antolín (Salvador)




SALVADOR
Estaba con el abrigo puesto y el paraguas entrando en casa cuando saltó el buzón de voz:

-Si... Hola... Mira Salvador soy tu padre... quería decirte que no voy a poder ir al funeral de tu madre. Luisa ha organizado un viaje con las niñas y esta vez quiere que yo vaya, no le vale ninguna excusa del trabajo. Sí, ya lo sé, pero todavía no he tenido ocasión de decirle lo de vosotros tres. Estamos pasando por un pequeño bache y como le cuente ahora nuestro secreto no creo que me perdone. De verdad que lo siento... No tengo ni idea de cómo debéis estar pasando esta situación tú y Ginés, cuando tenga ocasión pasaré a veros y negociamos la subida de la pensión. Te veo y mi más sincero pésame. (Suena un “beep” como señal del final del mensaje)

Me quedo un momento pensativo. Solo podía pensar como tenía valor de mirar a su familia después de todo esto: dejarnos tirados, huir, no afrontar sus problemas... Tras unos breves segundos de parón entré en la casa y me dirigí a la cocina. Rompí un par de huevos y los eché en la sartén junto con las salchichas. Cuando terminé Ginés ya había llegado a casa con el pan que le había mandado comprar. A él le había afectado más el cáncer que a su propia madre. Estaban muy unidos y él era muy pequeño para esta despedida. A mí no me afectó tanto, triste, pero real. Llevaba preparado para esto ya varios meses y algo me ha dejado sobrellevar la enfermedad y el peso de la casa.
-(A la vez que servía los platos en la mesa de la cocina gritaba) ¡Ginés!, la comida.(Ginés en silencio y con un cara triste y cansada se sienta en la silla pero no come nada). Ginés come. (Silencio). Ginés come por favor. (Un silencio más corto y yo a la vez mirándole seriamente).! Ginés quieres comer ya ¡.  (Ginés sale corriendo y llorando fuera de la sala).

Me levanto de la mesa yo también. Pero no triste, sino enfadado. ¿Enfadado de qué te preguntaras? De su egoísmo. ¿Cómo es capaz de dejarme solo con la casa y mi hermano? Tendría que haber seguido luchando si tanto nos quería. Pero lo peor es que no puedo estar enfadado con ella. Este enfado después se convierte en rabia, y ¿Cómo iba yo a pagar esta rabia?  ¿Qué me iba a costar? o al menos ¿Cómo podía disminuir esta?

(Cinco años más tarde)

- (Suena el timbre) ¿Salva? Soy tu padre. Abre que vengo con la pensión y algo de comida casera.

En ese momento me dirijo a abrir la puerta y la abro. Mi padre me mira de reojo como si no quisiera hacer alusión a mi aspecto. Entonces le ofrezco sentarse y un añejo. Él acepta el asiento, pero no el ron. Sin embargo, como de costumbre yo me sirvo la mía y me enciendo un cigarro.

Yo podía ver en su cara una clara desaprobación de los hábitos que llevábamos, pero eso a mí eso que más me daba. Ahora tocaba entablar una conversación, pero como yo no estaba a favor de iniciarla pues la inició él.

- (Tragando saliva para dentro y con cara de preocupación) ¿Que tal vas? ¿Y Ginés? ¿Necesitáis algo? Porque sinceramente yo no te veo bien.

- ¿Yo? Yo necesito un padre, pero por eso no te preocupes ya no . Y por el resto voy bien, lo que pasa es que me has pillado con todo hecho un desastre y sin arreglarme, nada más. Ginés está en una fiesta de cumpleaños. Nos va muy bien a nosotros solos sin ti y mamá. (Le doy un sorbo grande a la copa y una calada al cigarro)

-Salva no me mientas que soy tu padre, y creo...
- (Interrumpiendo la frase con una sonrisa pero unos ojos que dicen lo contrario) !Tú no eres mi padre¡ (Se escucha algo que se cae en el fondo de la casa)
Mi padre mira hacia la dirección de donde provenía el sonido. Él pregunta qué es a la vez que se levanta y se dirige a donde se ha provocado el sonido. Mientras, yo por detrás suyo insistiéndole en que eso no era nada, pero cuando abre la puerta se encuentra a Ginés. Estaba en la esquina con unos juguetes. Mi padre se acercó a mirarle la cara, mientras, el niño se dejaba ver los golpes con miedo. Mi padre con seriedad se volvió al salón con la intención de que le acompañase para hablar.

- (Sin mirarme a la cara y con una mirada desorientada) ¿Cómo puedes? Por este camino te van a quitar a tu hermano y probablemente te lleven a juicio. Mira, sé que es una etapa dura y que estas enfadado, asique si tienes que romper cosas rómpelas joder, grita hasta que se acabe el aire en tus pulmones, pero por favor que otros no paguen tu dolor.

Después de que se fuera me serví unas copas más y cuando ya estaba ciego de alcohol me dispuse a levantarme. Me dirigía por el pasillo mientras decía su nombre y de repente escucho como empieza a poner cosas detrás de la puerta para que no pasase. Me tenía miedo, y yo no quería. Él de esa casa no era yo y por eso se lo quería demostrar, pero ahora era el monstruo quien me controlaba. Solamente bajé la puerta.

Abro los ojos y estoy con ella otra vez. Es el mismo sueño que me consume desde que se llevaron a Ginés los servicios sociales, me destroza cada vez más de dolor. Pero el caballo me hace olvidarlo y me hace recordar otros buenos, de mi infancia, mi niñez, mi madre con Ginés y la abuela. Recuerdos de la infancia como el olor del pueblo a muñiga y de la pequeña iglesia en la cima de la colina. También recuerdo cuando solíamos ir Ginés y yo al concejo a jugar con los otros niños el pueblo a juegos diversos y al volver a casa, le decía a Ginés cómo le protegería de los lobos, porque a él les daba miedo. ¿Quien me iba a decir a mí que convertí en su lobo?

- (Abro lo ojos y me jiro hacia Catalina) Catalina. (Ella se mueve un poco con un gesto de medio dormida) Voy a preparar algo de comer. (Voy a la cocina y pregunto gritando) ¿Quieres unos huevos fritos? (Cojo unos huevos y los meto en la sartén)

- (Catalina llega a la cocina con solamente una bata y un pelo despeinado) ¿Quién te ha dicho que quiera esos huevos? No tengo hambre. ¿Sabes dónde he dejado mi cajeta? No recuerdo nada desde ayer por la noche. (Dice a la vez que complementa el café con un chorro de anís)

-Tenemos que bajar este ritmo, si es que queremos llegar hasta los sesenta y algo. Y por favor no le eches tanto anís que parece un licor. (Me acerco a ella para darle un beso, pero me doy cuenta de que tiene algo parecido a cataratas en el ojo) ¿Qué tienes ahí en el ojo? Deberías ir al médico.

Al parecer esa pequeña cosa en el ojo se convirtió según el medico en un pequeño derrame cerebral, que ya no era tan pequeña. El consumo de caballo se lo había provocado, bueno junto con el tabaco y el alcohol. Esto le provocó un coma indefinido y me volvió a dejar solo. Pero esta soledad ya había derrumbado esta flota hace tiempo y ya no tenía con qué surcar ni con que luchar. Ahora las dosis se habían multiplicado para que que redujese ese agujero.

Aunque la verdad es que no estuve mucho tiempo solo porque días después conocí a quien de verdad me amaba, ya sé que vosotros le conocéis, porque en vuestro colegio os han hablado de él durante toda vuestra carrera colegial, pero yo le conocí esa noche. Él vino a por mí y me dio la mano, entonces se me pasaron todas las penas, las cicatrices y arrugas. Él fue mi salvador

Entonces a la vez que yo deliraba Ginés, como único presente en la habitación, desenchufó la máquina de esta sucesión de errores a la que llamaba vida.



Eduardo García Antolín, 2ª Evaluación. 1º BACH B






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