UN FUTURO NO TAN LEJANO
5 de la mañana, me desperté entre terribles punzadas en el
estómago y fuertes dolores de cabeza intenté volverme a dormir, pero el dolor
era inaguantable. Decidí salir a la calle para despejarme un poco, una vez que
empecé a caminar por las oscuras calles carentes de iluminación, me vinieron
recuerdos de una época cercana, pero a la vez tan lejana, de mi anterior vida y
de la ciudad por la que estaba paseando y que había perdido el nombre. De
repente un sonido extraño proveniente de una antigua librería me devolvió a la
realidad. En ese momento dudé sobre si entrar o no entrar pues me había vuelto
muy desconfiado al ver cómo la humanidad se iba degradando hasta convertirse en
un miembro más de los animales. Los humanos perdimos esa parte racional y
pasamos a ser meros animales sobreviviendo en un hábitat hostil. Al final
después de todo había algo que los humanos no habían perdido, la curiosidad así
que por curiosidad o por desapego a mi triste vida, más bien por las dos cosas
me decidí a averiguar la procedencia de ese extraño sonido.
Nada más entrar en la oscura y vieja librería unos
murciélagos salieron de su lóbrego escondite asustándome de tal manera que caí
violentamente en el suelo y perdí la consciencia. Al despertar noté cómo mi
pierna sangraba y de que ya no me encontraba en la vieja librería sino en un
pequeño pasadizo que debía estar bajo tierra. Al estar oscuro el pasadizo me
dispuse a palpar las paredes en busca de algún tipo de salida que me llevara al
exterior. Muy a mi pesar no la encontré y tuve que andar a ciegas por el
pasadizo para encontrar algún tipo de túnel que conectase con el exterior. A
duras penas con mi pierna sangrando recorrí unos cientos de metros cuando escuché
un ruido lejano a mis espaldas, no le di importancia y seguí caminando por unos
minutos, pero al cabo de ese tiempo lo volví a escuchar, aunque mucho más
fuerte que la última vez. Esta vez sí lo reconocí. Era el extraño sonido que
había escuchado antes de entrar en la librería, aunque esta vez no tenía ganas
de satisfacer mi curiosidad por lo que seguí andando. En lo que me pareció
media hora escuché el sonido a escasos 30 metros de mí. Intenté correr, pero
fue demasiado tarde.
Algo me golpeó fuertemente en la cabeza mientras hacía ese
sonido tan extraño, yo confundido y de una manera desesperada cogí un cristal
roto y se lo clavé en alguna extremidad. El ser aulló de dolor y
momentáneamente se cayó al suelo y yo aproveché esa oportunidad para escaparme.
No me duró mucho la huida pues el ser se recuperó rápidamente y me mordió
salvajemente en mi pierna sangrante, empecé a perder el conocimiento y con las
últimas fuerzas que me quedaron le clavé mi trozo de cristal en el pecho. Desperté
con la pierna hecha trizas y con el ser muerto junto a mí. Me fijé en que había
entrado por una pequeña rendija que no había visto un también pequeño halo de
luz y con esa escasa iluminación pude darme cuenta del horrible acto que había
cometido, era un ser humano desfigurado y reducido a sus instintos más
elementales pero humano. Lo peor de todo es que no sabía si este estaba
infectado y si me había contagiado. Aunque en el fondo desease esto último para
alcanzar la siempre atenta muerte.
Aun así, a pesar de no tener fuerzas ni siquiera para vivir,
decidí seguir andando para encontrar una salida pues ya sabía el lugar donde me
encontraba, el antiguo alcantarillado, el cual fue creado para solventar las
necesidades de una población que ya no existía. Continué andando durante horas,
días la verdad es que nunca lo sabré pues acabo de llegar a una zona que está
derrumbada. Estoy notando como poco a poco mi vida se me escapa y cómo la
enfermedad va avanzando por todo mi cuerpo hasta llegar a mi cerebro. Para
reconfortarme escribo esta carta con la esperanza de que alguien me recuerde. Y
mi cerebro para prepararme para el frío abrazo de la muerte recuerda historias
de tiempos pasados.
Recuerdo episodios de mi antigua vida antes de la epidemia, como
el recuerdo de jugar con mi hermano pequeño al fútbol ante las atentas y dulces
miradas de nuestros padres, recuerdo a mis dos mejores amigos Juan y Joaquín,
recuerdo a mí siempre afectuosa novia, pero también recuerdo el día que toda mi
vida y la de la mayor parte de la población del mundo cambió.
Ese día surgió un brote de un virus llamado coronavirus en
una desconocida ciudad china de la que ahora mismo no me acuerdo de su nombre. Bueno
da igual, el caso es que al principio la mayoría de españoles sentíamos esa
enfermedad como algo lejano y de otro continente. Pero un fatídico día un
marroquí infectado cruzó la valla de Ceuta, rápidamente el virus se extendió
por toda España llegando incluso a mi pequeña ciudad, Valladolid.
Al principio el gobierno pudo aislar a los infectados, pero
eso desgraciadamente no fue suficiente y el virus pudo mutar facilitando así el
contagio. Además de facilitar el contagio, los síntomas se agravaron hasta tal
punto de que del dolor era irresistible, deshumanizando a la persona y reduciéndola
como ya he dicho antes a un mero animal. El Gobierno se tuvo que enfrentar a
una masiva revuelta ciudadana que protestaba por la progresiva conversión de los
infectados en seres sin conciencia y sin humanidad. El Gobierno rápidamente
cayó ante los infectados y desde entonces en España y en el mundo entero reina la
más absurda anarquía.
Siento un dolor muy profundo en mi cabeza que me impide
pensar con claridad, creo que la enfermedad ya ha penetrado en mi cerebro y
poco a poco se va diluyendo mi personalidad y me van entrando unas ganas
increíbles de matar a alguien para poder comer.
Ya no aguanto más el dolor, ya no sé qué hacer. Yo mismo
estoy perdiendo la batalla contra el virus por control de mi cerebro y aunque
sé que la perderé todavía me queda lucidez suficiente para saber que si no me
suicido seré un peligro para todas aquellas personas que aún no están
infectadas. No debí haber entrado en esa librería……
La carta de Julián Romero fue encontrada junto a su cuerpo
inerte con un cristal roto clavado en el pecho unos meses después por Pablo
Martínez nuestro actual presidente de España que logró controlar a los
infectados y reconstruir España.
Íñigo González
Rodríguez
1º Bachillerato
A
2ª Evaluación
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