Pablo Rodríguez (Todo por ella)




TODO POR ELLA


Aún recuerdo perfectamente aquella tarde soleada de mayo cuando mi padre entró en casa por la puerta y nos reunió a todos en el salón para decirnos algo que él consideraba importante. Mi madre, mi hermana y yo, nos dirigimos al salón y en lo que mi padre se cambiaba de ropa, nosotros esperábamos impacientes la noticia, aunque a día de hoy hubiese preferido que no llegase.


Cuando entró en el salón, se sentó en una silla mirándonos a todos muy seriamente y dijo: “Familia, me han trasladado a Barcelona, preparad todo, mañana nos vamos”. Cuando pronunció aquellas palabras, a mí me entró una sensación de pánico, a la vez que numerosos escalofríos me recorrían el cuerpo.  Por un momento, pensé en decirle a mi padre que no fuese y rechazase el traslado, pero sabía que era inútil, pues no podía negarse.


Aquella noche, no pegué ojo, me aterrorizaba la idea de, siendo mi padre Guardia Civil, ir a Barcelona, me aterrorizaba la idea de ir a un colegio donde no pudiese hablar mi lengua o de que si se enteraban de que mi padre era Guardia Civil iba a tener serios problemas.


A la mañana siguiente, me hice el dormido cuando entró mi madre en la habitación para despertarme. Desayuné, me vestí, terminé de hacer la maleta y me dirigí hacia el coche sin articular una sola palabra.


A mitad del trayecto mi padre, viendo que no había hablado desde la noche anterior, me dijo “¿Juan te pasa algo?”, me habría encantado decirle que la idea de ir a Barcelona tal y como estaban las cosas allí, me producía absoluto pavor, pero únicamente me limité a decir que tenía sueño.


Cuando estábamos a 20 kilómetros para llegar a la Ciudad Condal, el coche emitió un ruido extraño y empezó a echar humo, para mis adentros pensé que era una clara señal de que el coche también prefería quedarse en Madrid, algo que hubiese pronunciado en alto de no ser por lo estúpido que iba a sonar, así que, me lo callé también.


Tras arreglar el pequeño incidente, llegamos a las 20:00 a Barcelona, al llegar nos dirigimos a la Casa Cuartel, situada a escasos minutos del centro, en comparación con lo largo que se me hizo el viaje.


La Casa Cuartel, era bastante parecida a la de Madrid, contaba con 3 habitaciones, un salón, dos baños y una cocina, por lo que instalarnos, no fue problema.


A la mañana siguiente, me levanté pensando cómo me iban a recibir cuando dijese que venía de Madrid y las razones por las que había tenido que ir a Barcelona. Cuando llegué a mi nuevo colegio, parecía bastante normal, contaba con un patio no muy grande, las clases eran bastante modernas y las instalaciones parecían aparentemente nuevas. Tras recorrer el colegio con el director, éste me acompañó a mi nueva clase, donde me tocó presentarme.


Volví a casa bastante contento con la clase que me había tocado, pues al presentarme ninguno se extrañó, ni puso mala cara cuando dije que venía de Madrid y que mi padre era Guardia Civil, así que tal vez yo estuviese equivocado y las cosas en Cataluña no eran como pensaba. Tal vez, todo lo que había visto en la tele y había leído, no fuese cierto.


Pasaron dos meses desde que llegamos, y viendo que ni mi hermana ni yo no habíamos tenido problemas en el colegio, ni mi padre había sufrido incidente alguno, me atreví a pensar que vivir en Barcelona, al fin y al cabo, no estaba tan mal, pudiendo estar incluso mejor que en Madrid, pues allí había playa y en Madrid no.


La mañana del 1 de octubre de 2017, me levanté, me vestí y me dispuse a salir de casa para ir al colegio como un día cualquiera, pero mi padre me dijo que no saliese de casa, que las cosas se iban a poner feas. Asustado llamé a Gonzalo, un niño que había conocido en el colegio y cuyo padre también era Guardia Civil, solo que, en su caso, venían de Sevilla.  Cuando le pregunté a Gonzalo que estaba pasando, se le cortó la voz y lo único que le entendí fue “peligro, no salgas”. Salí de mi habitación directo al salón a pedirle explicaciones a mi padre de lo que estaba pasando, pero todas mis pretensiones de enterarme de lo que estaba pasando se vieron nubladas al enterarme de que mi padre había salido a la calle a defender no sé qué.


Enfadado me dirigí a mi madre, no aguantaba más la situación de ignorancia en la que me encontraba y la pregunté qué diablos estaba pasando.


Cuando mi madre me dijo que papá había salido a cumplir con su trabajo e intentar que se cumpliese la ley e impedir un referéndum de independencia ilegal, las piernas me flaquearon e hice un amago de caerme al suelo.


Intenté salir a la calle, pero mi madre no me dejaba, intenté llamar a Gonzalo, pero no contestaba, intenté llamar a mi padre, pero tampoco lo cogía, así que tras agotar las ideas de lo que podía hacer, puse la tele para ver si informaban de lo que estaba pasando.


Llegó la noche, la situación según la mujer del telediario era crítica, había numerosos detenidos y heridos. Solo deseaba que mi padre entrase sano y salvo por la puerta de casa, pero las horas pasaban y pasaban y mi padre no llegaba.

A las 3 de la mañana mi paciencia se agotó y decidí llamar a la Comandancia de la Guardia Civil para ver dónde estaba mi padre. Tras escuchar lo que dijo el agente que me cogió el teléfono, solté un grito ahogado y me desmayé.


Cuando me desperté estaba en el hospital con mi madre y mi hermana al lado, lo primero que hice fue preguntar cómo estaba papá, nadie respondió, me incorporé de la incómoda cama en la que estaba y repetí la pregunta, pero la respuesta fue la misma. Cuando me disponía a repetir la pregunta por tercera vez, unos hombres vestidos de uniforme entraron en la habitación y nos dijeron que lamentaban lo que había ocurrido.


Los miré con una mirada de incredulidad y uno de ellos me susurró a la oreja que mi padre había dado la vida por servir a este país. Le agarré del brazo y le miré sin comprender lo que me había dicho. En ese momento mi madre dijo: “Juan, ayer tu padre salió a impedir que se celebrase un acto que iba contra la Constitución española, algo que todos los Guardias Civiles juran proteger tras ser nombrados; al hacerlo, tuvo que forcejear con un hombre violento cuando otro le golpeó con una piedra en la cabeza”,  cuando me dijo eso se me escaparon varias lágrimas y solo esperaba que no dijese la frase que estaba pensando, pero yo mismo fue quien pidió saber lo que había pasado. Mi madre me secó las lágrimas con un pañuelo y continuó diciéndome “Juan tu padre ha muerto”.


En ese momento no supe cómo reaccionar y una sensación de impotencia me recorrió todo el cuerpo. A mi padre lo habían matado por defender España y por defender la Ley, y nadie había hecho nada, ni siquiera dijeron en las noticias que un Guardia Civil había perdido la vida en una ciudad que a día de hoy es una ciudad sin ley.


Papá, escribo esto porque creo que mereces que la gente sepa que perdiste la vida por defender a tu Patria, por defender la ley y que los que debían haber hecho algo en aquel momento no solo no hicieron nada para evitarlo, sino que a día de hoy les dan más privilegios que nunca.


Te quiero papá.

Pablo Rodríguez Garrido.
1ºB Bachillerato
Febrero de 2020

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