José García Martínez Arrarás (La guerra diferente)




LA GUERRA DIFERENTE

Hoy voy a contar una historia, una historia, de guerra en la que nada es imposible y aunque parezca que da igual lo que hagas vas a perder la rendición no es una opción.

Todo empezó en Australia 1929. Nuestro pueblo era numeroso, volvíamos de nuestro viaje anual al interior de Australia a nuestro hogar. Mi nombre es difícil de decir en vuestro idioma, pero allí, en mi idioma, me llaman Mue. Volvía como cada año por el gran camino de primavera hacia la costa a nuestro hogar. Viajaba siempre al lado de mi mujer Uak. Era una época feliz, comíamos frutos y pequeños roedores. Sé que no es mucho, pero a nosotros nos parecía suficiente, fuimos felices. Por el camino oímos hablar a los lugareños. Parecían tristes como si algo horrible acabara de pasar. Vimos a muchos enterrar a sus hijos con trajes de negocios y llorando “¿Por qué, hijo mío?, ¿Por qué has tenido que hacerte esto a ti mismo?”.

Nuestro pueblo había tenido algún problema en el pasado con los lugareños, pero generalmente, debido a que no existe pueblo más pacifico que el nuestro, nunca tomamos medidas contra ellos. Seguimos nuestro camino y no encontrábamos casi comida ni agua por lo que tuvimos que robar algo de las cosechas de granjeros para sobrevivir. Lo repartimos lo mejor que pudimos, pero, inevitablemente, algunos murieron de hambre o de sed ya que nuestro pueblo lo formábamos 20.000 habitantes. Como se nos veía de lejos acercarnos a las granjas de los granjeros tuvimos que dividirnos para robar. Los grupos de 3 o 4 que formamos no eran suficiente para llevar toda la comida que necesitábamos así que el líder de nuestro pueblo Gran Gans nos reunió y organizó una incursión mayor a una de las mayores granjas de Australia.

El pelotón lo formábamos un total de 200 soldados y nos reunimos una noche a las afueras de la granja todos en formación de cuña. Nuestro pueblo era conocido por ser realmente rápido, de modo que, el plan consistía en que 50 de nosotros obligásemos a la cuadrilla de granjeros a arrinconarse dentro mientras los demás robaban cuanto podían en el granero. El general Gran Gans decidió ponerme en primera línea del grupo de 50 soldados al lado de mi compañero Vae. ¡Entonces lo vi claro!, Gran Gans deseaba quitarme de en medio y ahora tenía la oportunidad. Está decisión no era al azar. Gran Gans me odiaba a mí y a mi familia debido a que mi padre derrotó al suyo por el poder del grupo. Él se autonombró líder después de la muerte de mi padre y yo no intenté recuperar el trono debido a que él contaba con el apoyo de la élite de nuestro pueblo. Mi mente volvió a concentrase al escuchar el grito que definiría todo, era la hora. Mis pies corrieron más rápido de lo que lo habían hecho nunca. Miré a la izquierda y mi amigo Vae corría al lado junto con 48 guerreros más. Mis músculos no se cansaban, mis ojos no veían nada porque la gran nube de polvo que habíamos levantado impedía ver la casa, pero todos corríamos pasara lo que pasara.

¡Entonces lo vi! Una pequeña nube de trozos de metal salió del cañón de la escopeta de los granjeros acompañada de un gran estruendo. En ese momento pensé que había muerto, pero miré a mi alrededor y vi que de los guerreros que habíamos salido corriendo de esa colina yacían en el suelo 12 y entre ellos Vae. Le miré un segundo, pero me pareció una eternidad. En ese momento me di cuenta de que ya tendría tiempo para llorar más tarde y que ese no era el momento. Me vi solo entre la nube de polvo, de los 50 soldados solo quedaba yo, el resto habían huido o muerto.

En ese instante la nube se despejó y vi a 6 granjeros disparando con las escopetas masacrando a los nuestros. Salí corriendo hacia uno de los granjeros, no podía permitir que mataran a mi pueblo. Mordí su escopeta arrancándosela de las manos al granjero y en ese instante todos los demás empezaron a dispararme. Gracias a mi velocidad podía esquivar los proyectiles. Cada ¡pum! de la escopeta hacía temblar mi cuerpo, pero seguí corriendo hasta ver por el rabillo del ojo que todos habían escapado. Entonces corrí hacia el poblado. Al llegar allí me encontré con que el gobierno australiano había declarado la guerra a nuestro pueblo. Debido a mis hazañas en la incursión de la granja contaba con el apoyo del pueblo para ser el nuevo líder. Aunque Gran Gans seguía comandando a nuestro pueblo las cosas estaban cambiando. Los días siguientes fueron un infierno algunos soldados con ametralladoras dirigidos por Sir George Pierce un militar cuyo único objetivo era darnos caza. Algunos de nuestros hombres murieron así que ordené a mi pueblo a que se separaran en pequeños grupos, de esa manera les costaría más acabar con nosotros.

En una de nuestras reuniones de dirigentes de nuestro pueblo un camión armado con una ametralladora apareció bajando por la colina empezó a disparar las balas llovían como si de gotas de lluvia se tratase nosotros corrimos y camión se fue quedando atrás, pero en medio de todo esto Gran Gans con un movimiento de pierna me puso la zancadilla consiguiendo que estuviera a punto de tropezarme. El viento me rozaba el cuerpo debido a la gran velocidad a la que íbamos mientras las balas seguían rozándonos él y yo nos miramos los dos sabíamos que uno de los dos iba a morir. En ese momento con nuestras miradas fijas en el contrario ambos embestimos contra el otro. El general Pierce se asomó por la ventanilla del camión no entendía lo que pasaba, pero disparó su revolver igualmente. La bala atravesó el cuello de Gran Gans en una explosión de sangre. Solo quedaba yo, el general Pierce siguió disparando sin éxito mientras subíamos la colina al llegar a lo alto en mi último aliento no creía lo que veía todo mi pueblo los miles de compañeros de mi pueblo se plantaron ante el camión volcándolo y unidos picamos al general Pierce hasta que se hundió entre gritos de venganza. Se me nombro líder como lo habría querido padre y entonces di mi discurso ante mi pueblo “Hemos ganado la batalla, pero la Gran Guerra Emú está lejos de terminar”.

José García Martínez Arrarás Nº12 5-02-2020 2ºEvaluación.






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