TRAGICOMEDIA EN LA
Todo empezó el 10 de
septiembre del año 1990, cuando bajé de aquel avión y pisé la ciudad de Los
Ángeles por primera vez; y desde entonces no he querido abandonar esta ciudad.
Yo era solo un joven de
West Philadelphia en aquella gigantesca ciudad del sur de California, y desde
el principio la familia de mi tío, Phil, me acogieron en su casa, y personas entonces
tan poco diferentes a mí como su hijo Carlton acabó siendo más que mis primo,
mi amigo.
Irme de casa tan pronto
fue muy duro para mí pero mi gran amigo Jazz siempre estuvo allí para ayudarme,
y todavía me acuerdo de los buenos momentos que pasamos; como aquella vez que
jugamos un partido de basket contra otro chaval de Philadelphia cuyo nombre no
recuerdo bien; y la cara que se me quedó cuando vi a aquel mismo chico jugar
contra el gran Michael Jordan, entonces supe que no había ciudad en el mundo
como aquella.
Bel-air era diferente,
no es lo que hoy parece haber sido siempre. Y aunque el cole era muy estricto yo
siempre encontraba algo que hacer para divertirme.
Acabé siendo la
estrella del equipo de baloncesto del colegio, éramos realmente malos, pero nos
divertíamos.
Pero eran tiempos
peligrosos, había peleas de bandas y en las noticias se anunciaban muertes cada
dos por tres.
Me metí en un par de
líos en aquellos años, como aquella vez cuando Jazz y yo estábamos visitando a
mi madre en West Philly y nos arrestaron porque creían que todos los negros
eran criminales. No era una época fácil para ser diferente.
Pero mientras en el
resto del país nos juzgaban por nuestro tono de piel en Los Ángeles había gente
tan diferente que lo más normal era no ser “normal”.
Ese chico de mi misma
ciudad y yo acabamos siendo grandes amigos, yo iba a sus partidos y él venía a
mi casa de vez en cuando a jugar a la Nintendo, él también me invitaba a sus fiestas
a las que llegábamos en su helicóptero personal marcando estilo.
En esas fiestas conocí
a personalidades como Shaquille O’neal, Michael Jackson o al hijo pequeño de la
familia Trump, pero ninguno era tan guay como Michael Jordan, una vez me llegó
a regalar un par de sus jordan 5 que no me quité de los pies en meses.
Hice mis pinitos como
rapero y aunque no se me daba nada mal, no llegué a ser alguien importante por
mucho que lo intentara.
Tiempo después me
interesé por el mundo de los negocios, e intenté crear una gran empresa, Pineapple, pero nadie invertiría en una
empresa que se llamara como una fruta, y menos si el fundador se llamaba Will
Smit-menudo nombre, eh?-; así que
abandoné mis sueños de crear mi propia marca y empecé a ayudar a mi tío Phil,
que era fiscal, con su trabajo.
Pero como el derecho no
se me daba bien y tampoco me gustaba me puse a trabajar en una pequeña
franquicia de comida rápida llamada Mcdonald’s, ese trabajo no se me daba mal,
pero como me comía más hamburguesas de las que vendía y por ello me
despidieron.
Aunque no tardaron en
llegar las malas noticias: el azúcar que tanto amaba mi tío acabó siendo su
fin; y cuando creía que ya había superado esa pérdida, mi amigo se subió por
última vez a su helicóptero, esta vez para irse al cielo.
Y esta es la historia
de cómo me convertí en el príncipe de un lugar llamado Bel-Air,
Will.
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